Los grupos mediáticos han ido consolidándose, y el más representativo de este proceso es El Comercio. La capacidad de influencia de los periodistas está asociada hoy al grupo al que pertenecen.
La concentración ha dejado el mercado de prensa peruano en poder de la familia Miró Quesada (grupo ECO), la familia Mohme (grupo La República), la familia Agois Banchero (grupo Epensa) y la de Manuel Delgado Parker (Grupo RPP). Este esquema ha ido desplazando del imaginario la tradicional visión del “club de los periodistas más influyentes” que rigió en el Perú desde 1980. Para diversos analistas entrevistados, incluso existen hoy periodistas ligados a esos grupos que ejercen discretamente el poder detrás del poder.
Esta tendencia a la concentración le ha cambiado la cara a la prensa, pero al mismo tiempo constituye un potencial riesgo para la información ante la aparición de intereses creados, advierte el influyente ex director de Peru 21, Augusto Álvarez Rodrich: “A mayor concentración, más riesgo para la libertad de expresión. Y le es más fácil al gobierno influir a la prensa y manipularla. Eso implica el riesgo de menor influencia de la prensa en beneficio del gobierno”.
La concentración de la prensa podría provocar desinformación o manipulación de manera coordinada en detrimento de otras noticias, pero este escenario es descartado de plano por la periodista Laura Puertas, directora de los servicios informativos de América TV, quien lo niega categóricamente. “No existe ningún tipo de coordinación en torno a un evento noticioso entre los directores de los diarios y de los servicios informativos de las empresas [vinculadas al grupo El Comercio]”, dice Puertas.
“A mí no me llama Fritz Du Bois [director de Perú 21] o Paco Miró Quesada [director de El Comercio] para ponernos de acuerdo sobre tal o cual información”, señala. “Aquí no hay que levantamos la noticia concertadamente por este ángulo o lo silenciamos, acá cada uno de los medios se maneja con responsabilidad y autonomía. El caso de los ‘petroaudios’ lo dejó en evidencia”, añade al aludir al escándalo sobre el cual el diario El Comercio vaciló en informar alegando que podría afectar la gobernabilidad y desestabilizar al gabinete de Jorge del Castillo, y que explotaron periodísticamente América TV y Perú 21, cuyo director de entonces –Álvarez Rodrich– renunció al cargo semanas después, según él por presiones del gobierno dirigidas desde Palacio.
¿Un poder dentro del poder?
La concentración ha dejado el mercado de prensa peruano en poder de la familia Miró Quesada (grupo ECO), la familia Mohme (grupo La República), la familia Agois Banchero (grupo Epensa) y la de Manuel Delgado Parker (Grupo RPP). Este esquema ha ido desplazando del imaginario la tradicional visión del “club de los periodistas más influyentes” que rigió en el Perú desde 1980. Para diversos analistas entrevistados, incluso existen hoy periodistas ligados a esos grupos que ejercen discretamente el poder detrás del poder.
Esta tendencia a la concentración le ha cambiado la cara a la prensa, pero al mismo tiempo constituye un potencial riesgo para la información ante la aparición de intereses creados, advierte el influyente ex director de Peru 21, Augusto Álvarez Rodrich: “A mayor concentración, más riesgo para la libertad de expresión. Y le es más fácil al gobierno influir a la prensa y manipularla. Eso implica el riesgo de menor influencia de la prensa en beneficio del gobierno”.
La concentración de la prensa podría provocar desinformación o manipulación de manera coordinada en detrimento de otras noticias, pero este escenario es descartado de plano por la periodista Laura Puertas, directora de los servicios informativos de América TV, quien lo niega categóricamente. “No existe ningún tipo de coordinación en torno a un evento noticioso entre los directores de los diarios y de los servicios informativos de las empresas [vinculadas al grupo El Comercio]”, dice Puertas.
“A mí no me llama Fritz Du Bois [director de Perú 21] o Paco Miró Quesada [director de El Comercio] para ponernos de acuerdo sobre tal o cual información”, señala. “Aquí no hay que levantamos la noticia concertadamente por este ángulo o lo silenciamos, acá cada uno de los medios se maneja con responsabilidad y autonomía. El caso de los ‘petroaudios’ lo dejó en evidencia”, añade al aludir al escándalo sobre el cual el diario El Comercio vaciló en informar alegando que podría afectar la gobernabilidad y desestabilizar al gabinete de Jorge del Castillo, y que explotaron periodísticamente América TV y Perú 21, cuyo director de entonces –Álvarez Rodrich– renunció al cargo semanas después, según él por presiones del gobierno dirigidas desde Palacio.
¿Un poder dentro del poder?
Son los yuppies del periodismo. Esta especie surgida al calor de las privatizaciones y la liberalización que marcaron el mercado peruano en los años noventa ya tiene nomenclatura en el establishment de la prensa: los “lobbistas”, periodistas que crean y migran a empresas de imagen desde donde se desempeñan como asesores/agentes/escribidores de ministros y empresas, convirtiéndose en el punto de contacto entre la prensa informativa y sus clientes. Son la novedad del gremio en lo que va del siglo XXI, el nuevo rostro del poder de la prensa para algunos, que sirve de nexo con los grandes medios para cabildear en torno a temas de interés para sus clientes.
