sábado, 19 de diciembre de 2009

Carta de Iwo Jima


Escribe: César Hildebrandt

Ayer apareció en la primera página del diario más importante del Perú una extrañísima carta.


Se refería irónicamente a Luis Alva Castro y criticaba a los congresistas que lo habían avalado luego de su delictivo gesto de financiar, con dinero del Congreso, un espectáculo criollo.


Pero eso no era lo extrañísimo. Lo extrañísimo era que estaba firmada por un inverosímil japonés –o descendiente de japoneses- de nombre Tsura Tukuro. Sí, no es un error de imprenta: Tsura Tukuro.


Más extraño aún era que el a todas luces inventado remitente aparecía sin documento de identidad adjunto –siendo que la norma de “El Comercio” es no publicar cartas sin la identidad del remitente comprobada-.


No había ni pasaporte ni carnet de extranjería ni DNI que diese fe de la existencia del amenazante Tsura Tukuro.


Todo era surrealista. Un japonés fantasmal con nombre de grosería anal aparecía en “El Comercio” en primera plana. Era algo desternillantemente histórico.


La notoria provocación estaba dirigida a intentar ridiculizar al director de “El Comercio”, que ha tenido el mérito de mantener una higiénica distancia respecto de algunos accionistas con agenda de constructores piratas y, por otra parte, de no ceder ante el empuje del fujimorismo cancerígeno que le reclama, a cada rato y a través de cartas y columnas de sus tropas mediáticas, “neutralidad e imparcialidad”.


Escoger al fantasiosamente infame Tsura Tukuro ya es un mensaje en sí: un patronímico procaz y japonés infiltrado temerariamente en la primera de “El Comercio”. Parece una ocurrencia perversa de algún Raffo, de alguna Keiko, de algún Saravá. Y hasta de alguna Cuculiza igualmente sonora.


A Paco Miró Quesada se la tienen jurada algunos lobistas próximos a la década del Doc y Fujimori: desde los amigos de Alan que ganan licitaciones chequera en mano hasta las sobras periodísticas que tuvo que botar por asuntos de salud pública. Eso en el interior del periódico.


En el exterior, la derecha más egoísta (o “agoísta”) lo mira mal porque, para sorpresa de muchos, Paco no se ha sumado al coro del Opus Dei, a los villancicos de la Confiep y a los desmanes del “grupo 5” de los Schutz de todas las calañas.


De Paco se puede decir que es distraído como un filósofo, apacible como un consomé sin presa, y a veces doctoral como un catedrático de San Marcos, pero nadie puede decir de él, sin faltar a la verdad, que es indecente. Indecentes fueron algunos tipejos que Alejandro Miró Quesada Cisneros equipó y mantuvo a lo largo de sus años de mando.


Indecente es lo que ha ocurrido con el irreal señor Tsura Tukuro.


Y si Paco quiere demostrar que sigue siendo el director de “El Comercio” tendrá que barrer con quienes, desde adentro, conspiraron para batir esta nueva marca mundial de pintoresquismo.


El editor de cierre, los correctores, el director de informaciones, ¿son idiotas o cumplen designios para el 2011?


El fujimorismo tiene su prensa escrita rabiosa, su radio con repetidoras y su televisión rastrera. Ahora quiere seguir avanzando. Una cota a vencer, un monte Suribachi a reconquistar, es “El Comercio”. El señor Tsura Tukuro ha efectuado el primer intento.


Si Paco Miró Quesada tolera esta cochinada, el siguiente paso de este drama de Iwo Jima festejado en la Diroes podrá ser una carta firmada por un tal Tirodije Kojuro. A veces, Paco, hay que enfrentar a la bestia.

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JAIME ESPEJO ARCE