La
libertad de prensa es sin duda, para los
países democráticos, la expresión máxima de la libertad que tienen los
individuos a exponer lo que piensan y creen sin que medie restricción ni
censura alguna.
Nuestra
Constitución Política señala: “(…) las personas tienen derecho a las libertades
de información, opinión, expresión y difusión del pensamiento (…) sin previa
autorización ni censura ni impedimento algunos, bajo las responsabilidades de ley.”.
Pero, qué sucede cuando se usa este
derecho cómo arma de ataque sistemático para calculadamente demoler, agredir, deshonrar,
lapidar, enlodar adversarios, enemigos personales, o políticos. ¿Les alcanzará las
“responsabilidades de ley” a que se refiere la Constitución?
No hace mucho, en nuestro país, nos
quedamos pasmados al ver a los propietarios de medios de comunicación babeando frente
a las pilas de billetes que les ponían frente a sus ojos, a cambio de entregar líneas
editoriales, titulares o simplemente arruinar a algún opositor político a
través de algún artículo periodístico. Ahora, la modalidad ha cambiado.
Hoy tenemos infiltrados en los medios
de comunicación (llamados opinólogos) que son verdaderos sicarios, cuyo fin es conspirar
y debilitar la estabilidad del país, o para beneficiar intereses subalternos
que sólo ellos conocen.
El arma letal es la palabra. Un
caso emblemático es el de Paul Olórtiga que fue perseguido cual feroz criminal,
luego de ser prácticamente sentenciado por la prensa de un crimen del que
posiblemente salga absuelto. Los medios no tuvieron misericordia de él, fue despreciado
y cazado gracias al rol de los medios de comunicación en el ejercicio de la
libertad de expresión. Perdió trabajo y respeto, y al parecer es inocente. La
noticia pasó. Nadie habla más de él. Pasó de moda. Sin embargo el daño causado
es irreparable. Lo agarró el misil. Lo destruyó y ahora…. A otra cosa mariposa
dicen los esbirros.
Es muy común leer o escuchar en los
medios, “dicen”, “al parecer”, “es posible”, cuando se lanza un misil contra
alguna persona a la que se pretende linchar mediáticamente.
Poco importa si lo que se afirma es
verdad o no (eso es lo de menos), lo importante es el impacto que se quiere
causar en la opinión pública. La bomba cae, estalla, causa bajas y el sicario se
repliega luego de alcanzar su objetivo. Lo que importa es destruir, dañar,
aniquilar buscando alcanzar un objetivo. Luego viene el repliegue y si son desenmascarados,
sólo tendrán que decir: Yo no lo dije. “Me dijeron”.
Escucho diariamente a Jaime
Chincha o Mabel Huertas (por ejemplo) o Phillip Butters, lanzando preguntas o comentarios cargados de ponzoña
buscando respuestas destructivas en sus interlocutores u oyentes, que pueden ser
usadas fácilmente como “misiles” por algún sicario voluntarioso, para pretender
destruir a alguien, manipulando frases o deformando la realidad a través del
mismo medio o de otros incluyendo las redes sociales.
Escucho y leo frecuentemente a
Fernando Rospigliosi, (ex comunista del ala maoísta converso liberal a ultranza);
pero el misil que ha lanzado creo no tiene precedentes. Ha dicho que el gobierno
habría ayudado a la fuga de Martín Belaunde Lossio para evitar que este revele cómo
ayudó a la pareja presidencial a lavar dinero procedente de Venezuela.
Lo que dice es muy delicado y creo
que esta vez se le escapó el misil sin tomar precauciones para sí. Lo que lo
obligará a demostrar “con pruebas” tan grave imputación.
Claro, no tendrá que demostrar que
la fuga es para que “no revele”, sino demostrar que la pareja presidencial ha
lavado dinero.
Si bien es cierto, Rospigliosi no
pasaba de ser un personaje curioso, al que en algún momento se le acusó de ser informante de la CIA, y que se gana los frijoles con artículos relacionados a seguridad y
defensa en algunos medios, debido a su paso breve e intrascendente por el
Ministerio del interior o el Consejo de Inteligencia; su actuar últimamente parece desbocado, obsesivo y desenfrenado.
Su fijación por Daniel Urresti
linda con lo enfermizo. Y creo que su obsesión por el ministro del Interior lo
está llevando al delirio.
Sin embargo, creo que no debemos
de pecar de ingenuos. Por experiencia, es necesario tratar de respondernos
algunas preguntas que evidentemente muchos se hacen:
¿Qué intereses hay detrás de las
declaraciones de Fernando Rospigliosi? ¿Para quién juega ahora que todos están
en carrera para el 2016?
Ojalá encontremos pronta respuesta.
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JAIME ESPEJO ARCE