Un día de 1966 Luis Bedoya Reyes (el “Tucán”) creció más que la camiseta de la Democracia Cristiana y como luego ya no pudo calzar en ella, porque el dueño del partido, Héctor Conejo Chávez, se lo impedía, no tuvo otra salida que marcharse por la puerta grande.
Y no solo eso: casi de inmediato fundó el Partido Popular Cristiano, en el que, con la lección aprendida, hizo lo contrario que Cornejo Chávez: abrió el espacio pepecista al crecimiento de muchos líderes, jóvenes y maduros.
Allí brillaron figuras como las de Mario Polar, Ernesto Alayza Grundy y Roberto Ramírez del Villar y abrieron sus alas desde el ex alcalde de Lima Alberto Andrade hasta la ex candidata presidencial Lourdes Flores, pasando por el ex presidente del senado Felipe Osterling, el ex presidente del Congreso Ántero Flores-Aráoz y el actual presidente de la región Callao, Álex Kouri.
Unos se quedaron y otros partieron, cada cual con sus proyectos afines o distintos respecto del PPC. Al margen del tradicional caudillismo que distingue la vida e historia de los partidos políticos en el Perú, el PPC de los últimos tiempos, ya con Bedoya Reyes detrás del telón, no ha podido ser el espacio abierto de recambio que sus dirigentes y militantes hubieran deseado.
Se ha encerrado cada vez más en sí mismo, como presa de algún extraño síndrome político y sin que nadie en particular pueda sentirse responsable de ello.
Quizás la propia Lourdes Flores, si acaso no fuera a la carrera electoral municipal o presidencial, podría emprender, a tiempo completo, la tarea titánica de reinventar el PPC, más en su praxis que en su doctrina, como un ejemplo de la adecuación de los partidos peruanos a la modernidad política y a las nuevas exigencias horizontales, competitivas y éticas de la administración del poder.
Cuarenta y cuatro años después de la partida de Bedoya Reyes de la Democracia Cristiana, el joven líder pepecista Salvador Heresi renuncia al PPC, porque ya no puede crecer en el partido y porque tampoco puede postular por él a una reelección al frente del populoso municipio de San Miguel.
Cálculos y acomodos políticos de por medio, Heresi ha hecho lo suyo. Toca al PPC no quedarse atrás, petrificado.
Y no solo eso: casi de inmediato fundó el Partido Popular Cristiano, en el que, con la lección aprendida, hizo lo contrario que Cornejo Chávez: abrió el espacio pepecista al crecimiento de muchos líderes, jóvenes y maduros.
Allí brillaron figuras como las de Mario Polar, Ernesto Alayza Grundy y Roberto Ramírez del Villar y abrieron sus alas desde el ex alcalde de Lima Alberto Andrade hasta la ex candidata presidencial Lourdes Flores, pasando por el ex presidente del senado Felipe Osterling, el ex presidente del Congreso Ántero Flores-Aráoz y el actual presidente de la región Callao, Álex Kouri.
Unos se quedaron y otros partieron, cada cual con sus proyectos afines o distintos respecto del PPC. Al margen del tradicional caudillismo que distingue la vida e historia de los partidos políticos en el Perú, el PPC de los últimos tiempos, ya con Bedoya Reyes detrás del telón, no ha podido ser el espacio abierto de recambio que sus dirigentes y militantes hubieran deseado.
Se ha encerrado cada vez más en sí mismo, como presa de algún extraño síndrome político y sin que nadie en particular pueda sentirse responsable de ello.
Quizás la propia Lourdes Flores, si acaso no fuera a la carrera electoral municipal o presidencial, podría emprender, a tiempo completo, la tarea titánica de reinventar el PPC, más en su praxis que en su doctrina, como un ejemplo de la adecuación de los partidos peruanos a la modernidad política y a las nuevas exigencias horizontales, competitivas y éticas de la administración del poder.
Cuarenta y cuatro años después de la partida de Bedoya Reyes de la Democracia Cristiana, el joven líder pepecista Salvador Heresi renuncia al PPC, porque ya no puede crecer en el partido y porque tampoco puede postular por él a una reelección al frente del populoso municipio de San Miguel.
Cálculos y acomodos políticos de por medio, Heresi ha hecho lo suyo. Toca al PPC no quedarse atrás, petrificado.
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JAIME ESPEJO ARCE