Que el indulto a Alberto Fujimori es un tema que se discute en el gobierno es algo sobre lo cual no tenemos duda. No solo abonan a favor de esta tesis sinfín de declaraciones que han sido dadas en las últimas semanas por voceros de primer nivel del oficialismo, (ayer mismo, el ministro de Justicia se ha mostrado sospechosamente evasivo sobre este tema) sino información confiable de que efectivamente el asunto está en la agenda palaciega.
Se equivoca en ese sentido Mario Vargas Llosa cuando señala que dicha referencia es demagógica y tremendista. Ollanta Humala lo evalúa. Y dicha evaluación no está exenta, por cierto, de un evidente cálculo político. Decretar dicho indulto lograría de inmediato un respaldo firme y sostenido del fujimorismo. El solo hecho de haberle concedido beneficios carcelarios le otorgó a Alan García un apoyo leal y casi incondicional de la bancada fujimorista durante su mandato. Ello se convertiría en respaldo absoluto si Humala otorga el mencionado indulto.
Deberá, sin embargo, pensarlo bien Humala. La realpolitik no puede estar reñida con un mínimo de principios políticos. El pragmatismo es válido siempre y cuando no trasponga los linderos de la legalidad. Y al respecto, no hay hasta el momento nada que sustente la necesidad de dicho beneficio. Fujimori no está al borde de la muerte y su situación no pasa, en consecuencia, por el sentido humanitario requerido para esta gracia presidencial. Un cáncer controlable y una depresión resoluble no son razones legales suficientes para proceder a borrar de un plumazo los evidentes y autoadmitidos delitos cometidos por el exmandatario.
Ojalá la “doctrina Lozada” –el nuevo ministro del Interior-, quien se zurra en informes de Defensa Civil y autoriza un partido de fútbol de alto riesgo, no sea el tenor general del régimen para el asunto que nos ocupa. ¡¡Bajo esa lógica, mañana le otorgan el indulto a Fujimori con un certificado de su médico de cabecera!!
Fujimori nos libró de dos grandes pesadillas que amenazaban con tirar por los aires el orden social básico, tanto en materia política como económica. Refundó, sin duda, el orden republicano heredado del desastre populista legado por el segundo belaundismo y el primer alanismo. ¿Pero eso vale a la hora de pensar en el indulto?
Si nuestra casa se incendia y llamamos a los bomberos para que nos salven, pero en la tarea los mismos roban nuestros enseres y además violan a algún familiar, ¿deberemos acaso perdonarles dichos delitos en mérito a su salvataje? Por supuesto que no. Pues eso hizo Fujimori.
La única justificación que Humala puede exhibir para otorgar el indulto es que Fujimori esté al borde de la muerte, aunque esto mismo es materia de discusión, como lo ha señalado el fiscal de la Nación José Peláez. Mientras eso no ocurra, cualquier decisión lo colocaría en los predios de la ilegalidad. Un lugar donde no podrá reclamar consideración política alguna de parte de los sectores democráticos del país, muchos de los cuales hoy lo apoyan y le otorgaron el beneficio de la duda que le permitió llegar al poder. (Diario 16- Juan Carlos Tafur)
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JAIME ESPEJO ARCE