El calendario marcaba 19 de septiembre de 1973. Hacía poco más de una semana que el general Augusto Pinochet había dado un golpe de estado que terminaba con el Gobierno, y con la vida, de Salvador Allende. Pablo Neruda, el poeta chileno más universal, era trasladado en ambulancia desde su casa de Isla Negra, una localidad costera situada a unos pocos kilómetros al sur de Valparaíso, hasta la Clínica Santa María de Santiago.
La salud del poeta se había agravado tras el golpe militar. Padecía un cáncer de próstata, por lo que el embajador de México en Chile había reservado dos billetes de avión que trasladarían a Neruda y a su mujer, Matilde Urrutia, hasta México DF. Abandonarían su querido Chile el 24 de septiembre de 1973. Sin embargo, Pablo Neruda nunca más saldría del país andino.
Un día antes de volar a la capital mexicana el literato moría en la Clínica Santa María, en el mismo centro hospitalario donde el ex presidente democristiano Eduardo Frei Montalva fallecía en 1982. Aunque su muerte se atribuyó oficialmente a un shock séptico tras una operación por una hernia de hiato, una investigación judicial estableció en 2009 que fue envenenado.
La historia oficial cuenta que Neruda murió como consecuencia de su cáncer, hasta que en 2011 el ex chófer del poeta, Manuel Araya, y el periodista Francisco Marín se unieron para esclarecer los supuestos motivos reales de su muerte. Ninguno de los dos creía en las versiones oficiales. Desde entonces dicen estar seguros de que Pablo Neruda fue asesinado mediante una inyección letal.
"Mi tesis es que a Neruda le colocaron una inyección el día 23 de septiembre a las cuatro de la tarde y de ahí se puso rojo y murió cinco horas después", ha repetido una y otra vez el ex chófer del poeta, Manuel Araya. "Yo hasta el último día de mi vida voy a decir que Neruda fue asesinado, que Neruda no estaba para morirse. Lo mataron y asesinaron la poesía", añade a ELMUNDO.es.
"Cometimos el fatídico error, Matilde y yo, de dejar a Neruda solo. Quedó desprotegido, y allí aprovecharon para meterle una inyección en el estómago. Según los médicos era dipirona. Todos los forenses del mundo coinciden en que la dipirona no mata, la dipirona calma los dolores. Cuando nosotros llegamos de Isla Negra, Neruda estaba muy rojizo", manifiesta Araya, que hace unos meses publicó, junto a Francisco Marín, el libro 'Doble asesinato de Pablo Neruda'.
Esperando los resultados de la exhumación
El pasado mes de abril, el juez Mario Carroza ordenó la exhumación de los restos del poeta después de que la familia del literato y miembros del Partido Comunista, agrupación política a la que pertenecía Pablo Neruda, exigieran una investigación sobre las causas de su muerte.
Los restos han sido analizados en el Servicio Médico Legal de Chile, como en la Universidad de Murcia (España) y la de Carolina del Norte (Estados Unidos). Aunque se sabe poco sobre la investigación, el juez Mario Carroza ha decidido interrogar a los médicos acusados por la muerte del ex presidente Frei.
A su vez, el juez chileno sigue buscando al misterioso médico que le aplicó la inyección al poeta, un doctor de apellido Price, cuya identificación no corresponde a ningún individuo registrado en Chile, según la investigación. "Hemos tenido poca colaboración de la Clínica Santa María. Hay personas que saben y no dicen", ha dicho Rodolfo Reyes, el sobrino de Neruda, a la agencia AFP.
El familiar del poeta ha criticado además la "falta de colaboración e interés" en la investigación de la muerte por parte de la Fundación Pablo Neruda -que gestiona su legado- y del Gobierno chileno. Finalmente, el sobrino de Pablo Neruda, y abogado querellante en el caso, ha reconocido que viven el 40 aniversario de la muerte "con mucha tensión. Estamos muy atentos a los resultados de los exámenes toxicológicos".
Hasta el momento, la exhumación ha confirmado que Neruda padecía un cáncer de próstata el día de su muerte, pero desde hace varios meses se esperan los resultados de los análisis toxicológicos que traten de determinar si había algún tipo de veneno en el cadáver del Premio Nobel de Literatura.
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JAIME ESPEJO ARCE