Por: Pablo O’Brien.
El
hecho que ha dividido al país durante las últimas semanas fue el resultado de
un largo proceso de deliberaciones entre los descendientes del expresidente, en
el que Hiro, el hijo mayor, adquirió un inesperado protagonismo. Aquí les
contamos todo lo que necesita saber de una historia que todavía no tiene final.
El 10 de
octubre, los cuatro hermanos Fujimori Higuchi (Keiko, Hiro, Sachi y Kenji)
presentaron la solicitud de indulto humanitario para su padre, Alberto
Fujimori. Los cuatro hijos del expresidente, rodeados por decenas de
periodistas, se acercaron a la mesa de partes de Palacio de Gobierno para dejar
el documento que deberá ser evaluado por la Comisión de Gracias Presidenciales,
que encabeza Óscar Ayzanoa Vigil. Tras cumplir con esta diligencia, Keiko
señaló: “Seguramente se le dará otro tipo de connotación, pero es un pedido de
indulto que ha sido hecho bajo criterios médicos y esperamos que se resuelva de
manera humanitaria”.
La declaración
reconocía que la solicitud despertaba suspicacias y, al mismo tiempo,
reafirmaba que se hacía por un asunto estrictamente de salud. Para probar la
última afirmación, la lideresa de Fuerza 2011 agregó que al pedido se
adjuntaban los informes patológicos realizados a Fujimori, luego de las
respectivas intervenciones a las que fue sometido en 1997, cuando era todavía
presidente y se le detectó cáncer; y las del 2008, 2010, 2011, así como la
última: la de setiembre del 2012.
Aunque la
mayoría de medios ha pasado por alto que los cuatro hermanos firmaron y
presentaron juntos la solicitud de indulto, este hecho fue sumamente revelador.
Los Fujimori querían demostrar que estaban unidos en este trance y que el
pedido era una decisión estrictamente familiar y no política. En cualquier otra
familia, esta consideración no hubiese sido necesaria, pero sí en la de
Fujimori.
La
palabra de Hiro
El fujimorismo
es actualmente una fuerza política importante y su peso en el Congreso puede
ser determinante en algunos asuntos. Al mismo tiempo, es duramente resistido
por un sector considerable de ciudadanos.
Keiko es una excongresista y la candidata presidencial del movimiento
fujimorista; Kenji es parlamentario y, por supuesto, el padre de ambos es un
expresidente y, proponiéndoselo o no, es todavía una figura vigente de la
política nacional. Incluso Sachi ha tenido algún roce con la política. Si bien
nunca ha participado activamente, sí acompañó a su hermana durante la campaña
del 2012 y se involucró en algunas tareas logísticas. Los tres mencionados,
además, viven en el Perú y están sometidos permanentemente al escrutinio
público. Por si fuera poco, la madre de todos ellos, Susana Higuchi, fue
candidata a la alcaldía y luego congresista. Y el tío, Santiago, el hermano
menor del expresidente, fue hasta hace poco parlamentario.
Solo Hiro
pareciera querer mantenerse totalmente alejado de una actividad en la que, como
vemos, su familia más cercana se ha sumergido por completo. Para dejar en claro
que su determinación es firme al respecto, ha puesto al Océano Pacífico de por
medio. Desde hace más de una década, Hiro reside en el Japón y no parece tener
intención de regresar al Perú. Sus últimas visitas han estado motivadas
principalmente por complicaciones en la salud de sus padres.
De hecho, tomó
el primer avión a Lima apenas se enteró de que la intervención a su padre se
había complicado. El 19 de setiembre, Alberto Fujimori fue internado debido a
problemas de cicatrización en la lengua, el mismo órgano del que fue operado en
agosto.
El médico,
amigo y correligionario del expresidente, el actual congresista Alejandro
Aguinaga, señaló en esa oportunidad que “la herida en la lengua se abrió y se
detectó una zona tumefacta que ha seguido creciendo”. Ante esta situación,
Fujimori fue llevado a la clínica San Felipe para ser evaluado.
Al llegar a
Lima, Hiro se habría impresionado por el deterioro de la salud de su padre. El
diagnóstico transmitido por los médicos lo fue convenciendo de que el
tratamiento no detenía el cáncer y que este volvía con más rapidez. Primero, se
lo operó el 2008, luego el 2010, el 2011 y el 2012. Y esa era la razón por la
que se había abierto la herida. Al ser una zona que había sufrido tantas
intervenciones, la cicatrización es cada vez más difícil. El dolor agudo de las
lesiones es un mal adicional, pues impide que se alimente regularmente.
