Cada vez que se evoca el golpe militar en Chile se escuchan o citan las últimas palabras de Salvador Allende, difundidas en vivo por radio Magallanes durante la trágica jornada de aquel 11 de septiembre de 1973. La preservación de esta alocución para la historia, que hoy pertenece al patrimonio cultural y político de la humanidad, se debe al trabajo del periodista Guillermo Ravest Santis y del fallecido radio-operador Felipe Amado, ambos de la Magallanes y entonces militantes del partido Comunista, propietario de la desaparecida emisora, que en ese tiempo encabezaba una red nacional de 14 estaciones.
En la historia desconocida del 11 de septiembre chileno hubo muchos héroes anónimos que simplemente supieron hacer su trabajo. Otro fue Julio Soto, el chofer de Salvador Allende quien, en apenas 11 minutos recorrió unos 15 km desde la residencia presidencial al palacio de La Moneda, que hasta esa fecha simbolizaba la sede del poder legítimo. A sus 24 años, Soto evadió el riesgo de encontrarse con militares y carabineros que ya comenzaban a controlar la ciudad y logró trasladar al Presidente al palacio antes que llegaran “ellos”. Hizo un rodeo tan rápido por las zonas despejadas de la urbe congestionada por el tráfico de las 7 de la mañana, que el resto de la escolta tardó en alcanzarlo. Aunque sobrevivió, pagó su eficacia con tortura y cárcel, pero cumplió con su trabajo, según el relato del propio protagonista a Jorge Luna, de Prensa Latina …35 años después. (1) Y Allende pudo estar a tiempo en su lugar de trabajo para dirigirse por radio a su pueblo y a la posteridad. Sin embargo, se conoce muy poco la pequeña historia que rodea la recepción y grabación de las palabras del Presidente.
Ravest, quien era entonces director de la Magallanes, lleva años luchando porque se reconozca su participación en la salida al aire y la conservación de la última llamada telefónica en que Allende improvisó su memorable alocución, a las 9:20 de la mañana del martes 11, cuando las demás radioemisoras afines a su gobierno ya habían sido silenciadas por los militares. Allende habló adolorido, improvisando un discurso breve y magistral que el radio-operador Felipe Amado grabó para la posteridad. Su instinto lo condujo a utilizar una cinta nueva para registrar mejor calidad de sonido, transmitiendo la voz del Presidente sin pérdida de tiempo.
La calidad óptima de la apresurada grabación permitió volver a difundirla perpetuamente. Esa mañana se repitió una vez más, antes que la radio fuera acallada definitivamente, hasta hoy. Ravest y Amado pudieron grabar 40 copias durante los dos días que debieron permanecer en los estudios de la emisora, obligados a la inmovilidad por el toque de queda que impusieron los nuevos gobernantes desde la tarde del 11 al mediodía del jueves 13.
Las breves palabras del Presidente Allende erigieron una suerte de estatua oral, política y moral de un jefe de Estado que supo defender con su vida la Constitución y la ley. Su verbo fue engrandecido por el metal sereno de su voz y una valentía sin precedentes en América Latina. La estatua oral se fortaleció con el tiempo, mucho antes que se levantara cualquier monumento de piedra en su memoria.
Pequeña historia del último discurso
Allende habló cinco veces por radio durante la mañana del Once. Las primeras cuatro alocuciones fueron transmitidas por radio Corporación, del partido Socialista, como cabeza de una red de emisoras afines al gobierno llamada “Voz de la Patria”. Sólo la quinta y última alocución se difundió exclusivamente por radio Magallanes, a las 9,20 horas, porque las demás emisoras leales al Presidente ya habían sido silenciadas. Dominaba el éter una red sediciosa encabezada por radio Agricultura, de los latifundistas agrupados en la Sociedad Nacional de Agricultura.
Los golpistas acallaron temprano las radios favorables al gobierno en una llamada “operación silencio”, conocida hoy por documentos secretos desclasificados de EEUU. Todos los pormenores del plan de golpe estuvieron en conocimiento de la embajada estadounidense con varios días de anterioridad. Por bombardeo aéreo de sus antenas y plantas transmisoras, o presencia física de la soldadesca en sus instalaciones, fueron acallando emisoras como Corporación, del partido Socialista, Portales, radio privada plegada con Allende, Universidad Técnica del Estado (UTE) y Luis Emilio Recabarren, de la central obrera CUT, ambas controladas por el partido Comunista, la radio Nacional, que era una estación privada propiedad del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y, curiosamente, silenciaron también a radio Balmaceda, del partido Demócrata Cristiano (PDC), que apoyó sin reservas el golpe militar bajo el liderazgo del entonces presidente del partido Patricio Aylwin y el ex presidente de la República Eduardo Frei Montalva.
