Por:Jeronimo Centurión
Hoy todos hablamos de Ruth Sayas, la chica que murió asesinada por su exnovio, luego de participar en El valor de la verdad. Hoy, la ministra de la mujer habla ofendida de feminicidio. Hoy, aquellos que no se pierden ni una emisión del programita en cuestión, dicen que el show debe ser clausurado. Hoy Beto, como única autocrítica, declara que “debimos hacer más por buscar a Ruth” cuando la chica ya estaba muerta. Hoy, después de la tragedia, todos somos expertos, moderados y precavidos, pero la manera y el momento de nuestras reflexiones (me incluyo) es también parte de este showtime mediático, de esta sobremesa después de la tragedia.
Hoy, volvemos a hablar del rol de los medios de comunicación, de la autocensura, del papel que debe cumplir el Estado ante este tipo de temas, filosofamos sobre el rol que deberían tener los padres, los condenamos por ir al programa de Ortiz, por permitir que su hija tenga enamorado y demás exageraciones que surgen en un momento en el que todos, explícitamente o no, conscientes o no, nos sentimos un poco culpables. El problema es que nuestra reacción, insisto, es tan predecible, tan altisonante, tan fundamentalista y poco rigurosa, que termina siendo una extensión del show.
Qué propongo, respirar y atender temas en los que sí podemos actuar. Esta semana, por ejemplo, es la Semana de la prevención del embarazo adolescente. Y el Estado peruano reconoce esta fecha porque existe un problema que debemos combatir y que nos afecta a todos. Sin excepción. En el Perú, a diferencia de la mayoría de países del primer mundo, el embarazo adolescente no se ha reducido ni un punto. Pero el tema es más complejo. Según el INEI y la Encuesta Nacional de Salud, son las mujeres más pobres las que tienen menos acceso a educación e información, las que salen embarazadas a más temprana edad. ¿Y qué implica su temprana maternidad? Según cifras oficiales, que solo el 13 por ciento de madres adolescentes asista al colegio. Esto si bien no determina, influye muchísimo en su desarrollo y calidad de vida posterior. ¿Cómo podemos seguir orgullosos de lo bien que estamos como país mientras seguimos manteniendo estos índices alarmantes de exclusión?
En Iquitos la situación es alarmante. De cada diez adolescentes, tres están embarazadas y, está claro, no de manera planificada.
¿Qué hacemos al respecto? Nada. En los colegios las horas dedicadas a este tema se han reducido de manera sospechosa. Si un alumno desea acceder a una posta médica en busca de orientación, los médicos, psicólogos e enfermeras están impedidos de dársela. La ley que penaliza las relaciones sexuales entre adolescentes les quita ese derecho.
La ministra de la Mujer, Ana Jara, la influencia de la facción más conservadora de la iglesia católica y un grupo de parlamentarios ortodoxos siguen argumentando que esto es “responsabilidad de los padres”. La verdad es que me indigna. ¿Qué creen? ¿Que a la mujer que tiene que trabajar todo el día para alimentar y cuidar de sus hijos, porque el marido la abandonó, no le gustaría hablar con sus hijos de estos temas? Lo hace, pero es complicado. Y es deber del Estado ayudarla.
La Comisión de Justicia del Congreso planteó una reforma que apuntaba a que “El Estado cumpla con su rol de garantizar servicios y programas de salud sexual y reproductiva a todos los adolescentes mayores de 14 años”. La propuesta no fue aprobada porque varios parlamentarios, aunque usted no lo crea, la consideraron inmoral. Creo que, además de comentar los temas del momento, debemos prestarle atención y exigir que nuestros gobernantes y representantes no sigan generando políticas excluyentes y discriminatorias. Nos corresponde, es la verdad, y debemos tener el valor de luchar por ello.
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JAIME ESPEJO ARCE