El dolor, la
imposibilidad de comunicarse adecuadamente y la reincidencia constante de la
enfermedad, por otra parte, habrían contribuido a generar una depresión severa,
diagnosticada desde el 2011, que el propio Fujimori ha tratado de combatir con
la pintura. Un psiquiatra lo trata por ese mal dos veces a la semana. La
reclusión, según los médicos tratantes, agrava esta situación y pondría en
serio riesgo su salud.
Como viene
sosteniendo Alejandro Aguinaga, las displasias que aparecen en la lengua de
Fujimori no llegan a convertirse en cáncer porque son tratadas a tiempo, pero
son lesiones que necesariamente se convertirán en tumores si no son retiradas.
Y estas aparecen cada vez con mayor frecuencia, de acuerdo con los informes
médicos a los que tuvo acceso COSAS.
Ante este
cuadro, Hiro se habría convencido de la necesidad de solicitar el indulto. Se
reunió con sus hermanos y les planteó claramente la necesidad de sacar de
prisión a su padre. Descubrió que todos pensaban igual que él, pero dos asuntos
los preocupaban: la propia decisión de su padre, que no deseaba recurrir a esa
figura; y la aparente oposición del Gobierno.
Mientras
meditaban el tema, Ollanta Humala declaró que a él aún no se le había
consultado nada. Seguramente en contra de la voluntad del presidente, la
afirmación fue tomada como una invitación. Hiro se reunió con los abogados,
quienes le hicieron ver que lo más adecuado era solicitar un indulto
humanitario. Él se mostró de acuerdo y dispuesto a firmar solo la solicitud. No
fue necesario. Los hermanos decidieron que el momento había llegado. El
deterioro de la salud del padre era cada vez mayor y había que arriesgarse a
enfrentar las consecuencias políticas. Fue entonces cuando los cuatro hijos de
Fujimori lo visitaron en la Diroes y le comunicaron que lo mejor para su salud
era solicitar el indulto. El expresidente dudó, pero por primera vez se mostró
abierto a la posibilidad. Llamó a más de un colaborador y amigo para que lo
ayudasen a decidir qué hacer. Como ahora sabemos, se inclinó por hacer el
pedido, aunque la decisión fue complicada. Más de uno de los consultados le
habría dicho que lo mejor era “que se quedara y muriera en prisión”, pero la
firmeza de sus hijos lo llevó a acceder a solicitar el indulto.
“La
solicitud de indulto la hemos firmado los hijos, nosotros hemos convencido a mi
padre. Hemos hecho esta solicitud con su convencimiento. Él está de acuerdo, y
ahora también tiene ilusión de poder obtener su libertad para recuperar su tan
deteriorada salud”, dijo la excandidata presidencial.
Un
largo proceso
La redacción
de la petición estuvo a cargo del estudio de abogados Sousa-Nakazaki, y las
consideraciones médicas fueron coordinadas por Alejandro Aguinaga. Las marchas
y contramarchas del Ejecutivo sobre este asunto no cambiaron la determinación
de los Fujimori-Higuchi y, finalmente, el 10 de octubre se presentaron juntos
en el Ministerio de Justicia y acudieron a Palacio de Gobierno.
A partir de
ese momento ya no había marcha atrás. De ahí en adelante, los Fujimori estarán
en el ojo de la tormenta. Y la polarización referida a este asunto crecerá.
Será difícil que el debate gire necesariamente en torno a consideraciones
médico-legales.
Las
suspicacias están a flor de piel y los antecedentes no abonan, necesariamente,
a favor de los Fujimori. Quizá quien mejor ha resumido y expresado este
sentimiento sea Mirko Lauer: “No es en absoluto imposible que un Fujimori
indultado vuelva a las andadas como en los viejos tiempos, y a la velocidad del
rayo. Por ejemplo, trasladándose de vuelta al Japón (…) y montando desde allí
el tipo de aparato de agitación y propaganda sobre temas peruanos que antes
tenía. (…) Casi no hay treta que Fujimori no haya ensayado. Enfermarse y
curarse, casarse y descasarse, volverse candidato japonés y exiliado peruano,
subir a bordo y repudiar a Vladimiro Montesinos. Ahora hace trucos con fotos y
encuestas”.
Y todo es
posible, aunque los pronósticos médicos y la edad del expresidente (76 años)
indiquen que será difícil que vuelva al ruedo de la política nacional.