Escribe: César Hildebrandt
"(...) El Perú tiene varias independencias pendientes. Una de ellas consistirá en demoler la mazmorra mental donde la Inquisición nos metió a patadas y donde Cipriani quiere que vivamos..."
Así como somos implacables con el Congreso –institución que el fascismo de todos los pelajes no tolera- tenemos que reconocer que lo hecho ayer por la Comisión Especial Revisora del Código Penal es encomiable.
Tan encomiable que la Caverna está en sesión de emergencia, presidida por el cardenal Cipriani e integrada por cuatro viejas beatas, dos amantes de los niños venidos de Boston (apretados en su cuello romano), un virrey apenas descompuesto, el fantasma del Conde de Superunda y el principal del sodalicio armado (armado por la guardia suiza).
Todos ellos, más Rey y el rector de La Católica, debaten si llaman a Franco para que restablezca el orden, o si llaman a Sánchez Cerro para volver a las andadas, o si apelan a santa Rosita para que venga el maremoto de la ira de Dios y ahogue el pecado con pecadores y todo.
La Caverna, con un diario muy serio vestido de luces adelante, ya ha dado su veredicto inapelable: la vida se respeta, carajo, y desde el comienzo, carajo, y quien no respeta la vida es que no la merece y quien no ama al único Dios tampoco merece vivir, de igual modo que no merecieron vivir los herejes, los luteranos y los judaizantes.
¿Cómo es que el Congreso se atreve a desafiar a la Caverna en su propio señorío?
Bueno, habrá que agradecer el coraje demostrado ayer por quienes votaron para que la reforma del Código Penal siga adelante, es decir el representante del Apra, José Vargas, el congresista nacionalista Cayo Galindo, la representante de los decanos de los Colegios de Abogados, Rosa Mávila, el vocero de la Asamblea Nacional de Rectores Juan Ramos y los representantes del Poder Judicial Víctor Prado y Robinson Gonzales.
Todos merecen ser mencionados por la entereza con la que han enfrentado la recia campaña del oscurantismo y la advertencia casi canónica del editorial de ese diario muy serio que siente que todavía puede excomulgar.
Gracias a esos seis votos, el asunto de despenalizar por completo el aborto eugenésico y el aborto por violación pasarán al Pleno.
Me temo que en esa asamblea plenaria, plagada de asustadizos y depravada en cierto sentido por el upepismo sin norte y el fujimorismo sin bandera, el chantaje de la Caverna prevalecerá. Poco importa.
Lo de ayer honra la independencia de un poder del Estado al que muchos quisieran reducir al tamaño que a Fujimori tanto le convino: ese congresito que en 1993 aprobó lo que Borea se niega a llamar Constitución.
A la paporreta de Trento se sumará buena parte del Apra y casi la mayoría del PPC, que es un partido que limita al norte con el Opus Dei y al sur con su bolsillo. De modo que el triunfo de ayer quizá se borre pronto con “la corrección” de mañana.
Pero nadie nos quitará lo bailado. Verle la cara de sacristán hipócrita a Carlos Torres Caro y ver cómo la representante de la Defensoría del Pueblo, Gisella Vignolo, se lavaba esas manitas de sor Juana Inés inventada, ha sido toda una delicia.
El Perú tiene varias independencias pendientes. Una de ellas consistirá en demoler la mazmorra mental donde la Inquisición nos metió a patadas y donde Cipriani quiere que vivamos.
Ese fue uno de los sueños de Manuel González Prada, padre del laicismo beligerante y profeta de la refundación del Perú.
Que lo recuerde Alan García, que ahora se pone una carpa morada y carga al señor de los terremotos y es fiel cumplidor de los mandamientos porque ama a Dios por sobre todas las cosas, no jura jamás en vano, no ha matado ni mandado matar ni ha levantado falsos testimonios ni ha tenido deseos impuros ni ha codiciado los bienes ajenos. Amén.
Tan encomiable que la Caverna está en sesión de emergencia, presidida por el cardenal Cipriani e integrada por cuatro viejas beatas, dos amantes de los niños venidos de Boston (apretados en su cuello romano), un virrey apenas descompuesto, el fantasma del Conde de Superunda y el principal del sodalicio armado (armado por la guardia suiza).
Todos ellos, más Rey y el rector de La Católica, debaten si llaman a Franco para que restablezca el orden, o si llaman a Sánchez Cerro para volver a las andadas, o si apelan a santa Rosita para que venga el maremoto de la ira de Dios y ahogue el pecado con pecadores y todo.
La Caverna, con un diario muy serio vestido de luces adelante, ya ha dado su veredicto inapelable: la vida se respeta, carajo, y desde el comienzo, carajo, y quien no respeta la vida es que no la merece y quien no ama al único Dios tampoco merece vivir, de igual modo que no merecieron vivir los herejes, los luteranos y los judaizantes.
¿Cómo es que el Congreso se atreve a desafiar a la Caverna en su propio señorío?
Bueno, habrá que agradecer el coraje demostrado ayer por quienes votaron para que la reforma del Código Penal siga adelante, es decir el representante del Apra, José Vargas, el congresista nacionalista Cayo Galindo, la representante de los decanos de los Colegios de Abogados, Rosa Mávila, el vocero de la Asamblea Nacional de Rectores Juan Ramos y los representantes del Poder Judicial Víctor Prado y Robinson Gonzales.
Todos merecen ser mencionados por la entereza con la que han enfrentado la recia campaña del oscurantismo y la advertencia casi canónica del editorial de ese diario muy serio que siente que todavía puede excomulgar.
Gracias a esos seis votos, el asunto de despenalizar por completo el aborto eugenésico y el aborto por violación pasarán al Pleno.
Me temo que en esa asamblea plenaria, plagada de asustadizos y depravada en cierto sentido por el upepismo sin norte y el fujimorismo sin bandera, el chantaje de la Caverna prevalecerá. Poco importa.
Lo de ayer honra la independencia de un poder del Estado al que muchos quisieran reducir al tamaño que a Fujimori tanto le convino: ese congresito que en 1993 aprobó lo que Borea se niega a llamar Constitución.
A la paporreta de Trento se sumará buena parte del Apra y casi la mayoría del PPC, que es un partido que limita al norte con el Opus Dei y al sur con su bolsillo. De modo que el triunfo de ayer quizá se borre pronto con “la corrección” de mañana.
Pero nadie nos quitará lo bailado. Verle la cara de sacristán hipócrita a Carlos Torres Caro y ver cómo la representante de la Defensoría del Pueblo, Gisella Vignolo, se lavaba esas manitas de sor Juana Inés inventada, ha sido toda una delicia.
El Perú tiene varias independencias pendientes. Una de ellas consistirá en demoler la mazmorra mental donde la Inquisición nos metió a patadas y donde Cipriani quiere que vivamos.
Ese fue uno de los sueños de Manuel González Prada, padre del laicismo beligerante y profeta de la refundación del Perú.
Que lo recuerde Alan García, que ahora se pone una carpa morada y carga al señor de los terremotos y es fiel cumplidor de los mandamientos porque ama a Dios por sobre todas las cosas, no jura jamás en vano, no ha matado ni mandado matar ni ha levantado falsos testimonios ni ha tenido deseos impuros ni ha codiciado los bienes ajenos. Amén.
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JAIME ESPEJO ARCE