lunes, 22 de octubre de 2012

La historia de la solicitud de indulto a Fujimori


Por: Pablo O’Brien.


El hecho que ha dividido al país durante las últimas semanas fue el resultado de un largo proceso de deliberaciones entre los descendientes del expresidente, en el que Hiro, el hijo mayor, adquirió un inesperado protagonismo. Aquí les contamos todo lo que necesita saber de una historia que todavía no tiene final.
El 10 de octubre, los cuatro hermanos Fujimori Higuchi (Keiko, Hiro, Sachi y Kenji) presentaron la solicitud de indulto humanitario para su padre, Alberto Fujimori. Los cuatro hijos del expresidente, rodeados por decenas de periodistas, se acercaron a la mesa de partes de Palacio de Gobierno para dejar el documento que deberá ser evaluado por la Comisión de Gracias Presidenciales, que encabeza Óscar Ayzanoa Vigil. Tras cumplir con esta diligencia, Keiko señaló: “Seguramente se le dará otro tipo de connotación, pero es un pedido de indulto que ha sido hecho bajo criterios médicos y esperamos que se resuelva de manera humanitaria”.
La declaración reconocía que la solicitud despertaba suspicacias y, al mismo tiempo, reafirmaba que se hacía por un asunto estrictamente de salud. Para probar la última afirmación, la lideresa de Fuerza 2011 agregó que al pedido se adjuntaban los informes patológicos realizados a Fujimori, luego de las respectivas intervenciones a las que fue sometido en 1997, cuando era todavía presidente y se le detectó cáncer; y las del 2008, 2010, 2011, así como la última: la de setiembre del 2012.
Aunque la mayoría de medios ha pasado por alto que los cuatro hermanos firmaron y presentaron juntos la solicitud de indulto, este hecho fue sumamente revelador. Los Fujimori querían demostrar que estaban unidos en este trance y que el pedido era una decisión estrictamente familiar y no política. En cualquier otra familia, esta consideración no hubiese sido necesaria, pero sí en la de Fujimori.
La palabra de Hiro
El fujimorismo es actualmente una fuerza política importante y su peso en el Congreso puede ser determinante en algunos asuntos. Al mismo tiempo, es duramente resistido por un sector considerable de ciudadanos.
Keiko es una excongresista y la candidata presidencial del movimiento fujimorista; Kenji es parlamentario y, por supuesto, el padre de ambos es un expresidente y, proponiéndoselo o no, es todavía una figura vigente de la política nacional. Incluso Sachi ha tenido algún roce con la política. Si bien nunca ha participado activamente, sí acompañó a su hermana durante la campaña del 2012 y se involucró en algunas tareas logísticas. Los tres mencionados, además, viven en el Perú y están sometidos permanentemente al escrutinio público. Por si fuera poco, la madre de todos ellos, Susana Higuchi, fue candidata a la alcaldía y luego congresista. Y el tío, Santiago, el hermano menor del expresidente, fue hasta hace poco parlamentario.