A las 8 horas, en los estudios de la Magallanes se encontraban Ravest; los radio-operadores Felipe Amado y Federico Godoy; los periodistas Leonardo Cáceres, jefe de prensa, Carmen Torres, Jesús Díaz, Ramiro Sepúlveda, jefe del turno de la mañana, Fernando Barraza, conductor del programa Bitácora, Hernán Barahona, reportero político, Ernesto Saúl, redactor de turno, Rubén Adrián Valenzuela y Enrique Contreras, quien trabajó en el turno de toda la noche del 10 al 11.
También estuvieron presentes el ingeniero Luis Oliva, el subgerente Eulogio Suárez y los locutores Jorge Giacamán y Agustín Fernández, además de dos jóvenes militantes dedicados a tareas de “seguridad” que se quedaron todo el tiempo –dos días– y cuyos nombres nadie registró. Tras una breve reunión, se decidió enviar a la planta transmisora, ubicada en Renca, a pocos kilómetros del centro de Santiago, a la joven reportera Torres, al periodista Díaz y al locutor Fernández para acompañar al “plantero” Sergio Contreras. El joven periodista Valenzuela fue enviado a reportear qué estaba ocurriendo esa mañana en la sede del PDC. Los periodistas Barraza y Barahona abandonaron temprano los estudios, según el relato de Ravest, refrendado por Cáceres, entre otros protagonistas de esta historia todavía con vida. (2)
En la trascripción de las conversaciones secretas de los jefes del golpe, divulgadas una vez desclasificadas años después, el jefe de la aviación Gustavo Leigh conminó a Augusto Pinochet a ocupar rápido la Magallanes. La aviación inició la destrucción de plantas y antenas temprano, pero no hicieron blanco en la Magallanes, en parte por creer equivocadamente que operaba con un transmisor móvil.
La “operación silencio” acalló a todas las radios leales al Presidente Allende, excepto a la Magallanes, que siguió transmitiendo hasta que a algún jefe golpista se le ocurrió enviar tropas a la planta transmisora en Renca. Entonces se apagó la única voz contraria al golpe. Todas las personas que se encontraban allí fueron detenidas, pero curiosamente –en medio del despelote represivo– los militares no allanaron los estudios de la Magallanes en el centro de Santiago, a escasas cuatro cuadras de La Moneda. La planta fue ocupada y silenciada militarmente a las 10,27 horas.
Las cinco alocuciones de Allende
7,55 horas: Allende, quien ya se encontraba en La Moneda, anunció por Corporación y la red “Voz de la Patria” que la Marina había ocupado Valparaíso en un acto de rebelión contra el gobierno legítimo. Llamó a los trabajadores a estar vigilantes en sus sitios de trabajo. Dijo que aún confiaba en una respuesta “de los soldados de la patria que han jurado cumplir con su doctrina. En todo caso –añadió– estoy en La Moneda y me quedaré aquí defendiendo al gobierno que represento por voluntad del pueblo”. A esa hora había poca información sobre la magnitud real de la traición castrense estimulada por las clases propietarias de Chile, los partidos y grupos de derecha y el PDC.
8,15 horas: Allende hizo una segunda intervención, de contenido similar a la primera.
8,45 horas: Más informado de la situación, en su tercera intervención por “ la red La Voz de la Patria” el Presidente ya denunciaba que “hacemos frente a un golpe de Estado en el que participa la mayoría de las Fuerzas Armadas”. Y advertía a los traidores alzados: “Yo no tengo pasta de apóstol ni de Mesías. No tengo condiciones de mártir, soy sólo un luchador social que cumple la tarea que el pueblo me ha dado… Defenderé esta revolución chilena y defenderé el gobierno. No tengo otra alternativa. Sólo acribillándome a balazos podrán impedir mi voluntad de hacer cumplir el programa del pueblo… Compañeros, permanezcan atentos a las informaciones en sus sitios de trabajo, que el compañero Presidente no abandonará a su pueblo ni su sitio de trabajo. Permaneceré aquí en la Moneda inclusive a costa de mi propia vida”.
9,00 horas: La cuarta alocución no fue difundida por la Magallanes, por algún problema que afectó a Corporación o fallas en la conexión, según el relato de Ravest. Los radioescucha de la Magallanes tomaron nota de esas palabras:
“En estos momentos pasan los aviones. Es posible que nos acribillen. Pero sepan que aquí estamos, por lo menos con nuestro ejemplo, que en este país hay hombres que saben cumplir con la obligación que tienen. Yo lo haré por mandato del pueblo y por voluntad consciente de un Presidente que tiene la dignidad del cargo entregado por su pueblo en elecciones libres y democráticas.
