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La inseguridad, pese a ser la principal preocupación de los peruanos, no parece ser un factor determinante cuando evaluamos la calidad de vida: la investigación de Perú Económico “El despegue de las diez ciudades top del Perú”1, publicada el 23 de octubre, muestra las diez mejores ciudades para vivir. Entre ellas notamos que las primeras cinco (Lima, Arequipa, Trujillo, Ilo y Chiclayo) se encuentran entre las diez con tasas de delitos más altas2 al 2011 y entre las primeras ocho con cifras de victimización mayores3al 2012.
El problema.-
Ello tiene sentido. A lo largo del presente año las buenas noticias que hemos leído en los periódicos o visto en la televisión han sido aquellas que nos señalaron cifras y proyecciones económicas del país. En los mismos diarios, revistas y noticieros también hemos visto que muchas de las malas noticias se relacionan con la violencia y la delincuencia, que se supone han desbordado ya la capacidad de nuestras autoridades. Probablemente éstas, al estar más pendientes de mantener en mejora la calidad de vida y, se supone que, hacerla extensiva a cada vez más peruanos, hayan tenido que descuidar otros temas también importantes. Hemos visto, quizás como un efecto de ello, por ejemplo, la paralización de nuestros servicios públicos de salud y educación. Eso, por ejemplo, no tiene sentido. Priorizar lo económico no debería hacernos incapaces de tener buenos servicios públicos de salud y educación, o de contrarrestar los niveles de inseguridad que tenemos, como si estos tres temas, entre otros, no tuvieran relación con la calidad de vida.
Volviendo al tema de la inseguridad, la incidencia delictiva en el Perú sigue en crecimiento, aunque leve respecto del año pasado (la tasa promedio nacional subió de 617 a 692 delitos por cada 100 mil habitantes) y los niveles de victimización se mantienen altos, entre los peores de la región. En cuanto a la tasa de homicidios, la situación en nuestro país no está tan mal, en comparación con la región, pero en el 2011, con una tasa nacional de 9.45 casos por cada 100 mil habitantes, se ha revertido la tendencia a la baja que hubo durante los años anteriores (en el 2010 fue de 9.19), lo que nos debe tener muy atentos. Más allá de las estadísticas, vemos cosas que antes no veíamos en las calles. Tenemos, en resumen, una situación nada fácil, aunque debería ser todavía manejable, pero que sigue creciendo. Es importante que no pase más tiempo.
Las autoridades son parte del problema.-
Es probable que gran parte del problema se deba a un error de gestión. Un ejemplo: entre el 25 y el 27 de octubre en La Parada hemos visto cómo una PNP mal gestionada resulta en el peor espanto y, cuarenta y ocho horas más tarde, cómo la misma PNP bien gestionada resulta enteramente capaz de ganarle a los delincuentes más avezados (con pésimo equipamiento, malos sueldos y todo).
Pero también hay serios vacíos en planificación. En el discurso de 28 de julio, al repasar lo que se había hecho en materia de seguridad ciudadana durante el primer año de gobierno se rindió cuentas no diciendo lo que se había hecho, sino diciendo lo que se iba a hacer (aumento de sueldos a los policías, compra de equipos, refuerzo de comisarías y del sector interior); no señalando cómo es que se cumplieron o no los objetivos trazados, sino mostrando un nuevo plan: un plan para ocultar la falta de un plan. Y así seguimos. En lugar de aprovechar la oportunidad para hacer frente a una inseguridad creciente pero aún no tan difícilmente manejable, situación envidiable en casi todo el resto de la región; en lugar de aprovechar el tiempo para confeccionar políticas públicas integrales e intersectoriales para reducir la delincuencia a largo plazo y no tener que pensar en más leyes y más cárceles y más armas (letales y no letales) y más “mano dura” y luego la “súper mano dura” y luego caer en cuenta diez años más tarde de que mejor hubiera sido, como gran novedad, la “mano inteligente”4, las autoridades parecen estar esperando a que la marca Perú, Paolo Guerrero y el mercado se hagan cargo. Es, sin duda, un mal cálculo, un estructural error de gestión.
