Entrevista de Yoani Sánchez
Eres una figura de relevancia pública especialmente por ser el hijo de uno de los íconos históricos de la revolución cubana, el comandante Juan Almeida Bosque. ¿Cómo has llevado esa circunstancia? ¿Te has aprovechado de ella? ¿Se ha convertido en un lastre?
¿Figura? ¿Relevancia? ¿Yo? Te cuento, una mañana de octubre un General me elogió diciendo con reverencia que yo era el hijo predilecto de mi padre comandante, y algunos años después, ese mismo General me botó casi a patadas del funeral de mi padre.
Ves, la existencia es referente, y eso que tan fácilmente pudiste llamar “Circunstancia”, ha sido, es y será para mí, la vida entera. Está en mi sangre, en mis genes, en mi apellido. No podría yo, ni quiero, renunciar a lo que soy. Mi padre no es, ni fue un lastre.
Poco pienso lo que digo y siempre digo lo que pienso, ya lo he dicho, lo he pensado, lo reafirmo: si un día vuelvo a nacer, no quisiera un padre igual, quisiera el mismo.
Decir que me aproveché de él, de su cargo, de su poder, me disculpas, también sería relativo. Por cierto, mi padre tuvo nueve hijos, somos nueve hermanos, ¿por qué me entrevistas a mí? Yo creo que no es tan sólo por ser hijo de Comandante.
Quiero concluir con esta pregunta el tema de tu padre y pasar a hablar de ti: En el imaginario popular el comandante Juan Almeida era un hombre de pueblo, divertido, sencillo y transparente. No se le atribuyen excesos ni abusos de poder. ¿Concuerdas con esa imagen? ¿Cómo era él en el seno familiar?
¿Imaginario popular? Caramba, Yoani, qué frases tienes.
Mira, digamos que de alguna forma concuerdo con esa visión si “sencillo” quiere decir no ser alguien complicado. Más que decir “de pueblo”, fue cubano, muy “cubano” y muy humano. El día que fui a la morgue me le acerqué y lo besé, estaba sobre una camilla, serio, frío, aquello no era mi padre. Y aunque es difícil para un hijo opinar sin parcializar, hoy te podría decir que la sonrisa de mi padre era una cosa increíble, fascinante, la más hermosa de este mundo.
Recuerdo que cuando era niño me encantaba acariciar las huellas que sus batallas habían dejado en su cuerpo, él me miraba y me contaba orgulloso, sonriente, estas fueron por aquí, estas fueron por allá, aquella fue en el Uvero… En fin, conozco cada centímetro del cuerpo de mi padre, un hombre en extremo tierno que paradójicamente murió sin decir Te quiero. Quizás por eso se refugió en sus canciones, a mí me compuso una, Marinero quiero ser, y cada vez que la escucho se me estruja el corazón.
Mi padre fue lo que un día yo quiero llegar a ser: Único.
Pero ya, cambiemos de tema ya, me pongo sentimental y a mí me aterra sufrir.
De la lectura de tu libro “Memorias de un guerrillero desconocido” y de otros testimonios de personas cercanas a ti, se desprende cierto aire desastroso en tu conducta: Alumno indeseable en varias escuelas, pésimo agente de la Seguridad del Estado, empresario malogrado y bohemio sin redención. Si te vieras obligado a hablar bien de ti mismo ¿qué dirías?
Ah, ¿pero estabas hablando mal?, Palo porque boga y palo porque no boga. Si hubiese sido un buen agente de los órganos de la Seguridad del Estado, seguramente ahora mismo me estuvieras criticando. Si hubiese sido un empresario “bien logrado”, me estuvieses piropeando o envidiando. Y si no fuera bohemio, no me sabría poesías y esta entrevista sería una aburrida porquería cargada de elogio y pedantería.
Viste, eso rima.
