miércoles, 21 de enero de 2015

Las guerrillas de 1965 y el Gral. Velasco






Antonio Zapata Escribe: Antonio Zapata V. 


Este año se conmemora el cincuentenario de las guerrillas de 1965. Fue un tema de gran trascendencia y provocó una enorme conmoción de la opinión pública. Mucho menos conocida es su influencia en la toma de conciencia de la situación social del país por parte de los militares. 

Las guerrillas fueron dos. La principal fue conducida por el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR. Sus líderes fueron Luis de la Puente y Guillermo Lobatón; su plan era luchar en tres frentes, norte, centro y sur de la ceja de selva. Pero solo llegaron a estallar dos, habiendo fallado el norte. La segunda guerrilla era el Ejército de Liberación Nacional, ELN, y recibió el nombre de columna Javier Heraud, quien había fallecido dos años atrás, en la primera intentona de este mismo grupo; su líder era Héctor Béjar. 

Javier Heraud

Ambas guerrillas habían recibido apoyo externo. El ELN estaba ligado a Cuba y era el grupo preferido del Che. De hecho, cuando emprendió su última lucha armada, en Bolivia, el Che utilizó el mismo nombre, ELN. Mientras que, el MIR tenía contactos más amplios, incluyendo relaciones en China y Vietnam. Asimismo, ideológicamente era independiente, estando presente la influencia maoísta en su seno.


No obstante, la táctica militar del MIR fue inocente. Apostaron por “zonas de seguridad”, supuestamente  inaccesibles, donde habían establecido refugios, que incluían auditorios para asambleas con campesinos del lugar. Por ello, el ejército pudo identificar estas áreas, cercarlas y acabar con los guerrilleros en sus propios núcleos. Los disparos empezaron en junio y para fin de año habían sido aniquilados.

Por su parte, el ELN se movía sin cesar, inspirado por un foquismo ortodoxo, se desplazaba entre la sierra y la selva en la zona conocida como “oreja de perro” en la provincia de La Mar, Ayacucho. Su movilidad le permitió mayor eficacia, pero Béjar enfermó de uta y salió del teatro de operaciones. El resto del grupo fue emboscado en diciembre de 1965; apenas duraron tres meses. 

El ejército intervino rápidamente porque estaba preparado. En toda América Latina había expectativa de combate contra guerrillas comunistas alentadas por Cuba. El ejército norteamericano prestaba colaboración y entrenamiento. Eran los días duros de la Guerra Fría y se anticipaban enfrentamientos entre potencias a través de terceros países.

El jefe de inteligencia del EP era Juan Velasco, quien reunió la información que permitió la elaboración de planes para terminar rápido con la subversión. Fue eficaz y gracias a sus méritos ascendió a general de división. El presidente era Belaunde y su gobierno estaba patinando. Las expectativas habían sido inmensas y estaban por los suelos.

Años después, ya retirado del poder, Velasco realizó su balance de las guerrillas, conversando con quien fue su secretario de prensa, Augusto Zimmerman. Según Velasco, los guerrilleros eran “un grupo de idealistas mal armados, que no podían con el ejército,… fue una guerra entre peruanos”… “nos hizo pensar (al EP) que debíamos llegar a soluciones de fondo, porque el peligro era la división interna. Ante ello, yo quise unir”. 

Velasco reconoce a los caídos del otro lado, “eran idealistas y peruanos”. Pero sobre todo subraya el aprendizaje del EP sobre la sociedad nacional, que era desigual y amenazada por la división interna. Ese fue el análisis que justificó la opción reformista en el seno de las FFAA.


Si pasaron a la acción y protagonizaron el gobierno revolucionario fue porque la democracia no dio fuego. Los militares habían apoyado a FBT para que realice reformas estructurales dentro del marco constitucional. Pero, no lo hizo, se trabó y la pelea política en el Congreso trajo abajo su gobierno. Entonces, los militares actuaron, al fracasar la democracia de los años 1960, pero su entendimiento de la urgencia social lo formularon en base a su experiencia de haber reprimido a la guerrilla. Así, cumplieron una máxima militar: aprender del adversario.

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JAIME ESPEJO ARCE