lunes, 7 de mayo de 2012

Villa Stein contra Villa Stein



Por: Ernesto de la Jara.

Como una de las personas insultadas por Javier Villa Stein, quien hasta hace poco era el presidente de la Corte Suprema y ahora es vocal supremo, solo me limitaré a decir una frase que, estoy seguro, muchos compartirán: Un magistrado que se respete a sí mismo y que se sepa respetado nunca habría tenido el comportamiento que él ha adoptado en varias de sus entrevistas. No me imagino en este plan a un jurista de la talla de Zaffaroni (argentino).

Pero más grave aún es que estando en la cúspide del sistema de justicia haga propuestas sin el más mínimo fundamento jurídico. Ha planteado, por ejemplo, la creación de un Consejo de la Magistratura, similar al que tenemos en el país para el control de los jueces, para que supervise la actuación de los integrantes de la Comisión y de la Corte Interamericanas de Derechos Humanos.

Con este planteamiento, Villa Stein demuestra ignorar que una cosa es un órgano que se origina en una norma nacional y otra es un órgano que proviene de instrumentos internacionales.

El Consejo Nacional de la Magistratura al que se refiere existe porque lo creó la Constitución del Perú de 1993, por algo se llama Consejo Nacional de la Magistratura. En cambio, la Comisión Interamericana tiene su origen en una declaración internacional (la Carta de la OEA); mientras que la Corte Interamericana, en un tratado internacional (la Convención Interamericana de Derechos Humanos). No hacer esta distinción es confundir papas con camotes.

Al provenir la Comisión y la Corte de instrumentos internacionales, no son órganos cuyo régimen pueda ser cambiado así no más. Se requeriría para ello la modificación de los dos instrumentos internacionales mediante una clara votación a favor por parte del conjunto de los Estados de la OEA, siguiendo los procedimientos previstos en una serie de normas internacionales, lo que hace que ello sea un poco más complicado de lo que se pueda contemplar para cambiar los estatutos de una asociación dedicada a la colección de láminas de mariposas.

Pero qué importa todo esto. Al expresidente de la Corte Suprema se le ocurrió y, sin más, soltó la insólita propuesta. Lo importante para él es evitar que la Comisión y la Corte sigan resolviendo de manera sesgada. ¿Un juez del más alto nivel (en funciones) afirmando ante cámaras de televisión, como cualquier hijo de vecino, que las resoluciones del sistema regional interamericano (las que él está obligado acatar) son sesgadas? ¿No era que sobre los asuntos de fondo los jueces deben limitarse a hablar a través de sus sentencias? EL CNM debería evaluar si con estas declaraciones se ha incurrido en una inconducta funcional.

Después dijo que Diego García Sayán debía renunciar a la Corte, porque si se tenía que inhibir en todos los casos relacionados con el Perú, significa que no podía defender a su patria. O sea que la función de un juez internacional es defender a su patria. Con el mismo criterio, el juez chileno tendría que defender a Chile, el colombiano a Colombia, y así estos órganos se convertirían en campos de batalla. Y siguiendo con la misma lógica, el vocal supremo piurano tendría que defender a Piura y el chiclayano a Chiclayo. Estaríamos ante el fin de la independencia que deben tener los jueces, principio básico de la función jurisdiccional.

Acusó a las instituciones caviares de haber tomado el Sistema Interamericano de Derechos Humanos. ¿Todo un sistema internacional sometido por unas cuantas organizaciones nacionales? Nadie hasta ahora las había considerado tan poderosas. El vocal supremo en cuestión debería saber que tanto los miembros de la Comisión como de la Corte no son elegidos por las ONG sino por los Estados de la OEA, y son los Estados los que libremente deciden someterse a dichos órganos, tal como lo hizo el Perú hace décadas. Esto último es lo que manda, así no le guste a este juez que de pronto ha vuelto a ser caserito de los medios de comunicación. ¿Habrá alguna razón más allá de su vocación mediática? Continuará…

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JAIME ESPEJO ARCE