"¿Va al edificio de Toledo?”, pregunta de una vez el taxista para hacer las cosas más fáciles.
Así ya se conoce a la Torre Omega, presentada en marzo del año pasado como el edificio corporativo más profundo del país. Tiene 9 sótanos y 18 pisos.
Dos de los pisos están destinados para áreas comerciales, mientras que el resto es ocupado por oficinas: cuatro por piso.
En algunos casos, una empresa grande, como la importadora de bienes de capital Ferreyros, tiene dos oficinas contiguas y las conecta.
En el piso 16 una oficina sigue sin estrenar. Es la ya famosa propiedad que adquirió Alejandro Toledo aparentemente “por lo bajo”, y que complementaría su deseo negado de vivir en Las Casuarinas. Todo indica que, como otros ocupantes del edificio, el expresidente habría buscado su espacio de trabajo sin tener que pasar por el vía crucis diario de irse en carro hasta la zona empresarial de San Isidro.
Ubicado en la segunda cuadra de Miguel Olguín, con el Jockey Plaza y la Universidad de Lima de vecinos, el edificio se emplaza a pocos minutos del condominio.
El Cholo no se pudo instalar con tanto escándalo y al menos hasta octubre las dos propiedades fueron embargadas preventivamente por el Poder Judicial. Mientras tanto no podrán ser transferidas.
Pero, aunque no esté, Toledo igual se las arregla para hacerse sentir. Las cuentas del edificio están algo descuadradas porque los propietarios de una de las oficinas –la de Toledo, más precisamente– no pagan el mantenimiento desde hace aproximadamente un año.
Al observar la vista desde el piso 16 se entiende por qué Toledo insistió en adquirirla, literalmente, a cualquier precio.
Los pisos que están más abajo tienen al frente las instalaciones de la Universidad de Lima y una casa donde son adoctrinados los jóvenes captados por el Opus Dei. Por algo se ve a dos pulcras empleadas que limpian con cuidado las rejas negras que bloquean absolutamente todas las ventanas. De allí nadie se escapa.
En cambio, el horizonte de la oficina de Toledo va mucho más allá y alcanza el cotizado campo del Golf.
Javier Silva Chueca, de Actualisap Consultores, los propietarios originales, declaró el viernes 13 en el Congreso que no tenían la oficina en venta y que fue el propio Toledo que negoció su compra, que se hizo efectiva en julio del 2012.
Menos de un año antes, Actualisap compró la oficina en US$ 497 mil. Toledo puso sobre la mesa US$ 882 mil.
Como ocurrió con la mansión de Las Casuarinas, era una oferta que no podían rehusar.
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JAIME ESPEJO ARCE