Hace un rato me dijiste “Figura de relevancia”, ahora, “desastroso” e “indeseable”. Coño, chica, estás igual que el General. Mira, ¿sabes quién soy? Soy Juan Juan, y, dicho sea de paso, me encanta decir mi nombre. Soy habanero de nacimiento y corazón. Cuando yo era chiquitico y las alfombras rodaban, alguien siempre murmuraba: “Ahí llegó el hijo del Comandante Almeida”. Luego, cuando mi hija era pequeña y, junto a su madre, la llevábamos a la escuela, sus amiguitos decían “ahí llegó el papá de Indira”. Como ves, amiga mía, igual que hijo de mi padre, soy el padre de mi hija. Entonces, eso soy: el papá de Indira, el esposo de Consuelo, el hijo de Púbila García, el hijo de Juan Almeida, el hermano de mis hermanos, el amigo de mis amigos… En fin, soy un tipo plural que adora vivir la vida y, a diferencia de muchos, no sueña con esa imagen de ser hombre inteligente, no soy víctima, no soy héroe, no pretendo ser un líder y mucho menos ejemplo, no partidos, no grupos. Solo soy un ser humano con defectos y harto ya de tanta gente que fanatiza con enderezar el mundo que ya de por sí ni es redondo. Creo que un buen desorden puede ser algo fantástico.
En tu juventud y por provenir de una familia como la tuya, te relacionaste con ese grupo de muchachos llamados popularmente “los hijos de papá” ¿Conservas amistad con alguno de ellos? ¿Qué fue de aquella pléyade?
¿De veras no te sonaría mejor preguntar qué fue de mi grupo de amigos? Bueno, da igual, Pléyade te gusta, pléyade usaré.
No voy a mencionar sus nombres, pero todos mis amigos, como todos “los amigos”, unos andan por aquí, otros andan por allá, y otros por el más allá.
Antes les hablaba mucho, e incluso los visitaba, a los de aquí y a los de allá. Pero después de sufrir algo tan conmovedor como fueron y son las persecuciones, seguimientos, arrestos, interrogatorios, marginaciones, exclusiones, etc, uno tiene que aprender a vivir con su presente. No veo por qué afectar, ni contagiar, ni querer convencer a nadie. Mi mamá me lo decía - Juan Juan, yo crié un machito - y punto, me lo creí.
Me separé de mis amigos por protegerlos a todos, también de algunos familiares, sería una cabronada haberlo hecho de otro modo. Pero te voy a decir algo, el día que me botaron del funeral de mi padre, inmediatamente después, toda mi familia se marchó de ese lugar, todos se largaron de La Plaza de la Revolución. Escucha bien: Todos, Plaza de la Revolución. No es fácil. De ahí fui para mi casa y allí me encerré a llorar solo. ¿Y sabes lo que me ayudó?, las muchísimas llamadas telefónicas, el montón de sms de amigos que, como tú, saben que mi teléfono anda siempre acatarrado. Ah, y más de seis mil e-mails. No soy un ángel, lo he dicho, pero eso me pareció suficiente para creer que no soy tan malo y que algo supe sembrar.
¿Te dije que hace muchísimo tiempo saqué de mi diccionario las palabras “enemigo”, “victoria”, “derrota”, y porque rima con “combate” también le arranqué “debate”?
El sufrimiento me aterra, el poder también. Los conozco, los he visto desde niño, uno va con el otro. Aquel que prefiera el poder, debe tener siempre claro esa definición, en su sentido más estricto, para no cometer actos contrarios a los deberes que impone la ley, ni satisfacer intereses personales de quien lo ejerce abusando de autoridad y actuando sin respetar leyes, resoluciones o constituciones. Yo no quiero ese poder, prefiero sonreír tranquilo.
Por cierto, y para terminar, eso de “los hijos de papá” es una de las tantas frases que solo hacen separar, y aunque te parezca un chiste, es bastante discriminatoria y excluyente para con esa misma “Pléyade” que llamas “los hijos de papá.” Todo no es absoluto, no se ve igual la manzana desde el suelo que desde cielo.
Tu drama actual se describe como el de una persona enferma que necesita tratarse en el extranjero, donde además reside tu familia, y no te permiten salir del país. ¿Cuáles son las razones que te han expuesto para negarte el permiso de salida? ¿Cuáles crees que sean los motivos reales? ¿Qué tendrías que hacer o qué tendría que ocurrir para que finalmente te montes en un avión para salir de Cuba? ¿Regresarías a vivir en tu país si logras salir?
