Las imágenes de la cámara de seguridad de la agencia del Banco Continental de la avenida Faucett, en San Miguel, confirman que la muerte del Wilhen Calero Coronel (31) se produjo por un brutal caso de negligencia de los siete policías del Escuadrón de Águilas Negras que lo intervinieron, el miércoles 14.
El trágico episodio ha echado sombras sobre los procedimientos operativos de la Policía en aspectos fundamentales como la detención y conducción de los detenidos.
El ministro del Interior, Octavio Salazar, calificó de “indignante” la muerte de Calero e indicó que la Policía tiene diariamente 3,000 intervenciones a nivel nacional y que este “es un hecho aislado”. “Lamentablemente, siempre hay gente que yerra, y bueno, nosotros marcamos distancia con ese tipo de hechos”, declaró en RPP.
El problema parece más generalizado de lo que el ministro del Interior está dispuesto a admitir. El jueves 15, un día después de la trágica intervención en San Miguel, la Policía capturó en Trujillo a cinco peligrosos hampones de la banda ‘Los Capuchas Negras del Callao’. Una de las imágenes de la operación muestra a un policía cogoteando y con un arma al pecho del hampón José Carrasco (29), cabecilla de la banda ‘Los Capuchas Negras del Callao’, quien ya había sido reducido y enmarrocado oportunamente.
La peligrosa banda tenía en su poder dos fusiles –que habían sido despojados en Arequipa a dos polícias asesinados–, y protagonizaron 10 días atrás un espectacular asalto a mano armada en la Vía Expresa de la Javier Prado, en Lima, que fue filmado por cámaras de video del Serenazgo de San Borja.
Lo profesional era mantener las armas de fuego a prudente distancia del bandolero. Bastaba con que se le escapara un tiro para matarlo a él o a un fotógrafo.
En cambio, el ingeniero Wilhen Calero era un padre de familia con apenas S/. 50 en el bolsillo. Todo empezó a la 1:45 pm cuando el agente bancario Pedro Aguilar Pérez advirtió de la presencia de Calero Coronel en la puerta de ingreso del banco. Calero lucía nervioso y aseguró que varios delincuentes lo seguían desde un local contiguo del Banco de Crédito, donde había retirado el dinero del cajero automático. Aguilar no le creyó e impidió su ingreso al local crediticio. Pero Calero insistió en entrar.
Otro de los miembros de la seguridad activó la alarma interna y, en cuestión de minutos, aparecieron tres patrulleros de las Águilas Negras. Siete policías se aproximaron a Calero para retirarlo de la agencia bancaria, y éste opuso resistencia.
El suboficial PNP Carlos Candia Cartolín inmovilizó a Calero por la espalda apretándole el cuello con el brazo, mientras éste desesperado intentaba zafarse. Fue tal la fuerza del cogoteo que Calero se desvaneció cuando era introducido al patrullero. Los policías intentaron reanimarlo, pero ya había muerto. Según el protocolo de necropsia del Instituto de Medicina Legal, la víctima falleció “por asfixia mecánica por estrangulamiento y traumatismo cervical”. En un absurdo intento por justificar el crimen, todo indica que los efectivos policiales “sembraron” marihuana entre las pertenencias de la víctima. Calero era ingeniero y padre de familia. El ministro del Interior tildó la intervención de “brutalidad extrema”. El protocolo de necropsia revela que murió “por estrangulamiento y traumatismo cervical”.
El trágico episodio ha echado sombras sobre los procedimientos operativos de la Policía en aspectos fundamentales como la detención y conducción de los detenidos.
El ministro del Interior, Octavio Salazar, calificó de “indignante” la muerte de Calero e indicó que la Policía tiene diariamente 3,000 intervenciones a nivel nacional y que este “es un hecho aislado”. “Lamentablemente, siempre hay gente que yerra, y bueno, nosotros marcamos distancia con ese tipo de hechos”, declaró en RPP.
El problema parece más generalizado de lo que el ministro del Interior está dispuesto a admitir. El jueves 15, un día después de la trágica intervención en San Miguel, la Policía capturó en Trujillo a cinco peligrosos hampones de la banda ‘Los Capuchas Negras del Callao’. Una de las imágenes de la operación muestra a un policía cogoteando y con un arma al pecho del hampón José Carrasco (29), cabecilla de la banda ‘Los Capuchas Negras del Callao’, quien ya había sido reducido y enmarrocado oportunamente.
La peligrosa banda tenía en su poder dos fusiles –que habían sido despojados en Arequipa a dos polícias asesinados–, y protagonizaron 10 días atrás un espectacular asalto a mano armada en la Vía Expresa de la Javier Prado, en Lima, que fue filmado por cámaras de video del Serenazgo de San Borja.
Lo profesional era mantener las armas de fuego a prudente distancia del bandolero. Bastaba con que se le escapara un tiro para matarlo a él o a un fotógrafo.
En cambio, el ingeniero Wilhen Calero era un padre de familia con apenas S/. 50 en el bolsillo. Todo empezó a la 1:45 pm cuando el agente bancario Pedro Aguilar Pérez advirtió de la presencia de Calero Coronel en la puerta de ingreso del banco. Calero lucía nervioso y aseguró que varios delincuentes lo seguían desde un local contiguo del Banco de Crédito, donde había retirado el dinero del cajero automático. Aguilar no le creyó e impidió su ingreso al local crediticio. Pero Calero insistió en entrar.
Otro de los miembros de la seguridad activó la alarma interna y, en cuestión de minutos, aparecieron tres patrulleros de las Águilas Negras. Siete policías se aproximaron a Calero para retirarlo de la agencia bancaria, y éste opuso resistencia.
El suboficial PNP Carlos Candia Cartolín inmovilizó a Calero por la espalda apretándole el cuello con el brazo, mientras éste desesperado intentaba zafarse. Fue tal la fuerza del cogoteo que Calero se desvaneció cuando era introducido al patrullero. Los policías intentaron reanimarlo, pero ya había muerto. Según el protocolo de necropsia del Instituto de Medicina Legal, la víctima falleció “por asfixia mecánica por estrangulamiento y traumatismo cervical”. En un absurdo intento por justificar el crimen, todo indica que los efectivos policiales “sembraron” marihuana entre las pertenencias de la víctima. Calero era ingeniero y padre de familia. El ministro del Interior tildó la intervención de “brutalidad extrema”. El protocolo de necropsia revela que murió “por estrangulamiento y traumatismo cervical”.
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JAIME ESPEJO ARCE