Nuestras autoridades tienen la capacidad de combatir la inseguridad, con todo y sus fuentes, y mantener el rumbo económico firme. Lo que pasa es que no se han dado cuenta, o no están pensando en el largo plazo. Parece que ninguno de los últimos gobiernos lo ha hecho. Bajo esa hipótesis creerán que una prioridad debe excluir a las otras y, en esa lógica, la inseguridad no es lo prioritario justamente porque todavía no es un problema tan grande. Las buenas noticias sobre el crecimiento de la economía contrarrestarán a las malas sobre la delincuencia. Pero cuando se les llama la atención con justo miedo por la poca dedicación que se le da a este último tema, las autoridades responden con iniciativas y propuestas desproporcionadas y agresivas: declarar en estado de emergencia la seguridad ciudadana, armas letales para los serenazgos, más cárceles, reducir la edad mínima de imputabilidad penal, nuevos tipos penales, despenalizar sin reparos el uso de la fuerza letal de la policía, entre otras medidas conocidas por ineficientes. Es como que un médico pretendiera curar una pulmonía con un trasplante de pulmones.
También nos ofrecen paliativos para el dolor (más serenazgo, cámaras de video vigilancia, alarmas, motos, entre otros), para quienes puedan comprarlos. O, medio que ya era hora, una mejor policía interconectada con el sistema de comunicaciones Tetra Release 2, para atender miles de llamadas de auxilio al día (¿quién las va a contestar todas?), vehículos antidisturbios, varias comisarías nuevas y los sistemas IBIS y AFYS para la identificación balística y dactilar, respectivamente, como lo ha señalado el ministro del interior este año. Todo ello es bienvenido y necesario, pero no suficiente. Se requiere atender las muy diversas causas o fuentes de la inseguridad. Dicho de manera muy simple, podemos tener los mejores baldes, botas y trapeadores para sacar el agua de la casa inundada, pero mientras nadie vaya a cerrar el caño que quedó abierto o cambiar la tubería que se rompió la casa seguirá llenándose de agua.
Calidad de vida e inseguridad.-
Volvamos a las ciudades top 5: Lima, Arequipa, Trujillo, Ilo y Chiclayo. Como vemos en el cuadro, en materia de delitos, todas menos Trujillo están por encima del promedio nacional correspondiente al 2011 (692). En cuanto a las faltas, todas lo están (709). En victimización el promedio es 43.2%, por lo que la mayoría de estas ciudades está por debajo del mismo, llamando la atención el caso de Chiclayo.
Ciudad
|
Evolución de delitos por cada 100 mil habitantes (tasa)
|
Evolución de faltas por cada 100 mil habitantes (tasa)
|
Evolución de la Victimización
| |||
2010
|
2011
|
2010
|
2011
|
2010
|
2011
| |
Lima
|
872
|
1074
|
926
|
940
|
42.5%
|
42.9%
|
Arequipa
|
898
|
957
|
1183
|
1318
|
44.3%
|
37.5%
|
Trujillo / La Libertad
|
662
|
587
|
760
|
740
|
39.3%
|
42.0%
|
Ilo / Moquegua
|
1016
|
1095
|
1619
|
1445
|
*
|
*
|
Chiclayo / Lambayeque
|
973
|
890
|
913
|
939
|
46.9%
|
72.8%
|
Fuentes: PNP, anuarios estadísticos 2010 y 2011; INEI, Población estimada al 30 de Junio por Regiones (2010 - 2011); Ciudad Nuestra.
Habrá que ver qué consideramos calidad de vida y en qué medida están incluidos en su concepción los temas de salud, educación, trabajo, vivienda, alimentación, un ambiente equilibrado y adecuado para el desarrollo de la vida (artículo 2.22 de nuestra Constitución) y la seguridad ciudadana. El balance para el 2012 (y promesa para el 2016), entonces, podría ser ese: más inseguridad a cambio de mejor calidad de vida, si alguien le encuentra sentido.
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1 Diario La República, 23 de octubre de 2012, p.2.2 Fuentes: PNP, anuario estadístico 2011; INEI, Población estimada al 30 de Junio por Regiones (2011).3 Fuente: Costa, Gino y Carlos Romero. Segunda Encuesta Nacional Urbana de Victimización 2012. Ciudad Nuestra.
4 Informe sobre Desarrollo Humano para América Central 2009-2010. En: http://www.undp.un.hn/mano_inteligente.htm
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