Por: Mirlo Lauer
El escenario era previsible. Una protesta políticamente arrinconada en Celendín decidió tomar el camino del vandalismo, y ese choque con la autoridad ha producido cuatro muertos. Los motivos son varios: el retorno de los trabajos en Conga, la visita del alcalde a Palacio, la aparición de obras públicas en el horizonte político.
Las figuras mayores de la protesta cajamarquina han negado toda responsabilidad. Sin embargo, una declaración de Gregorio Santos en el sentido de que él puede llamar a la tranquilidad si Humala escucha al pueblo de Cajamarca tiene una extraña resonancia. Como que Celendín se produjo porque Santos no llamó a la tranquilidad porque Humala no escuchó a Cajamarca.
¿Qué dice Cajamarca? A estas alturas hay un entrevero de cifras encuestales externas, y pocos sondeos frescos en la propia región. El ojo de buen cubero sostiene que en la capital 80% está contra de la huelga y que en el resto de la región, donde hay menos de todo, es al revés. Además fuera de la ciudad las rondas funcionan como una ley paralela, que puede ser dura.
Es poco probable que los cuatro muertos tengan el efecto políticamente devastador de los de Bagua, 2009. La acumulación de muertes, unas 16 a la fecha, todavía no llega a una cifra rotunda. Que estas últimas se hayan dado en una asonada modera el efecto, como con las 12 anteriores. Todo lo cual es lamentable, pues indica que las bajas van a seguir.
Pero que el efecto no sea devastador para el gobierno no significa que no haya efecto. En una hipótesis esta tragedia podría funcionar como una válvula de escape y calmar la situación. En otra hipótesis comienza un nuevo tipo de táctica de acoso a las autoridades locales y de un amedrentamiento físico más decidido contra los shilicos pro Conga.
En lo inmediato a los líderes de la protesta estos muertos les caen como anillo al dedo. Pues de un lado ellos relativizan mucho el discurso del diálogo promovido desde el gobierno. De otro son un paso hacia el desánimo de los inversionistas de Conga, para quienes los costos de seguridad, física y psicológica, acaban de elevarse considerablemente.
Pero en el mediano plazo la violencia detrás de la protesta los puede terminar devorando. A estas alturas se sabe que en Espinar hubo presencia política del senderismo. Hay testimonios de que lo de Celendín tuvo elementos de fuego cruzado (aquí no se habla de SL) que duró hasta horas de la noche. Hay en el ambiente polvorines que estos dirigentes no controlan.
Pero lo que sí controlan son las multitudes que desde ayer han salido, probablemente sin saberlo, a buscar no tanto la suspensión del estado de emergencia, sino la llegada de la ley marcial y el toque de queda.
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JAIME ESPEJO ARCE