“En nombre de los más sagrados intereses del pueblo, en nombre de la patria, los llamo a ustedes para decirles que tengan fe. La historia no se detiene ni con la represión ni con el crimen. Ésta es una etapa que será superada. Éste es un momento duro y difícil. Es posible que nos aplasten. Pero el mañana será del pueblo, será de los trabajadores, porque la humanidad avanza hacia la conquista de una vida mejor. Pagaré con mi vida la defensa de los principios que son caros a nuestra patria.
“Caerá un baldón sobre aquellos que han vulnerado sus compromisos, faltando a su palabra, roto la doctrina de las Fuerzas Armadas. El pueblo debe estar alerta y vigilante, pero no debe dejarse provocar, ni debe dejarse masacrar, pero también debe defender sus conquistas. Debe defender el derecho a construir con su esfuerzo una vida digna y mejor”.
Salen al aire las últimas palabras de Allende
Radio Magallanes tenía una “plancha”. Éste era el nombre asignado al teléfono a magneto que enlazaba directamente a La Moneda mediante una línea permanentemente viva. En cualquiera de las dos puntas sólo había que dar vuelta a una manivela para activar la línea. De pronto “la plancha” sonó:
9,20 horas: “Era la inconfundible voz del Presidente Allende”, relató Ravest.
–¿Quién habla?, preguntó el Presidente.
–Ravest, compañero…
–Necesito que me saquen al aire inmediatamente, compañero…
–Déme un minuto, para ordenar la grabación…
–No, compañero. Preciso que me saquen al aire inmediatamente, porque no hay tiempo que perder…
Sin separarse del auricular de “la plancha”, Ravest gritó órdenes a pleno pulmón. Leonardo Cáceres corrió al micrófono para anunciar al Presidente. El radio operador Felipe presintió que vivía un instante de la historia y tuvo la buena ocurrencia de anteceder la transmisión con los acordes del himno nacional, que se mezclaron con el anunció de Cáceres.
Así habló Allende por última vez
“Seguramente ésta es la última oportunidad en que me pueda dirigir a ustedes. La Fuerza Aérea ha bombardeado las torres de radio Portales y radio Corporación.
“Mis palabras no tienen amargura, sino decepción, y serán ellas el castigo moral para los que han traicionado el juramento que hicieron... soldados de Chile, comandantes en jefe titulares, el almirante Merino que se ha auto designado, más el señor Mendoza, general rastrero... que sólo ayer manifestara su fidelidad y lealtad al gobierno, también se ha nominado director general de Carabineros.
“Ante estos hechos, sólo me cabe decirle a los trabajadores: ¡Yo no voy a renunciar! Colocado en un trance histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo. Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que entregáramos a la conciencia digna de miles y miles de chilenos no podrá ser segada definitivamente.
“Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen... ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos.
“Trabajadores de mi patria: Quiero agradecerles la lealtad que siempre tuvieron, la confianza que depositaron en un hombre que sólo fue intérprete de grandes anhelos de justicia, que empeñó su palabra en que respetaría la Constitución y la ley y así lo hizo. En este momento definitivo, el último en que yo pueda dirigirme a ustedes, quiero que aprovechen la lección. El capital foráneo, el imperialismo, unido a la reacción, creó el clima para que las Fuerzas Armadas rompieran su tradición, la que les enseñara Schneider (3) y que reafirmara el comandante Araya (4), víctimas del mismo sector social que hoy estará en sus casas, esperando con mano ajena reconquistar el poder para seguir defendiendo sus granjerías y sus privilegios.
“Me dirijo, sobre todo, a la modesta mujer de nuestra tierra, a la campesina que creyó en nosotros; a la obrera que trabajó más, a la madre que supo de nuestra preocupación por los niños. Me dirijo a los profesionales de la patria, a los profesionales patriotas, a los que hace días estuvieron trabajando contra la sedición auspiciada por los colegios profesionales, colegios de clase para defender también las ventajas que una sociedad capitalista da a unos pocos. Me dirijo a la juventud, a aquellos que cantaron, entregaron su alegría y su espíritu de lucha. Me dirijo al hombre de Chile, al obrero, al campesino, al intelectual, a aquellos que serán perseguidos... porque en nuestro país el fascismo ya estuvo hace muchas horas presente en los atentados terroristas, volando los puentes, cortando la línea férrea, destruyendo los oleoductos y los gasoductos, frente al silencio de los que tenían la obligación de proceder: estaban comprometidos. La historia los juzgará.
