Por: Ernesto de la Jara
No hay ninguna encuesta en la que la corrupción no aparezca como una de las preocupaciones principales. La mayoría de las instituciones tienen un nivel muy alto de desaprobación debido a que son consideradas corruptas. Igual los funcionarios públicos y los políticos. Quienes desaprueban al presidente lo hacen por no haber hecho nada contra la corrupción. A su vez, todo presidente dice que en su gobierno no permitirá ni un caso de corrupción, como siempre lo dicen todos y cada uno de los funcionarios públicos. Igual pasa con los representantes de todo tipo de asociaciones.
Cada vez que se saca una cámara a la calle, la expresión que se repite es que todos son unos corruptos. Los taxistas: sinvergüenzas. Lo mismo pasa en las reuniones privadas y ni qué decir con los periodistas: la corrupción como tema recurrente.
Conclusión: todos estamos en contra de la corrupción. Qué maravilla. ¿Pero quiénes son entonces los corruptos?
Un solo dato basta: el historiador Alfonso Quiroz ha calculado que durante el período republicano de nuestra historia, el país perdió cerca del 4 % del PBI por corrupción.
Lo que permite tanta corrupción es la receta de siempre: falta de voluntad política, impunidad e instituciones que es mejor que no funcionen.
Pero hay otras consideraciones. En realidad no está tan mal visto incurrir en actos de corrupción. Las coimas y los lobbys son parte de los costos fijos del negocio. Yo soy corrupto, tú también, todos lo somos. Todos nos apañamos. Es por eso que cuando algún corrupto cae y decide cantar, puede hacerlo mejor que canario. La situación social de quienes aparecen en los videos de Montesinos y que ya han salido de prisión, podría ser ejemplo en una clase de Derecho sobre el funcionamiento de la resocialización después de la cárcel.
Los corruptos son hasta mejores que los senderistas para tener una doble vida: en la mañana firman todo tipo de códigos de ética, y una hora después se convierten en asaltantes. Uno podría haber metido sus manos al fuego por alguien, quien de pronto demuestra que es cierto que todos tienen su precio o que la ocasión hace al ladrón.
Pese al alto costo que tiene oponerse al establishment, la corrupción tiene sus enemigos. Cien Contralorías no valen lo que un solo buen periodista de investigación verdaderamente independiente. Innumerables zares anticorrupción no tienen el efecto de esos funcionarios que se rebelan contra el mandato de no hacer nada. Los reflectores que usan algunas instituciones de la sociedad civil pueden ser demoledores. También está el azar (el ampay con las manos en la masa), la perversidad (quién le diría a Montesinos que con sus videos sería el que más colaboraría en la lucha contra la corrupción), la omnipotencia (el poder salvador) y la naturaleza humana (denuncio a los demás con tal de salvarme).
Temas aparte. Santos S.A.: Con qué derecho el presidente regional de Cajamarca tomó la decisión de patear el tablero que han puesto sobre la mesa los facilitadores libres de toda sospecha, el gobierno con un gabinete renovado y una empresa que ahora sí ha aceptado sentarse de igual a igual. Ha incurrido en lo que critica: falta de voluntad para el diálogo, ningún tipo de consulta y una respuesta basada solo en medidas de fuerza.
Gastón Garatea: No deja de tener su gracia que todo el mundo haya respaldado a Gastón como facilitador de Conga y que siga sin poder hacer misa en Lima, por culpa de Cipriani, a quien –¿por qué será?– nadie lo ha llamado para ser facilitador.
CNM: En pocos días la Corte Interamericana realizará una audiencia de seguimiento sobre la sentencia que expidió frente a Barrios Altos hace diez años. El que haya sido concedida en el contexto de la sentencia pro asesinos ‘Villa Stein’, y tan rápido, es más que elocuente.
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