jueves, 3 de septiembre de 2009

Colombia: ¡A buen palo te arrimas!


Por: Iván Izquierdo Elliot


Colombia firma un acuerdo de cooperación militar con los Estados Unidos el cual le permitirá la instalación de siete bases en aquel país. La reacción política sudamericana no se ha dejado esperar, produciendo nuevas discrepancias e innecesarios enfrentamientos entre los líderes de nuestras naciones.


La presente reflexión no transita por los vericuetos oscuros de la política, mas bien es una opinión a la luz del militarismo y de los acontecimientos bélicos de los últimos años, la intervención militar norteamericana a nivel global y los resultados obtenidos en todas y cada una de ellas, incluyendo la desastrosa lucha contra el narcotráfico y el terrorismo.

El poderío y ventaja tecnológica estadounidense parece incontrastable. El observador desprevenido se maravillará ante la tecnología y poderío de la milicia estadounidense. Los canales de televisión, supuestamente culturales como el Discovery, National Geographic y el History, actúan como útil eco del militarismo norteño.

Las visitas de “buena voluntad y amistad” que realizan a los países “aliados” no son más que la extensión y reafirmación de la influencia que desean producir en las mentes de aquellos que se dejan encandilar por este bien montado circo militar. Pero la realidad nos brinda una perspectiva distinta de los logros y el significado de la milicia estadounidense.

El general norteamericano Anthony Zinny remarcó en una importante conferencia que “siendo Teniente, luché en una guerra en la que virtualmente ganamos todas las batallas y perdimos la guerra-Vietnam” (As a lieutenant, I fought a war where we won virtually every battle and lost the war—Vietnam[i]). El general en realidad se quedó corto. Desde el descalabro de Vietnam, los Estados Unidos han ganado las batallas pero han perdido todas las guerras en las que se ha involucrado y provocado de una u otra forma.

En Nicaragua fueron derrotados por las fuerzas sandinistas y está pendiente un pago de 50 mil millones de dólares por los perjuicios ocasionados (ordenado por la Corte Internacional de Justicia), invadieron el territorio británico de Grenada con fines poco claros. La invasión a Panamá acabó con un supuesto narcotraficante pero ha convertido a esa soberana nación en el paraíso del dinero ilegal. Si bien derrotaron a las torpes fuerzas de Saddam Hussein en 1991, la resolución de las Naciones Unidas y la opinión pública internacional les impidió la invasión al codiciado Irak. En los Balcanes, las fuerzas de la “coalición” profundizaron el conflicto local. En Somalia fueron derrotados por pequeñas y desorganizadas fuerzas insurgentes.

A fuerza de involucrarse en los asuntos ajenos provocaron la reacción de grupos fundamentalistas y terminaron siendo atacados en el corazón financiero del mundo y no han podido capturar a quien señalan como responsable. En represalia, el aparato militar estadounidense invadió Afganistán y nuevamente Irak, nación que no tuvo ninguna participación en los hechos del 11 de setiembre. En el 2007, la prensa de Estados Unidos anunciaba la intención de varios generales y almirantes de renunciar si es que el presidente Bush decidía atacar a Irán[ii]. Desde Julio las tropas estadounidenses han comenzado la retirada del Irak y la situación en Afganistán se complica cada vez más.

Ganar batallas es distinto a ganar guerras y esto es una dura lección que los generales norteamericanos no terminan de aprender. La naturaleza de la guerra ha cambiado, el enemigo ha cambiado y los medios están cambiando. Igualmente, la lucha contra el “narcotráfico” y el “terrorismo”, de seguirse haciendo de la misma forma no acabará nunca.

De manera parecida, las fuerzas armadas colombianas tienen medio siglo luchando en contra de los grupos insurgentes y esto indica claramente que algo no está saliendo bien. La colaboración militar norteamericana en Colombia, al igual que en el resto de Latinoamérica, no ha logrado pacificar la región. Todo lo contrario, las lecciones aprendidas por los militares latinoamericanos en la antigua Escuela de las Américas solo ha traído muerte, dolor y sociedades aun más polarizadas. En el Perú de los ochentas, la lucha contra la subversión empezó con una torpe respuesta, en los noventas esta estrategia mejoró pero nunca atacó la raíz del problema. El incremento de la violencia, la producción y el tráfico de estupefacientes en el valle del VRAE confirma esta tendencia.

Entonces: ¿Ha sido útil la colaboración militar y técnica estadounidense para acabar con la violencia y el tráfico de drogas ilícitas? Evidentemente no.

¿Qué se logrará en Colombia con la instalación de bases y personal estadounidense? A la luz de la experiencia militar los efectos no son muy claros. Colombia ha gastado en defensa más que ningún otro país de la región (gasto per cápita en relación al PBI) y posee el ejército más numeroso y hasta el uniforme parece una copia del estadounidense. Pedir ayuda a Estados Unidos reflejaría incapacidad y malgasto del ejército colombiano, cosa que desestimo sea cierto en un ejército tan bien preparado.

Más barato y menos polémico sería desarrollar políticas nacionales y regionales propias. Y si se piensa que la corrupción de las fuerzas militares involucradas son un obstáculo ¿Qué nos hace pensar que los norteamericanos no caerán en la misma tentación ofrecida por los poderosos barones de la droga? Especialmente cuando muchos de ellos han sido desalojados de sus hogares por la crisis inmobiliaria, o han visto desaparecer los ahorros y el valor de sus acciones, adquiridos con sus igualmente magros sueldos.

No creo que la presencia norteamericana determine una victoria sobre las FARC y el tráfico de drogas ilícitas si es que toma en estricta consideración los aspectos políticos de la relación. Las derrotas políticas estadounidenses contrastan con el terror y fuego que su capacidad militar le permite desatar, especialmente contra ciudadanos indefensos. ¿Para qué necesitan siete bases en Colombia si no pudieron pacificar Irak con cien?

En este sentido son los estadounidenses quienes necesitan ser asesorados.

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JAIME ESPEJO ARCE