Escribe: Carlos Reyna
La protesta cajamarquina en contra del proyecto Conga es tan intensa que casi no hay un solo sector social o institución que no se haya polarizado en torno a ella.
Una de esas instituciones que debaten entre el Conga No Va, el Conga Va y alguna posición centrista, es la Iglesia Católica, que pese a un cierto ocaso de su influencia en la vida social, aún es la principal opción religiosa de los peruanos y conserva influencia política.
Es notorio, por ejemplo, el resuelto apoyo de los franciscanos cajamarquinos a la causa del Conga No Va. El atrio de su iglesia y los interiores del convento se convirtieron en apreciado refugio para la gente que llegó desde Celendín, Hualgayoc u otras provincias para protestar en la capital de la región.
Hay la imagen de una monja franciscana acompañando, con un rosario en la mano, a un joven estudiante anti Conga que estaba en huelga de hambre. También hay otra, donde dos religiosos franciscanos corren para intentar proteger al también religioso Marco Arana cuando era agredido por la policía.
No son sólo franciscanos los que apoyan la protesta, también hay sacerdotes diocesanos y monjas de otras órdenes que están de ese lado. A comienzos de año, decenas de ellos se pronunciaron contra Conga, relatando el controvertido historial de Yanacocha desde que apareció en Cajamarca.
Miguel Garnett, un sacerdote inglés nacionalizado peruano, que vive más de tres décadas en Cajamarca y es autor de varias novelas, también cuestiona al proyecto Conga, y acaba de escribir un texto entre literario e histórico titulado La maldición del oro.
En ese texto Garnett cita estas palabras de San Francisco de Asís: “Loado seas por toda criatura, mi Señor .., y por la hermana agua, preciosa en su candor”. Y recuerda que en la Utopía de Tomás Moro, el oro solo servía para forjar cadenas y bacinicas.
De algún modo, hoy en día, en al menos una parte de los religiosos cajamarquinos aún se deja notar la huella del que fuera su obispo entre 1962 y 1992, José Dammert, don Pepe, promotor de una “Iglesia de poncho y sombrero”, identificada con los pobres.
Una simple anécdota simboliza la prédica y la obra de don Pepe. Canceló el monopolio que tenían las autoridades y notables sobre las primeras bancas de la Catedral y las dispuso para campesinos y personas con discapacidad.
También hay, por supuesto, los católicos de la perspectiva opuesta. Los que piensan que la Iglesia debe ser indiferente o incluso hostil a las demandas de justicia social. Y algunos de postura tan extrema como el cardenal Cipriani, que le ha restado valor a la misión conciliadora del obispo Cabrejos y el padre Garatea.
Así, lo de Conga, siendo una discusión sobre el agua, el cobre o el oro, en la Iglesia también es un debate sobre el sentido de la religión en este mundo. Por lo pronto, los dirigentes de la protesta en Celendín y Bambamarca han recibido con expresiones de fe a los religiosos mediadores, llamándolos hermanos.
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JAIME ESPEJO ARCE