El bochornoso espectáculo brindado ayer por los padres de la patria, acusándose mutuamente de la responsabilidad de la matanza ocurrida el último viernes, nos hacen ver que al Estado Peruano se le ha perdido la brújula.
Queda claro que la solución a esta grave crisis no se dará con actitudes de agresividad verbal – ni del gobierno de la oposición- pues, una de las lecciones importantes que debemos sacar los peruanos, es que justamente la violencia no conduce a nada bueno.
Resulta irresponsable acusar a (todos) los indígenas de terroristas; a los congresistas que los apoyaron de cómplices, y a los países vecinos de fomentar la subversión, ya que con ello sólo se exacerba más la ira del pueblo amazónico que –equivocado o no- piensan que sus derechos han sido conculcados; se perjudica la gobernabilidad, radicalizando -aún más- el Poder Legislativo; y, se resquebrajan (más) las ya dañadas relaciones diplomáticas con los gobiernos de la zona.
¿Honestamente cree el Ejecutivo que con esa actitud, los indígenas cesarán en sus protestas? ¿Creen que sancionando a congresistas (o enjuiciándolos) los callarán? ¿Creen que los bolivianos, venezolanos, ecuatorianos o nicaragüenses se quedarán de brazos cruzados?. Es ingenuo. Y creo que –como dice Alan- en política no hay ingenuos.
Es la hora de la serenidad, de la autocrítica –que siempre resultará saludable y fundamental para nuestra salud como país-; no es pecado reconocer que nos equivocamos; no es malo reconocer que no medimos los efectos sociales de aprobar leyes sin tomar en cuenta el sentir de un pueblo cuya cosmovisión no tiene nada que ver con la de los políticos capitalinos de saco y corbata que las elaboraron; no es malo reconocer que se incursionó violentamente sin tener en cuenta el lazo vital que existe entre indígena y su tierra.
La renuncia de Carmen Vildoso –Ministra de la Mujer-, es una señal que puede existir autocrítica al interior del gobierno; en cambio la posición de Cabanillas y Simon sólo conducen a atizar el conflicto, pues torean y provocan, en lugar de calmarlo.
El Estado está por encima de cualquier problema, y su deber es encontrarle solución buscando la paz social, no incentivar ni inflamar. La política responsable nos enseña que es deber de todo buen estadista y visionario, llevar de la mano a sus pueblos al bien común, en un camino de paz y unión.
La tarea es ardua, y por la coyuntura –de convulsión social- pareciera casi imposible encontrar un camino de concordia pero es deber el Estado no abandonar ese precepto.
http://fiscalizacionperu.blogspot.com/
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JAIME ESPEJO ARCE