Gana-fuji, un acuerdo cuchipandero
Keiko Fujimori ha vuelto a confirmar, aunque no hacía falta, que el objetivo central de su partido, al que se condiciona el resto, es sacar a su padre de la Diroes.
Pero esta vez lo hizo con chambonería pues la movida fue tan obvia que permitió constatar que la habilidad política del fujimorismo ha sufrido mucho desde que Vladimiro Montesinos fue a la cárcel.
Keiko Fujimori elogió la participación política de Nadine Heredia y, por si esto fuera insuficiente para que quedara bien claro el verdadero sentido de su comentario, dijo que le parecería bien que se levantara la restricción de la ley electoral para habilitar su candidatura presidencial en el 2016, dando a entender que contaría con el apoyo de los 37 votos de su bancada parlamentaria.
Y mientras, para sorpresa de muchos, Daniel Abugattás se lanzaba a esa piscina fujimorista, Keiko Fujimori hizo otro comentario, al día siguiente del inicial, que permitió verle el fustán a su propuesta: que este año formalizará el pedido para obtener el indulto para su padre.
Pero como ya se sabe que, felizmente, su padre no se encuentra en estado terminal ni moribundo, esta vez Keiko Fujimori señaló que no apelará a la salud para obtener la gracia presidencial sino a criterios políticos: “Mi padre ha tenido grandes logros y eso también debe considerarse”.
Este anuncio coincidió con los veinte años del golpe del 5 de abril y con algunas adhesiones al indulto que no son muy novedosas, como la del cardenal Juan Luis Cipriani.
Luego vino la intervención de Kenyi Fujimori sobre la necesidad de que el presidente Ollanta Humala “tenga un verdadero liderazgo y una voz más clara y masculina” que algunos interpretaron como la escopeta fujimorista de dos cañones, aunque hay comentarios absurdos –como este– que recuerdan que la política tiene mucho de irracional.
Lo que no sería tan irracional es la especulación, en este contexto, del acercamiento del fujimorismo al nacionalismo, especialmente por el respaldo parlamentario que el gobierno podría necesitar cuando, en el futuro, las papas quemen.
Ese acuerdo sería conveniente, por supuesto, para el fujimorismo. No así, en cambio, para el presidente Humala pues, por un lado, un pacto como ese desvirtuaría totalmente su posicionamiento y base política; y, por el otro, lo proyectaría como un gobierno cuchipandero que está dispuesto a cambiar las reglas por su exclusivo interés personal.
Todo lo cual constituye una razón más para que el gobierno descarte, de una vez, por su propia conveniencia, el runrún absurdo de la candidatura de Nadine Heredia.
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JAIME ESPEJO ARCE