Mario Ghibellini, columnista político del semanario Somos, cree que los periodistas “lobbistas” representan ya una cuota del poder a pesar de que su función es distinta a la de informar objetivamente. “Son un poder, pero distinto que la prensa. Lo que confunde es que se los denomina con la misma palabra”. Esa tarea de cabildeo se distorsiona cuando ejercen el periodismo, abunda Ghibellini: “hay también superposición de funciones que se da cuando alguno de ellos, aparte de su abierto ejercicio ‘lobbístico’, trabaja todavía para algún medio y pasa el servicio a sus clientes como información generada por el eventual interés periodístico que pudiera tener o como una legítima opinión individual”.
Estos periodistas tienen en ocasiones mayor poder que el de un medio de prensa escrito y se han convertido en un poder dentro de la prensa, aunque ello dependerá del grado de libertad con el que se puedan manejar en cada medio. Esa es una de sus fortalezas, según Ghibellini, quien considera que tienen “más poder que el diario Expreso, definitivamente; pero más que La República o El Comercio, no creo. Sin embargo, tienen la ventaja de poder influir en varios medios al mismo tiempo”.
Mirko Lauer, periodista del diario La República de Lima, sostiene que los “lobbistas” constituyen ya una nueva clase en la agreste fotografía del gremio de prensa peruano. “Más que periodistas son llenadores de medios, en el sentido en que el hombre de la tablita de madera en la esquina es un llenador de micros”, agrega Lauer.
Pero, además de ello, nuevos actores han surgido en la escena del poder mediático peruano: los blogs en Internet. Su poder parece ser grande si tomamos en cuenta la cruzada a la que llamó este año Alan García, quien reclamó un ejército de blogueros para salir al paso de la avalancha de cuadernos de bitácora que inundan el ciberespacio con opiniones contrarias a su gestión. La irrupción del periodismo ciudadano, sin embargo, ha sido responsable de haber contribuido a crear una de las mayores tergiversaciones noticiosas del año con el caso Bagua, cuando propalaron versiones de un supuesto genocidio de civiles y decenas de muertos entre los manifestantes nativos, poniendo en tela de juicio las informaciones de las agencias internacionales de prensa que basan su prestigio en la credibilidad y fiabilidad. Los blogs difundieron información sin comprobar y crearon una burbuja que intoxicó la cobertura sobre Bagua al hacer creer en el ámbito internacional que había una masacre en esa región peruana.
Primeras planas
La prensa escrita ha perdido capacidad para influir en las decisiones del gobierno. Esta es una certeza al cierre de la primera década del siglo XXI. Mirko Lauer apuntala esta versión al sostener que los medios audiovisuales (radio y televisión) son los que gozan de mejor salud, al grado de poder influir en el proceso de toma de decisiones de las autoridades peruanas. “Influye RPP [Radio Programas del Perú] en su hora estelar noticiosa de la mañana, entre las 6 y 8 de la mañana; pero influye también la televisión cuando hay cierta coincidencia entre varias estaciones o un destape”, señala Lauer, quien precisa que en los casos de destape es este el que influye más, antes que el medio mismo que lo difunde.
“Los diarios no influyen casi nada” en estos tiempos, resalta Lauer, quien enfatiza, sin embargo, que “en cambio, todos los medios [prensa escrita y audiovisual] influyen en las decisiones judiciales: jueces con rabo de paja en alto porcentaje se sienten vulnerables ante cualquier presión. Asustar jueces es una actividad frecuente en los medios”. Esta percepción también es compartida por Ricardo Uceda, quien indica que la prensa influye en estos tiempos sobre todo en el Poder Judicial.
Todo ello no quita que una primera plana de El Comercio o La República, dos diarios opuestos políticamente, tenga todavía impacto en la clase política, aunque en general asistimos a un gradual deterioro de la pérdida de influencia, admite Augusto Álvarez Rodrich.
“Una buena portada sí tiene impacto. Más del que debería, porque los políticos viven pensando que todo lo importante ocurre en los medios, lo cual es obviamente falso”, asegura Álvarez. En su opinión, “tienen razón los que creen que los políticos son como perros, pues obedecen a periodicazos. ¿Antes ocurría eso? Creo que mucho menos. La cosa está empeorando cada año que pasa”.
El escándalo de los “petroaudios”, que la prensa escrita y audiovisual reveló al mismo tiempo en octubre del 2008, es uno de los mejores ejemplos de que los destapes funcionan y provocan reacciones en cadena en los ámbitos político y judicial. El caso le pasó la factura al hasta entonces sólido presidente del Consejo de Ministros, Jorge del Castillo, quien renunció junto a medio Gabinete arrastrado por las repercusiones. El problema de este caso es que no se trató de una investigación periodística profesional, como lo sugiere Gustavo Gorriti en su libro Petroaudios.
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