Solo Hiro pareciera querer mantenerse totalmente alejado de una actividad en la que, como vemos, su familia más cercana se ha sumergido por completo. Para dejar en claro que su determinación es firme al respecto, ha puesto al Océano Pacífico de por medio. Desde hace más de una década, Hiro reside en el Japón y no parece tener intención de regresar al Perú. Sus últimas visitas han estado motivadas principalmente por complicaciones en la salud de sus padres.
De hecho, tomó el primer avión a Lima apenas se enteró de que la intervención a su padre se había complicado. El 19 de setiembre, Alberto Fujimori fue internado debido a problemas de cicatrización en la lengua, el mismo órgano del que fue operado en agosto.
El médico, amigo y correligionario del expresidente, el actual congresista Alejandro Aguinaga, señaló en esa oportunidad que “la herida en la lengua se abrió y se detectó una zona tumefacta que ha seguido creciendo”. Ante esta situación, Fujimori fue llevado a la clínica San Felipe para ser evaluado.
Al llegar a Lima, Hiro se habría impresionado por el deterioro de la salud de su padre. El diagnóstico transmitido por los médicos lo fue convenciendo de que el tratamiento no detenía el cáncer y que este volvía con más rapidez. Primero, se lo operó el 2008, luego el 2010, el 2011 y el 2012. Y esa era la razón por la que se había abierto la herida. Al ser una zona que había sufrido tantas intervenciones, la cicatrización es cada vez más difícil. El dolor agudo de las lesiones es un mal adicional, pues impide que se alimente regularmente.
El dolor, la imposibilidad de comunicarse adecuadamente y la reincidencia constante de la enfermedad, por otra parte, habrían contribuido a generar una depresión severa, diagnosticada desde el 2011, que el propio Fujimori ha tratado de combatir con la pintura. Un psiquiatra lo trata por ese mal dos veces a la semana. La reclusión, según los médicos tratantes, agrava esta situación y pondría en serio riesgo su salud.
Como viene sosteniendo Alejandro Aguinaga, las displasias que aparecen en la lengua de Fujimori no llegan a convertirse en cáncer porque son tratadas a tiempo, pero son lesiones que necesariamente se convertirán en tumores si no son retiradas. Y estas aparecen cada vez con mayor frecuencia, de acuerdo con los informes médicos a los que tuvo acceso COSAS.
Ante este cuadro, Hiro se habría convencido de la necesidad de solicitar el indulto. Se reunió con sus hermanos y les planteó claramente la necesidad de sacar de prisión a su padre. Descubrió que todos pensaban igual que él, pero dos asuntos los preocupaban: la propia decisión de su padre, que no deseaba recurrir a esa figura; y la aparente oposición del Gobierno.
Mientras meditaban el tema, Ollanta Humala declaró que a él aún no se le había consultado nada. Seguramente en contra de la voluntad del presidente, la afirmación fue tomada como una invitación. Hiro se reunió con los abogados, quienes le hicieron ver que lo más adecuado era solicitar un indulto humanitario. Él se mostró de acuerdo y dispuesto a firmar solo la solicitud. No fue necesario. Los hermanos decidieron que el momento había llegado. El deterioro de la salud del padre era cada vez mayor y había que arriesgarse a enfrentar las consecuencias políticas. Fue entonces cuando los cuatro hijos de Fujimori lo visitaron en la Diroes y le comunicaron que lo mejor para su salud era solicitar el indulto. El expresidente dudó, pero por primera vez se mostró abierto a la posibilidad. Llamó a más de un colaborador y amigo para que lo ayudasen a decidir qué hacer. Como ahora sabemos, se inclinó por hacer el pedido, aunque la decisión fue complicada. Más de uno de los consultados le habría dicho que lo mejor era “que se quedara y muriera en prisión”, pero la firmeza de sus hijos lo llevó a acceder a solicitar el indulto.
“La solicitud de indulto la hemos firmado los hijos, nosotros hemos convencido a mi padre. Hemos hecho esta solicitud con su convencimiento. Él está de acuerdo, y ahora también tiene ilusión de poder obtener su libertad para recuperar su tan deteriorada salud”, dijo la excandidata presidencial.
Un largo proceso
La redacción de la petición estuvo a cargo del estudio de abogados Sousa-Nakazaki, y las consideraciones médicas fueron coordinadas por Alejandro Aguinaga. Las marchas y contramarchas del Ejecutivo sobre este asunto no cambiaron la determinación de los Fujimori-Higuchi y, finalmente, el 10 de octubre se presentaron juntos en el Ministerio de Justicia y acudieron a Palacio de Gobierno.
A partir de ese momento ya no había marcha atrás. De ahí en adelante, los Fujimori estarán en el ojo de la tormenta. Y la polarización referida a este asunto crecerá. Será difícil que el debate gire necesariamente en torno a consideraciones médico-legales.
Las suspicacias están a flor de piel y los antecedentes no abonan, necesariamente, a favor de los Fujimori. Quizá quien mejor ha resumido y expresado este sentimiento sea Mirko Lauer: “No es en absoluto imposible que un Fujimori indultado vuelva a las andadas como en los viejos tiempos, y a la velocidad del rayo. Por ejemplo, trasladándose de vuelta al Japón (…) y montando desde allí el tipo de aparato de agitación y propaganda sobre temas peruanos que antes tenía. (…) Casi no hay treta que Fujimori no haya ensayado. Enfermarse y curarse, casarse y descasarse, volverse candidato japonés y exiliado peruano, subir a bordo y repudiar a Vladimiro Montesinos. Ahora hace trucos con fotos y encuestas”.
Y todo es posible, aunque los pronósticos médicos y la edad del expresidente (76 años) indiquen que será difícil que vuelva al ruedo de la política nacional.