lunes, 16 de septiembre de 2013

El Autoritarismo y los Partidos de Derecha

Por Steven Levitsky, destacado politólogo estadounidense.  
Una derecha electoral fuerte es clave para la estabilidad democrática. Cuando la élite económica puede defender sus intereses dentro del juego democrático está más dispuesta a invertir en ello –y menos dispuesta a buscar alternativas autoritarias. Históricamente, las democracias latinoamericanas más estables (Chile, Colombia, Uruguay) han tenido partidos de derecha fuertes.
Donde la derecha política es débil, es más probable que la élite económica desconfíe en la democracia –y que termine apoyando los golpes militares. Argentina es un ejemplo clásico. Incapaz de ganar elecciones bajo la democracia, la elite económica se convirtió en su enemigo: apoyó cinco golpes militares entre 1930 y 1976.
A pesar del giro neoliberal de las últimas décadas, la derecha electoral no prospera en América Latina. La derecha tradicional se debilitó en Brasil, Colombia, Ecuador, Honduras, Nicaragua, Panamá, Uruguay, y Venezuela, y nuevos proyectos de derecha fracasaron en Argentina, Bolivia, Guatemala y Perú. Muchas veces, este fracaso dejó la cancha libre para fuerzas populistas o de izquierda.
Hay varias causas de la debilidad de la derecha electoral latinoamericana. Una es la desigualdad. En un contexto de extrema desigualdad, es más difícil que un partido asociado con los ricos obtenga el voto de la gente más pobre. (Históricamente, los partidos conservadores lo hacían a través del clientelismo, pero ahora es más difícil). Y no obstante el sueño del “liberalismo popular”, el liberalismo económico no vende muy bien como programa electoral.
Otro problema es el cortoplacismo de muchos empresarios que, en vez de invertir en un partido, dependen de su capacidad de influir sobre los gobiernos electos. En los años ochenta y noventa, por ejemplo, la derecha perdió elecciones en Argentina, Bolivia, y Perú, pero los ganadores (Menem, Paz Estenssoro y Paz Zamora, Fujimori) giraron a la derecha. ¿Para qué invertir en un partido capaz de ganarle a los populistas si los populistas luego gobiernan con la derecha? Pero en muchos países esta estrategia de “gobernar sin ganar” dejó de funcionar. Morales y Kirchner no repitieron el giro de Paz Estenssoro y Menem. De hecho, los gobiernos no derechistas solo siguen girando a la derecha en el Perú.
Hay dos grandes excepciones al patrón del fracaso de los nuevos partidos de derecha latinoamericanos: la Unión Democrática Independiente (UDI) en Chile y la Alianza Republicana Nacionalista (ARENA) en El Salvador. ¿Cómo se explica el éxito de estos partidos? Según el politólogo James Loxton, la clave es que son partidos ex autoritarios, o partidos surgidos del antiguo régimen autoritario.
Según Loxton, los orígenes autoritarios generan ciertas ventajas en cuanto a la construcción partidaria. La primera es una marca partidaria sólida, sostenida por fuertes lealtades. Muchos regímenes autoritarios mantienen la simpatía de un sector importante (20-40%) del electorado. Sobre todo en sociedades polarizadas, como la chilena, mucha gente tiene recuerdos favorables del régimen. Esa gente que se convierte en la base electoral de la nueva derecha.
Segundo, los partidos ex autoritarios son más cohesionados. Como bien saben los fundadores del Movimiento Libertad (o del nuevo Frente Amplio) en el Perú, juntar diversos políticos en un nuevo partido es difícil. Enfrenta serios problemas de acción colectiva. Los partidos ex autoritarios se forman con cuadros que ya se conocen, que han trabajado juntos, y que comparten una identidad política formada durante la dictadura. Muchas veces, estas redes incluyen empresarios cuyos aportes económicos son claves para la construcción partidaria.
Tercero, muchos partidos ex autoritarios se construyen sobre organizaciones y redes clientelistas de la época autoritaria. Como consecuencia, no tienen que construir una organización desde cero.
Según Loxton, el éxito de la UDI y ARENA se debe, en parte, a sus origines autoritarios. La UDI fue creada por un grupo de activistas derechistas que trabajaron con Pinochet. Varios eran alcaldes, que permitió la construcción de bases clientelistas; otros eran tecnócratas con fuertes vínculos con empresarios, que ayudó a convertir la UDI en el partido mejor financiado de Chile. La UDI también se benefició de la marca pinochetista, que mantenía el apoyo de un sector importante del electorado.
ARENA se formó sobre la base de ORDEN, una organización paramilitar con vínculos al ejército salvadoreño. Sus cuadros originales –muchos ex soldados y paramilitares– surgieron de la lucha contra la guerrilla. Forjaron fuertes vínculos con empresarios (que temían un triunfo del FMLN), cuyo financiamiento fue clave para el crecimiento del partido.
En el Perú, donde varios proyectos de derecha han fracasado, un partido ex autoritario, el fujimorismo, podría ser el más exitoso.
Aunque el pasado autoritario del fujimorismo tiene costos electorales, también genera ventajas. Primero, el fujimorismo tiene una marca sólida. A pesar de su autoritarismo y corrupción, Fujimori mantuvo una base de apoyo significativa después de su caída. Según una encuesta de GFK de hace pocos meses, 42% calificó su gobierno como bueno o muy bueno.
Carlos Meléndez estima que el “núcleo duro” del fujimorismo es 6% del electorado, mientras otro 10% se inclina hacia el fujimorismo. Una base de 6-16% no es masiva, pero supera cualquier otro partido peruano.
Segundo, el fujimorismo se reconstruyó sobre redes políticas (como los de Vamos Vecino) y clientelistas (comedores, asentamientos humanos) construidos en los años noventa. Estas redes se debilitaron con la caída de Fujimori, pero no desaparecieron. Y lo que quedó le dio al fujimorismo una infraestructura que no tienen otros partidos nuevos.
A diferencia de Chile, la elite económica peruana no ha apostado por el fujimorismo (salvo en su desesperación durante la segunda vuelta de 2011). Ha preferido a Lourdes Flores, PPK, y hasta Alan. En términos de sus propios intereses, podría ser un error. Entre las fuerzas de derecha existentes, el fujimorismo tiene las mejores posibilidades de consolidarse.
Paradojicamente, los partidos ex autoritarios pueden fortalecer la democracia. Si constituyen una derecha electoral fuerte, como en España, Chile, y El Salvador, la élite económica estaría más dispuesta a apostar por la democracia.
Pero esta fórmula solo funciona cuando los ex autoritarios se transforman en partidos plenamente comprometidos con la democracia. La derecha chilena (lentamente) se distanció de su pasado autoritario. Seguimos esperando semejante transformación en el fujimorismo.

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JAIME ESPEJO ARCE