A ver, primero pongamos las cosas en su contexto: tengo una vida, no un drama. Nací con una enfermedad que irremediablemente me anquilosará, no me gusta hablar del tema, detesto actuar como víctima. En los ochenta mi padecimiento debutó con dolores irresistibles y periodos de invalidez. Fui tratado por los más conocidos especialistas cubanos sin llegar a solución, incluso, una tarde me llamaron de la oficina de mi padre porque, y así se me comunicó, el Ministro Raúl Castro había mandado a buscar unos médicos coreanos para que, entre tantísimas cosas, intentaran también con mi caso. Fui con los facultativos coreanos, varias sesiones de acupunturas y otras técnicas tampoco me resolvieron. Pregúntaselo a Raúl, él lo debe recordar. Fue entonces cuando, por decisión de una comisión del MININT y del MINSAP, mi resumen médico fue enviado a un congreso internacional. Así comencé a viajar a Bruselas para ver a mi doctor y las cosas marcharon bien hasta que marcharon mal. Las razones, no las sé. He recibido amenazas, hostigamientos, detenciones, persecuciones, un montón de cosas raras; pero explicación, ninguna.
¿Por qué no me dejan salir? No tengo la menor idea. No lo sabe mi instructor ni nadie de Villa Marista. Tampoco acepto ese cuento de que mi padre lo ordenó porque testigos no me faltan para destruir esa hipótesis.
No hay dudas, es un capricho de quien literalmente puede pisar nuestra Constitución, hacer olvidar el juramento hipocrático al Ministro de Salud, silenciar a la más alta dirección de Ministerio del Interior y al Presidente de la Asamblea Nacional.
¿Quién tiene tanto poder? Fuente Ovejuna, señor. Ese que me puede liquidar, hacerme sufrir de dolor, mantenerme sin la más mínima benevolencia separado de mi hija, de mi esposa, de mi familia, que me puede encerrar en una celda o en una casa secreta. Pero ese orgullo de firmeza destrozará su prestigio porque todos miran y se preguntan ¿por qué el señor Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de la Republica de Cuba, se aferra a la idea de joder a un tipo tonto como yo? La respuesta no la sé, soberbia podría ser.
¿Que si voy a regresar? Te voy a contestar lo mismo que le dije a un Coronel que un día me entrevistó: Mi interés es regresar, eso ya lo he repetido; pero ojo, primero tengo que salir.
Lo que sí he dejado claro es que si salgo ilegal, regreso ilegal.
Circula una versión de que hiciste al menos un intento de salida ilegal del país. Lo incomprensible es que, según se dice, fueron sorprendidos /infraganti /en un ómnibus. ¿Pudieras ser más explícito?
Sí; pero primero hay que aclarar, no fue uno, fueron dos los intentos de salida ilegal, o casi tres. El primero se frustró porque la balsa se hundió por suerte en la misma orilla, tengo al menos dos amigos que lo pueden confirmar.
El segundo, fue ese que muchos conocen: Una tarde me llamaron para que, si quería irme ilegal, me presentara vestido de blanco, a las 7 de la mañana, en la cafetería que se encuentra en la entrada del parque Lenin en las afueras de la capital.
Eso hice el 6 de mayo del 2009 por pura desesperación. Ya dije que escribí cartas, ya dije que supliqué, ya dije que me entrevisté, ya dije que me ignoraron y no me quedó mas remedio que una salida ilegal. Lo demás, ya es parte de esa vieja y triste historia que a veces parece gastada: sueños, llantos, frustraciones, familias destrozadas… en fin, dije que sobre la guagua íbamos sesenta y tantas personas.