“Seguramente radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi voz no llegará a ustedes. No importa, lo seguirán oyendo. Siempre estaré junto a ustedes. Por lo menos, mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal a la lealtad de los trabajadores.
“El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse.
“Trabajadores de mi patria: Tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo, donde la traición, pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.
“¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores!
“Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano. Tengo la certeza de que, por lo menos, habrá una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición”. (5)
La Magallanes siguió “en el aire” más de una hora
Después de las últimas palabras de Allende, la voz del locutor Giacaman identificó varias veces la emisora: “Esta es radio Magallanes, la voz de la patria, la voz del pueblo, transmitiendo por una red de emisoras patriotas que están resistiendo el golpe fascista de un sector de las fuerzas armadas y de los partidos políticos que no han sabido cumplir con el primer deber que se debe a la patria: respetar la Constitución”.
Más tarde repitieron la alocución y sacaron al aire un par de llamadas de dirigentes políticos, dando instrucciones al pueblo y a la clase trabajadora. Entretanto, la red de radios golpistas que encabezaba Agricultura repetía monótonamente el “Bando militar número uno” de la autoproclamada junta de gobierno que – entre otras– profería esta amenaza: “La prensa, radiodifusoras y canales adictos a la Unidad Popular deben suspender sus actividades informativas a partir de este instante. De lo contrario recibirán castigo aéreo y terrestre”.
Para mantener la continuidad de la transmisión con un mensaje diferente, el periodista Saúl escribió este texto que leyó Giacamán, según los recuerdos de Ravest:
“Llamamos a los trabajadores, a los pobladores, a defender el gobierno popular, a defender al Presidente de la República, a rodear la Moneda para detener el golpe.
“Llamamos a los soldados patriotas, a los soldados que son hijos del pueblo, a plegarse al bando de los trabajadores, al bando de los patriotas.
“Cada minuto que pasa es decisivo. Cada cosa que hagamos es urgente. Radio Magallanes, la voz del pueblo, la voz de la patria, que representa sus valores democráticos y constitucionales, está en el aire y podrá desaparecer en cualquier instante.
“¡Al golpe se resiste con fuerza, con entereza, no dejándose intimidar! ¡Somos tres millones de trabajadores contra 50 mil golpistas!
“La mejor arma son los puños, las máquinas, las herramientas, las palas. ¡Pueblo de Chile: a no dejarse aplastar por el fascismo! ¡A luchar por las conquistas conseguidas en tres años de combates fervorosos! ¡A no dejarse derrotar ni desanimar! ¡Cada minuto que pasa corre a favor de nosotros! ¡Viva Chile!”.
Así transcurrió la mañana del Once en la Magallanes hasta que salió del aire a las 10,27 horas. Después, las cuatro personas que continuaban en los estudios –Ravest, Amado y los dos jóvenes de “seguridad”– se dedicaron a hacer “limpieza”, eliminando documentos comprometedores antes del allanamiento que, empero, nunca se produjo… El hallazgo fortuito en un armario de una caja de pequeños rollos de cinta magnética les inspiró la tarea de grabar 40 copias de calidad óptima con las últimas palabras de Salvador Allende. Y se hizo un trabajo que permitió cumplir para la posteridad lo que anunciara el Presidente: “Seguramente radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi voz no llegará a ustedes. No importa, lo seguirán oyendo”.
Notas:
2) Correspondencia con Guillermo Ravest –residente en México– y texto de su libro “Pretérito Imperfecto”, aún inédito, y conversación con Leonardo Cáceres. El libro de Ravest está siendo considerado para su publicación por editorial LOM, de Chile.
3) René Schneider Chereau, asesinado por el fascismo el 25 de octubre de 1970. Las armas utilizadas fueron proveídas por la CIA vía valija diplomática de la embajada de EEUU. El asesinato se proponía crear condiciones para un golpe que impidiera la asunción de Allende el 4 de septiembre de ese mismo año, nueve días después.
4) Capitán de Navío Arturo Araya Peters, edecán naval del Presidente Allende, asesinado en su hogar durante la noche del 26 al 27 de julio de 1973. El móvil del crimen fue desestabilizar al gobierno y amedrentar a los oficiales leales a la Constitución y la ley, 44 días antes del golpe militar.
Entrevista a Guillermo Ravest Santis http://www.allvoices.com/contributed-news/3045823-texcoco-radio-magallanes-que-barahona
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