martes, 24 de julio de 2012

El hippie que regaló Twitter por 7 mil dólares


El hombre que regaló Twitter 

El viernes 3 de abril del año 2009, el estadounidense Evan Henshaw-Plath se levantó en su casa de Punta del Diablo (Uruguay), abrió el diario El Observador y, cuando llegó a la sección de actualidad, leyó la noticia de que el gigante Google ofrecía 250 millones de dólares por la red social Twitter. Su rostro, sin embargo, no se inmutó y siguió dándole sorbos a su mate. Luego cerró el diario y se puso en pie para calentar el biberón de su hijo, quien tenía la misma edad de aquella aplicación de 140 caracteres que Evan había inventado: 3 años.
Hoy Evan y su esposa, Gabriela, podrían ser unas de las parejas más acaudaladas del mundo. Evan podría haber cumplido su sueño de viajar por el planeta en un automóvil, e incluso tendría el dinero para pagarse un viaje a la luna. Podría cumplir miles de sueños porque hoy Twitter no solo vale los 250 millones que ofreció Google en 2009, sino que ha sido tasado en 10 mil millones de dólares. Sin embargo, Evan Henshaw-Plath, el hombre de la idea de los 140 caracteres, vendió su parte por 7 mil dólares. Con el dinero compró un carro usado y viajó por las carreteras de California. Otro de sus sueños.
Jack Dorsey es el hombre que se ha llevado todos los créditos de Twitter, pero la historia es otra y muy pocos la conocen. En 1999 cientos de geek’s se reunieron en una manifestación contra la Organización Mundial del Comercio. Entre los asistentes estaba Evan Henshaw-Plath, quien conoció a un grupo de hackers activistas –hactivistas- que buscaban cambiar el mundo. Evan se contagió de la revolución y ofreció sus servicios a la causa. Se había convertido en un genio de los sistemas desde que tenía 10 años, cuando su padre le regaló una computadora Tandy en la que aprendió a programar juegos para no aburrirse. Cuatro años más tarde fue suspendido de la escuela por hackear el acceso de los profesores y sus nombres.
 Evan Henshaw PlathLa idea de Twitter nació para tratar de evitar que George W. Bush fuera reelegido.
Cuando dio su paso a la universidad se interesó por la física, el diseño y por seguir programando. Pero algo extraño ocurría en su mundo: se interesaba por la historia de África y lo conmovían los países maltrechos por las desigualdades. Al reconocer sus pasiones se unió a cuanto grupo social había. Después de la manifestación del 1999, creó una página web llamada protest.net, donde publicaba en una bitácora virtual la agenda contestataria del momento: plantones, marchas, huelgas, etc. En esos plantones se hizo amigo de otros geek’s con quienes fundó Indymedia, una compañía de información que revelaba los actos deshonestos del poder.
Por esos días quería viajar por países del “tercer mundo” y colaborar con grupos hactivistas para dar a conocer el trabajo de Indymedia. Para la causa vendió la página rebelde, que ya era un éxito y visitó varias capitales de Latinoamérica. En uno de esos viajes llegó a Argentina, conoció a una uruguaya llamada Gabriela, comenzaron a trabajar juntos y un par de años más tarde se casaron.
Entonces llegó la idea de los 140 caracteres, que se gestó con un fin ideológico, político y revolucionario: tratar de evitar que George W. Bush fuese reelegido. A mediados de 2003, en plena campaña electoral, el grupo de hactivistas andaba buscando una manera de mantenerse comunicados sobre lo que decía la prensa, los sitios de encuentro para protestar y hacer visibles sitios web que mentían para proceder a hackearlos.
 Evan Henshaw PlathEvan Henshaw-Plath es muy reconocido por quienes trabajan desarrollando programas.
Primero intentaron con radio por Internet. Pero no funcionó. Después, al ver que los mensajes de texto se movían mucho, Evan advirtió que ese era el camino. Utilizaron todos los medios digitales pero de nuevo Bush ganó las elecciones. Con la idea en la cabeza, a mediados de 2004, llegó una hackatón, un evento en el que se unen programadores, diseñadores gráficos, ingenieros y jóvenes de otras disciplinas para crear en un día una aplicación digital. Aquella mañana Evan expuso la idea de crear una aplicación gratuita para mantenerse informados de todas las cosas que tuviera en los usuarios un interés personal.
El primer prototipo se hizo en 10 horas. Lo llamaron Texmob. Redujeron los mensajes de 160 caracteres que permitían los sistemas operativos de los teléfonos a 140 caracteres. Por aquellos días Evan había comenzado su relación amorosa con Gabriela, al tiempo que trabajaba en otros proyectos. Entonces sucedió algo, se le metió en la cabeza la idea de viajar en carro por toda California. Decidió tomar la decisión que hoy a muchos les duele pero que a él lo hace reír. Vendió Twitter.
Les ofreció a sus amigos su idea. Odiaba la tramitología y no quería perder tiempo registrando su nombre en acciones y contratos. Pidió siete mil dólares para comprarse un carro usado y poder echarle gasolina. Así lo hicieron, Evan salió de la sociedad, compró una Volkswagen Parati y siguió su camino hacia las manifestaciones revolucionarias. Su ex socio lanzó la versión beta en el año 2006 con el nombre de Twttr, sin ninguna vocal. Evan tuvo la primera invitación para crear su cuenta y lo hizo con el nombre que se le conoce en el mundo de los geek’s; @rabble, algo así como chusma, populacho, canalla.
 Evan Henshaw PlathEn Uruguay, Evan Henshaw-Plath fundó la compañía de desarrollo de software Cubox.
La red se creció sin detenerse. En el año 2009 Twitter costaba 250 millones de dólares. En el 2012 llegaron al trino número 1.000 millones. Se calcula que al día se envían 340 millones de tweet’s. Hoy existen 140 millones de cuentas activas y cada mes, en promedio, se abren 460 mil nuevos perfiles.
Evan se radicó en el Uruguay. Su primer hijo nació cuando Twitter ya era una realidad. Siguió trabajando en proyectos por encargo como el desarrollo de Flickr para Yahoo. Cuando se cansó de trabajar desde cafés internet, decidió fundar una compañía de desarrollo de software llamada Cubox. Cuando le preguntan si se arrepiente de su decisión, responde con una tranquilidad pasmosa: “podía haber sido un éxito o un fracaso”.
Tener parte de los 10 mil millones de dólares de la compañía no lo trasnocha porque sabe que la esencia de lo que un día imaginó sigue en Twitter. Ser una red social para apoyar el activismo revolucionario contra el imperialismo. Sabe, sin embargo, que las revoluciones se hacen presencialmente y los trinos solo sirven para vigilar, desnudar y presionar.
“Facebook es la red social para tener contacto con tus amigos de colegio, Twitter es el colegio de tus sueños”, dice Evan, vestido de botas, medias blancas, pantaloneta con una decena de bolsillos, camiseta descolorida, barba de años y los lentes de un geek que sigue intentando cambiar el mundo.

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JAIME ESPEJO ARCE