Algunos dijeron que Dios nos había abandonado, y otros, que simplemente nos había salvado de una muerte en alta mar. El caso fue que a las nueve de la noche, por suerte o desgracia, no sé, después de horas de camino, la policía de tránsito detuvo el autobús en el punto de control policial de carretera en la ciudad de Manzanillo. Nos llevaron a una estación de policías, nos quitaron los carnés de identidad y los teléfonos celulares, nos dieron una charla en un teatro y luego nos dividieron en grupos. Yo quedé entre los que pernoctaron en esa estación. Nos metieron en calabozos, y allí, unos tirados por aquí, y otros por allá, pasamos juntos la primera noche. Al otro día temprano, después de desayunar, nos quitaron las pertenencias, nos tomaron las huellas, nos tomaron declaración y nos encerraron en los mismos calabozos que antes estaban abiertos y que ahora describir perdería todo sentido. En ese tiempo me enteré que algunos de mis compañeros de viaje habían intentado salir del país ilegalmente en otras tantas ocasiones y ya conocían de sobra el proceder policial. Al rato nos devolvieron todas las pertenencias menos los celulares y los carnés de identidad, nos ofrecieron almuerzo y nos montaron en la misma guagua, filmándonos mientras montábamos, para conducirnos a la delegación del MININT de Bayamo. Pero imagínate tú, una guagua, con sesenta y tantos pasajeros intentado salir ilegalmente de Cuba era una bomba rumorosa que recorría hasta con morbo las calles de Manzanillo, quizás por eso mucha gente de ese pueblo quiso pararse en las aceras para mirarnos pasar. Al principio yo pensé que nos tirarían piedras o cosas por el estilo, pero nada de eso, chica, la población reunida nos daba muestras de solidaridad. Eso fue conmovedor.
Llegamos a Bayamo, interrogatorios, traslado a La Habana, casas secretas y hasta un registro minucioso en mi casa, una verdadera atrocidad… En fin, luego de varios días salí de aquella pesadilla con un capuchón en la cabeza y una medida cautelar que lleva ya muchos meses y me obliga aún hoy a ir a firmar en Villa Marista. Ya lo he dicho muchas veces, yo no quiero ir a firmar, yo quiero un juicio, un juicio donde aceptar mi propia culpabilidad, y donde también quede clara la culpabilidad de quienes, al no contestar mis cartas y dejarme en un limbo legal, me obligaron y me obligan a optar por una opción ilegal. Situación y sugerencia que ambas, aún, continúan vigentes.
Pero lo que pocos saben es que hay una “casi” tercera salida ilegal, esta última la informé personalmente en Villa Marista, les comenté que iba a convocar a la prensa nacional e internacional, citarla en el Malecón y largarme en una balsa. Antes y por supuesto, también se lo comunicaría a la prensa de Miami para que alguien, un barco, un guardacostas, una chalupa, no sé, cualquiera me esperara en aguas internacionales. Tengo visa. No voy a parar de pedir ni de intentar la salida, legal o ilegal, eso poco no me interesa, necesito ir al doctor, abrazar a mi familia y regresar porque nadie, absolutamente nadie tiene derecho a pisotear mis derechos.
¿Te consideras un disidente, opositor al gobierno o algo parecido?
Me das muy pocas opciones. No me considero ni disidente ni opositor y mucho menos eso de “algo parecido”. Aprendí a convivir, soy todo y nada. Tengo opiniones políticas pero no soy un político, tengo un blog y no soy bloguero, tengo amigos militares pero no soy un militar, tengo amigos extranjeros pero no soy extranjero, soy amigo de Ventolera (el flaco truhán de quien se dice que es experto en robar ropa por las tendederas) pero no soy un ladrón, tengo voz pero no soy locutor, tengo muchísimos amigos gays pero…Bueno, de ese tema hablamos luego.
¿Sabías tú que una vez, tan solo para callarme, me ofrecieron un trabajo en un importante lugar con regalitos incluidos? ¿Alguna vez te conté que un amigo disidente me invitó a participar en su partido? ¿Te dije que en Villa Marista constantemente me invitan a portarme bien para darme la salida? ¿Mencioné que hace unos días recibí un recado extraño de bocas de un General?
Ay, por Dios, me considero un ser vivo, un animal, un humano, un cubano, un habanero que persigue únicamente el bienestar de mi familia, de mis amigos, de los amigos de mis amigos y de todo mi país.
