"Mi competencia me admira e imita, que no lo haga más"
“Nací en Lima, pero me siento iqueña. Fui presidenta del Patronato de Ica y quiero construir allí el Paseo del chocolate”, nos dice Elena Soler, emprendedora.
Por: Gonzalo Pajares
Empezó en su casa, con un perol artesanal y una receta secreta.
Hoy, Chocolates Helena, además del Perú, vende sus productos en EE.UU.,
Venezuela, Chile, Colombia, etcétera. Conversamos con Elena Soler de Panizo, su
fundadora, quien, además de madre de familia y empresaria, ha editado algunos
discos de boleros y ha sido amiga del pintor Sérvulo Gutiérrez (tiene varias
obras del artista y dos murales). Sin duda, un personaje al que podremos ver y
oír en el Primer Encuentro de Emprendedores de Lima Norte, que se realizará el
20, 21 y 22 de julio en el Senati. Informes: www.emprendedoreslimanorte.com.
No fundó
Chocolates Helena por necesidad…
Tuve siete hijos. La última nació en 1972, lo que me hizo una experta en
cumpleaños, regalos, recepciones, etcétera. Pero, como mis hijos ya estaban
grandes, quería entretenerme haciendo otras cosas. Así nació Chocolates Helena.
¿Por qué
eligió los chocolates?
Me encantaban la cocina y la repostería, pero tenía una receta secreta, la del
toffee fino, que fue la clave para desarrollar muchas cosas. En casa encontré
un perol y empecé a hacer mis primeros toffees, que eran de estupenda calidad
pues siempre me ha gustado consumir y dar lo mejor. De pronto, vi que de ello
podía hacer una pequeña empresa, como había vaticinado mi amigo Carlos
Malatesta, un gran iqueño y pisquero. “Don Carlitos, yo solo quiero tener una
tienda”, le decía. Recuerda que hace 37 años, cuando fundé mi empresa, no había
industrias gourmet. Me ayudó mi esposo porque yo creía que todo era muy fácil:
abrir la tienda, esperar a los clientes y vender mis productos. No sabía nada
de administración, de impuestos, etcétera.
Y así,
poco a poco, su empresa fue creciendo…
Un día me dije “esto que hago necesita tener un canal de distribución”, tomé mi
carro y me vine a Sears, una gran tienda de antaño, y le ofrecí mis productos.
Les encantaron por sabor y presentación y me hicieron algunos pedidos. Fue allí
que asumí mi rol de empresaria, pues yo sabía hacer, pero no negociar. De mi
casa pasamos a nuestra fábrica, y mi primera tienda la instalé detrás de la
iglesia de Luren. Su nombre, ‘Helena House of Candy’ (risas), porque era una
casita preciosa, y me fue muy bien: la gente rodeaba la esquina en busca de sus
pecan roll, de sus toffees. También sacamos los famosos noelitos navideños,
cuyo centro era de toffee. Como te digo, del toffee partió todo. La receta me
la inspiró Elida Santana, cuya casa, por el toffee, tenía un olor maravilloso.
Luego empecé a hacer bombones, pero no sabía hacer otras cosas; entonces, me
dije que había que aprender más, y así empecé a hacer templados de chocolate,
tejas… Sin duda, Chocolates Helena es mi octavo hijo.
Las tejas
son otro hito…
Así es. Son un producto netamente iqueño, aunque el vecino del sur diga lo
contrario. Las chocotejas tienen nuestro sello: las empezamos a bañar en
verdadero chocolate, pues antes le ponían cocoa. Decidí trabajar la tradición
del fondant, el baño de chocolate. Las tejas se hacían de productos almibarados
y cítricos, y nosotros decidimos usar otros rellenos: pasas borrachas,
guindones, guayaba, limones, y cómo olvidar la teja precursora, que está
rellena de manjarblanco. Tenemos ocho variedades y hoy nos preparan a pedido (y
con nuestra fórmula) el chocolate que usamos. Además, algo que yo destaco
siempre es que parte de nuestro proceso es artesanal. Por esto y por nuestra
calidad, hacemos productos gourmet.
José
Moquillaza, productor pisquero y extrabajador suyo, me contó que usted apuesta
por la calidad, que una vez se deshizo de toda una producción porque sus
empleados no usaron los insumos de su receta…
Es verdad. Mientras tengan un ingrediente que yo no aprecie, que no haya
elegido, no puedo salir a vender mis productos, porque en juego está mi
prestigio, mi nombre. Además, acá hablamos de valores, de autoestima. Quizás la
gente no hubiese notado ese ingrediente, pero yo sabía que estaba allí, y eso
bastaba para no venderlo. Felizmente, esta manera de ver las cosas la he
trasladado a mis empleados y a mis hijos, algunos de los cuales trabajan
conmigo.
¿Siguen
siendo una empresa familiar?
Sí, pero eso no significa que acá no se invierta, que no se crezca, que no se
gerencie con los más altos estándares. Y, recuerda, somos iqueños.
¿Son
buenos tiempos para Chocolates Helena?
Tenemos mucha competencia, y ella nos ha mirado mucho y, al hacerlo, ha
mejorado sus productos. Yo sé que la imitación es un signo de admiración, pero
desearía que no me admirasen tanto, que no me imitasen más (risas).
Usted
canta…
Tengo un CD que se llama Boleros románticos. Empecé en el colegio y, luego,
seguí cantándole a mi esposo. Cantar es lo que más me atrae en la vida.
AUTOFICHA
- No
nací en Ica, pero me siento iqueña. Mi suegro formó allí, en 1926, J. Panizo y
Cía. Fue un líder. Además, en Ica nació mi primer hijo y uno es de donde son
sus afectos.
-
Estudié internada en el Belén. Por entonces nos prohibían estudiar, ir a la
universidad. Hacerlo era como sacar los pies del plato (risas).
- Yo,
más que los pies, saqué el perol de mi casa e hice empresa (ríe). Soy empírica,
una soñadora. Chocolates Helena tiene ya 37 años… y empezó en la cocina de mi
casa. (Fuente: PERU 21)
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