Su imagen es una de las más reproducidas a nivel mundial en fotografías, camisetas y posters, es también uno de los iconos revolucionarios más conocidos por su espíritu de lucha, ideas y compromiso. A 45 años de su asesinato (9 de octubre), este personaje sigue vigente en el ideario popular.
La Ciudad de México cambió de manera estrambótica la vida del futuro guerrillero, aquí conoció los preparativos de la Revolución Cubana, el amor, la cárcel, la familia, los estudios, el trabajo, las armas, el deporte, sobre todo se hizo soldado sin dejar de ser médico. Por eso recordamos algunos pasajes de Ernesto “Che” Guevara en la capital chilanga.
Nombrado como el “Che” en México
Tras recorrer Argentina, Chile, Perú, Colombia, Venezuela, Bolivia en motocicleta, trabajó en un leprosario en el Amazonas. De ahí llegó a Guatemala (1953) y coincidió con un grupo de cubanos que participó en el ataque al cuartel Moncada el 26 de julio y que escapaba de la isla. Decidió venirse a México con ellos, encabezados por Antonio “Nico” López. Lo llamaban “Ernesto Guevara” y como los argentinos le dicen a los demás: “Che”, los cubanos comenzaron a llamarlo así.
Médico de corazón
Al llegar a México, Ernesto Guevara trabajó como voluntario en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), en el área de alergología del Hospital General, tres veces a la semana, sin cobrar un solo peso. En ese tiempo escribía el libro La función del médico en América Latina.
Legionario Masónico
Cuando tenía 27 años conoció a Raúl Castro en la Ciudad de México. En ese momento el hermano de Fidel huía de Cuba tras ser acusado de instalar bombas. Después le presentaron a Fidel Castro, quien rondaba los 29 años. El primer encuentro ocurrió una noche de julio de 1955, en la calle José de Emparán, en la casa de la cubana María Antonieta González. Ernesto se integró a la Legión Masónica del Valle de México del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, en un centro ubicado en Sadi Carnot número 75, colonia San Rafael, delegación Cuauhtémoc.
Fotógrafo de niños y vendedor de juguetes
A la par de su trabajo voluntario en el IMSS y de las investigaciones médicas, Ernesto fue fotógrafo de prensa de la Agencia Latina de Noticias. Ganaba $700 pesos mensuales. Se le asignó la cobertura de los II Juegos Panamericanos en la Ciudad de México, del evento deportivo esperaba obtener $4000 pesos. Sin embargo, la agencia informativa cerró, por lo que para cubrir sus necesidades tuvo que fotografiar a niños en la calle San Juan de Letrán (hoy Eje Central, se colocaba a la altura de los Churros El Moro). Incluso llegó a vender juguetes en las calles durante las últimas semanas de 1954.
Devorador de libros
Rentaba un departamento en la calle Bolívar, en el Centro Histórico. Recorría la calle de Gante, donde se ubicaban algunas armerías y una de sus librerías favoritas que hoy ya no existe. Su amigo Julio Roberto Cáceres, con quien llegó a México, trabajaba como velador en la librería del Fondo de Cultura Económica. Durante la noche, Ernesto lo acompañaba, tomaba libros de los anaqueles para leerlos sin comprarlos. Estas visitas le ocasionaban problemas en su relación con la peruana Hilda Gadea.
Romanceaba en la Condesa
En una carta, el argentino escribió a uno de sus amigos: En relaciones públicas sigo más o menos igual. Sin haber hecho una amistad intelectual o sexual que valga la pena. Sin embargo, al iniciar su noviazgo con Hilda Gadea, debía visitarla en la colonia Condesa. Ella rentaba un departamento en la calle Pachuca número 108, lo hacía junto con su amiga Lucila. Hilda quería una casarse con Ernesto y formar una familia, pero él estaba interesado en sólo tener una relación intelectual y sexual, mas no amorosa ni permanente. Cuando iban al cine, el futuro guerrillero prefería las películas de Mario Moreno “Cantinflas”.
Alumno de la UNAM
El “Che” no realizó examen de admisión a la UNAM; sin embargo, logró entrar a clases de Economía como “oyente”. Existen fotografías de Ernesto con Hilda Gadea en Ciudad Universitaria. Asistía a la Hemeroteca Nacional a leer sobre el asalto al cuartel Mocanda y se sumó al Movimiento 26 de julio. Años después, los estudiantes cambiaron el nombre del auditorio “Justo Sierra” de la Facultad de Filosofía y Letras por “Ernesto ‘Che’ Guevara”.
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JAIME ESPEJO ARCE