Me gusta un poema de mi amigo Roger Silverio donde dice una cosa así: “Cansado, mi Señor, estoy cansado, es muy grande la carga que me has dado
Y por cansado estar, casi he olvidado, tu promesa de un mundo restaurado”
¿Es cierto que tienes una habitación privada en Villa Marista, el cuartel general de la Seguridad del Estado? ¿Alguna vez has sido sometido a tratos crueles, torturas físicas o sicológicas? ¿Todavía a estas alturas te proponen que colabores con ellos?
Es cierto y curioso que las veces que me han llevado a Villa Marista he tenido el privilegio de dormir sobre la misma cama de la misma celda…perdón, quise decir “habitación presidencial”. Pero mira, han cambiado mi número, mi acompañante y hasta el instructor. Claro, este último se disculpó y me explicó que había estado trabajando fuera de La Habana. No menciono su nombre porque él me lo suplicó y respeto su privacidad.
El trato no ha sido malo, a mí nadie me ha pegado, nadie me ha sacado las uñas y hasta cartas me han mostrado. Pero alerta, una medida cautelar que dure más que la sanción de un delito no cometido pudiera ser una violación, estar preso sin motivo pudiera ser un maltrato, sentirse y verse perseguido por personas y autos de los cuales hasta tengo fotos pudiera ser hostigamiento, que no me permitan salir para visitar a un doctor pudiera ser una suerte de tortura física, y el mero e insignificante hecho de que me tengan alejado de mi familia por capricho y mandato de un señor, pudiera ser algo así como una presión sicológica. Máxime cuando todo esto a menudo va acompañado de un amable “Pórtate bien”.
¿Qué si me han propuesto colaborar? No, eso no me lo han pedido; pero créeme, me encantaría aunque según los manuales que recuerdo de la KGB, hay ciertas características que deben cumplir las personas “a reclutar”. No sé si puedo hablar sobre esos temas sin violar alguna ley; pero desde ya te digo que no encajo en su perfil.
Últimamente te ha dado por salir a la calle con carteles ¿Qué decían cada uno de ellos? ¿Qué pretendías lograr con esa protesta pública?
No, últimamente no, siempre he sacado carteles. El primero lo saqué siendo apenas un muchachito. Yo fui Pionero José Martí y quería ser como el apóstol. En aquella primera ocasión mi cartel decía “Quiero ser como Martí”. Que conste, no tenía nada en contra del Che Guevara ni de la consigna pioneril; pero me castigaron.
Más tarde, estando becado, colgué una sábana al balcón que decía en letras negras “Maestros, los alumnos no vamos al campo hoy, estamos cansados, por favor, sustitúyannos”. Los maestros no entendieron que les estaba pidiendo un favor. Esa semana me dejaron sin pase.
A mi esposa y a mi hija les he llenado la casa de carteles. En el baño, en los espejos…En fin.
En el año 2005 fui a la oficina de inmigración del municipio Plaza con un cartel que decía “Necesito el permiso de salida para mí y para mi esposa”. Me lo quitaron. Ese mismo año fui a la Plaza de la Revolución con un cartel que decía exactamente lo mismo. Me detuvieron y confiscaron el cartel.
Finalizando el 2009 me dijeron en Villa Marista que mi caso estaba cerrado y que ya podía solicitar mi permiso de salida, al día siguiente me llamaron revocando la decisión, volví a la Plaza con una pancarta pero esta vez estaba en blanco. Eso sí que fue un problema, los agentes no entendieron y por mucho que expliqué no creyeron que pensaba hacerla allí. Oye, es que la gente inteligente es siempre muy complicada.
El último y más reciente fue en diciembre. Un oficial de Villa Marista me aseguró que para tal día me iba a tener una solución definitiva a mi asunto. Ese día tal estuve allí. Nada, me sentí burlado, agarré mi pasquín y salí en dirección a la casa de Raúl, me detuvieron en 5ta avenida, esta vez decía “Señor Presidente, respete la ley, respete mis derechos”.
Nunca he pretendido faltarle el respeto a nadie, no soy un hombre valiente, mis carteles no ofenden, no crean escándalos públicos, solo intentan llamar la atención de las personas a quienes van dirigidos. Nada más. Ya dije en Villa Marista que a ellos les encanta inventar héroes, figuras, mitos, historias, leyendas, personajes y enemigos. Me están convirtiendo en algo que yo no soy
Desde hace unas semanas has abierto un blog en internet bajo el título “La voz del Morro”. ¿Cuál es el contenido de este blog? ¿Qué te hizo participar de la blogósfera alternativa cubana?
