domingo, 13 de junio de 2010

Suave Camay, Rodolfo Valentino


Escribe: Gregorio Martinez


En un texto aparecido en esta columna, mientras me salía por la tangente para referirme a un ardoroso chape entre el sátiro Jean-Paul Sartre y la entonces jovencita Julia Kristeva, mencioné que el filósofo francés, ultra y marxista, proclamaba que la literatura requería de un compromiso con la contienda social. Al instante se me reveló la escena que el poeta Rodolfo Hinostroza ha mencionado en entrevistas más de una vez. Que en 1962, cuando estaba en La Habana, se le apareció Fidel Castro en cuerpo y alma y lo quiso enrolar como guerrillero.

De inmediato, despreocupado de la línea del discurso, plasmé en el papel “que un escritor debería meter las manos en la candela y no escurrirse del pleito a la manera del poeta Rodolfo Hinostroza, quien, por cobardía, abandonó a Héctor Béjar, a Javier Heraud, a Alain Elías, a sus compañeros del ELN, cuando estos decidieron agarrar los fierros y tirarse al monte”.

Todavía en la tangente, digo que desde chiquito, feo y con la mirada torcida, Sartre fue muy pernicioso. Él mismo cuenta que en su maletín de parvuliche cargaba una carta inventada que, supuestamente, le había enviado una novia ficticia. La carta mencionaba todas las mañoserías que los novios habían hecho juntos. En sus descuidos intencionales, sus compañeritos de escuela leían ansiosos la carta porno. Igual, pleno de ilusiones, uno puede asomarse al poemario Contranatura de Rodolfo Hinostroza o a su novela escabrosa Aprendizaje de la limpieza.

Sartre era así, adicto a la mañosería, por esto le digo sátiro, a pique de que me enjuicien los herederos. Y una vez que adquirió fama como gonfalonero del Existencialismo, Sartre no daba puntada sin hilo para chingarse a sus discípulas. En verdad, la broncaza con Maurice Merleau-Ponty, que lo llevó a este a la muerte y fue casi un cisma en la izquierda comunista, no fue por discrepancias epistemológicas en la interpretación del marxismo sino por los encantos carnales de la guapísima aventurera Sonia Brownell, que llegó desde Londres para embaucar a los intelectuales parisinos. Años más tarde, la calculadora Sonia Brownell se casó con el agonizante George Orwell, que nunca llegó a probarla ni por encimita, y así ella heredó sus derechos autorales, que subieron como la espuma.

Ahora, Rodolfo Hinostroza me quiere enmendar la plana. Pretende darme lecciones y tacharme lo escrito con lápiz bicolor, igual que el maestro Ciruela. Arguye que nunca perteneció al ELN, como si yo le atribuyera filiación con DNI. Lo que digo textualmente es que “abandonó a sus compañeros del ELN”. Porque Héctor Béjar, Javier Heraud, Alain Elías, Mario Razzeto, Pedro Morote, Edgardo Tello, Marco Antonio Alcántara, Lucio Galván, Pedro Pinillos, Alfonso Imaña, Manuel Cabrera y otros tantos, casi 80, fueron sus compañeros de entrenamiento en el cuartel Camilo Cienfuegos, en Cuba, y pasaron a constituir, meses más tarde, el Ejército de Liberación Nacional. Si Hinostroza no fue de la partida del ELN, esto se debió precisamente a que se escurrió del pleito.

Aclaro que Héctor Béjar y Alain Elías no estuvieron inicialmente en el cuartel Camilo Cienfuegos. Que el MIR estaba en otro lugar y que el único que cambió de camiseta, con fundamento, fue Guillermo Lobatón, llegado desde París y ligado al principio al ELN.

Similar al miedoso San Pedro, el poeta Rodolfo Hinostroza niega ahora a Héctor Béjar. Los gallos se han cansado de cantar y Rodolfo Hinostroza, el experto en astrología, lo sigue negando. Yo tampoco conocí a Haya de la Torre, pero no voy a escudarme en eso para negar que fui aprista, subsecretario general del Comando Universitario de La Cantuta, cuando tenía 17 años, y que me adherí al pronunciamiento de Luis de la Puente (Apra Rebelde). Aunque luego me retracté ante las lágrimas de Ramiro Prialé, que nos convocó a su casa, en Jesús María, y nos aseguró que el Apra no era proimperialista ni recibía fondos de la CIA. “Miren como vivo”, nos dijo el modesto profesor de geografía de un colegio de Breña.

Sin embargo, yo no condeno la cobardía. Nadie está obligado a ser valiente. El miedo es una cuestión emocional que no depende de la voluntad ni de la razón. Otra cosa muy distinta es la inconsecuencia y la flojera, la viveza de dejar que solo otros expongan el pellejo. Regis Debray también alegó que nunca había pertenecido a la guerrilla del Che Guevara y se fue a París para ser asesor del presidente Francois Mitterrand. Nos aceptó una entrevista, pero cuando fui con Roland Forgues a la cita, en el Palacio de Champs Elysees, se escurrió del pleito.

En cuanto a cobardía, para mí fue muy revelador lo que me contó Manuel Scorza. Estaba con Guillermo Carnero Hocke, el arma en ristre, listos para asaltar el cuartel de la Escuela Militar de Chorrillos, en 1948, en una amplia acción preparada por el Apra. Manuel Scorza mostró una mano y dijo: “Mira, el pulso firme, no hay miedo”. Guillermo Carnero Hocke le reprochó: “No digas cojudeces”. Y confesó que él sí se estaba mojando de miedo. El Apra nunca dio la orden de asalto. Scorza fue deportado a México y allí hizo pública su renuncia: “Good bye, Mr.Haya”.

Respecto al grupo de 'becados’ que se reunieron en Cuba con propósitos guerrilleristas existe un documento clave, el libro de Cecilia Heraud, publicado hace más de dos décadas, Vida y muerte de Javier Heraud (Mosca Azul Editores, 1989). En un testimonio de Manuel Cabrera, universitario de Ica, este afirma: “Fuimos al cuartel Camilo Cienfuegos, donde dormimos y nos prepararon el equipo, mochilas, metralletas, y arrancamos”.

Por supuesto, Hinostroza estaba en el grupo. Manuel Cabrera lo menciona y, es más, se refiere a la Columna Aragon. Así la había bautizado un muchacho arequipeño de apellido Pareja. Pero no era en homenaje al literato marxista Louis Aragon sino una referencia burlona a haragán, pues era el subgrupo más flojo, en el cual estaba precisamente Hinostroza. Suave Camay, Rodolfo Valentino.

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JAIME ESPEJO ARCE