miércoles, 31 de octubre de 2012

La consulta


Por: Mirko Lauer
¿Cómo llegará Susana Villarán a una consulta popular? La primera impresión es que no va a llegar sola. Si bien su cifra de aprobación es relativamente baja, a estas alturas hay una creciente conciencia de que esa elección buscará definir algo más que su peso político personal, o incluso lo avanzado durante su gestión.
El tema de fondo es la institucionalidad. Es lo que viene implícito en declaraciones de altos dirigentes del PPC y de Perú Posible que declararon que votarán contra la revocación, sin esperar el dictamen del JNE. Al escribirse estas líneas los demás partidos están evaluando qué posición tomar, señal de que revocar no les parece algo bueno de por sí.
Para la izquierda el apoyo a Villarán será automático, pues un triunfo en la consulta haría de ella una buena carta para más adelante. No olvidemos que con Ollanta Humala en otro campo, la izquierda carece de un candidato presidencial verosímil para el 2016, que además funcione como locomotora para la competencia parlamentaria.
El oficialismo se ha mantenido silencioso, y es probable que se mantenga así hasta el final. Lo que más le debe estar preocupando es la posibilidad de que la consulta popular se desvíe hacia una suerte de plebiscito sobre la gestión del gobierno. Algo que también puede suceder en la elección que siga a una revocación de Villarán, si llegara a darse.
Lo sucedido en La Parada-Gamarra ha sido una bendición política para Villarán: la ley y el orden vs. un hampa bajo contrato de intereses antimunicipales. De pronto se está haciendo evidente que votar contra la revocación no es tanto votar por ella sino votar por el avance de los proyectos municipales, bajo cualquier alcalde presente o futuro.
Pero Villarán tiene algunos problemas para enfrentar la consulta. Uno es que no tiene un aparato político propio, y pocas posibilidades de convertir a Fuerza Social en algo equivalente a eso. Cuesta imaginar a sus operadores forjando una alianza transpartidaria capaz de mantener la campaña dentro de cauces institucionales.
La única alianza que llegaría fácil sería con la izquierda. Pero una izquierdización del NO puede resultar contraproducente para una imagen que necesitará mantenerse institucional. Además, no olvidemos que el margen de victoria en las elecciones del 2010 no llegó ni exclusiva ni principalmente de ese sector.
Falta saber si los políticos que se han pronunciado por el NO, y los que todavía pueden asumir la misma posición (Apra, AP, Fuerza 2011, Gana Perú), están dispuestos a participar activamente en la campaña. Eso haría la diferencia entre un NO esencialmente indefenso y un NO capaz de mostrar garras republicanas y democráticas.