He repetido incontables veces que a mí no me dejan salir por el capricho poderoso de mi señor Presidente, que escribí cartas, que intenté salidas ilegales, etc, etc, etc. Llegado ese punto y sabiendo que no soy un caso aislado, abrí mi blog lavozdelmorro.wordpress.com para brindar una ventana a todo el que quiera gritar, testimoniar y exponer al mundo la cara de los que hoy somos fantasmas. No es mi propósito hurgar sobre la herida de nadie, solo quiero el testimonio de todas aquellas personas que por razón o capricho de un “Don Juan de los palotes” no pueden viajar a esta isla o salir de ella. Quiero el reclamo de todos los que tristemente compartimos esta absurda prohibición que, más que separar, nos une.
Es sencillo, no hay doble rasero en ello. Lo sorprendente es que algunos prefieren el miedo y optan por callar abrigando la esperanza de que el gobierno les perdone aquello que no cometieron. Los entiendo, es su elección, me han escrito escudándose tras seudónimos, pero yo quiero historias, no cuentos. A ver tú, cuándo te embullas a poner tu cara en mi blog.
Mira, no me gusta ese nombre de “blogósfera alternativa cubana”, me suena feo y por eso quiero aclarar que no somos un partido ni tomamos ningún acuerdo.
Ahora preciso contar una historia. Un mañana cualquiera me citaron a un lugar y, después de mucho hablar, una persona me dijo que yo me quería parecer a una tal Yoani Sánchez. Te juro, jamás había escuchado ese nombre y comencé a preguntar con la única intención de saber con quién me estaban comparando. Luego leí lo que escribió Fidel Castro en el prólogo de un libro y la curiosidad se me disparó. Así pasó, y cuando ya ese nombrecito hasta se me había olvidado, una tarde, estando yo escribiendo en casa, recibí un sms que decía “Soy Yoani, si me quieres conocer estoy en casa de…” (Un amigo que no quiero mencionar).
Contesté el sms - “Por supuesto, voy a tu encuentro ahora mismo y te voy a besar los pies, digo, si te los lavas” - dejé todo lo que estaba haciendo con la ilusión de conocer a una mulata zalamera, alta, comestible y requetebuena.
Tremendo chasco, mi amiga, en casa de ese buen amigo y, sobre el único sofá, había una flaquita blanca de piernas bonitas pero demasiado recatada para mi gusto. ¿Y esto es Yoani Sánchez? me pregunté. Así conocí a una mujer encantadora y a su marido de humor cautivante. Me invitaste a tu casa y fui, entré en el elevador y junto a mí entraron dos jóvenes, los miré con disimulo. En ella pude apreciar cierta mirada arrogante y soñadora, y porque soy indiscreto presté especial atención a unas nalgas metropolitanas. De él…bueno, la verdad es que después de mirar aquellas nalgas no pude fijarme en él. Salí del elevador y cuando llegué a tu puerta los dos muchachos entraron. De esa manera conocí a Claudia Cadelo. Y porque una mujer hermosa no es la más joven ni la más flaca ni la que tiene el cutis más terso o el cabello más llamativo sino aquella que con solo una sonrisa y un consejo puede alegrarte la vida, terminé siendo su amigo y amigo del tipo espectacular que es Ciro. Después conocí a Orlando Luis y de él también me enamoré, a Iván, a Miriam, a Ricardo y a todos los que hoy son parte de mi familia. Es más, te puedo decir que así, tal y como te conté, comenzó esta loca fábula que más que fábula es cuento y más que cuento ya es historia.
Si ahora mismo el presidente de la República, el general Raúl Castro, te llamara por teléfono y te pidiera consejos para solucionar los problemas de Cuba ¿Qué le dirías?
Eso no va a suceder. Y sí así fuera, no podría atenderlo ahora, le estoy contestando a Yoani.
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JAIME ESPEJO ARCE