Escribe: Juan Sheput
No podemos negar que el estilo irreverente de Aldo Mariátegui ayuda a sacudir el a veces enrarecido aire de la política nacional. Consideramos que este estilo, ágil y poco solemne, ayudaría mucho al debate público si no descalificara a la personas por lo que dicen o piensan, sino más bien confrontara argumentos con otros argumentos, así de simple.El día de hoy Aldo nos menciona en su columna. A continuación mi respuesta.
Sostengo que la campaña contra Susana Villarán es un piloto o ensayo para luego, en la liga mayor, hacer lo mismo contra Ollanta Humala. Es obvio que son cargos políticos distintos, una es alcaldesa y el otro es presidente, y que en un caso sirve la revocatoria en el otro la vacancia por la vía constitucional.
Sin embargo para llegar a la revocatoria o a la vacancia por la ruta de la renuncia presidencial se requiere del mismo preámbulo, el asesinato mediático. Para tal fin la campaña es o sería la misma: la destrucción de la imagen sobre la base de un conjunto de denuncias exageradas, que buscan, desde el empresariado, la política o los medios de comunicación, desprenderse de alguien incómodo para un sistema acostumbrado a hacer lo que se le da la gana.
Allí está la similitud estimado Aldo. En que hoy será el reclamo exagerado de obras y mañana el de promesas; hoy se da mayor espacio en los medios a los críticos de la alcaldesa, mañana a la oposición del presidente; hoy se rebelan algunos alcaldes mañana serán los "movimientos populares" o los sindicatos a la medida; todo sea por destruir la imagen del titular, sea del poder municipal o presidencial.
Esos son los puntos en común, en lo político. No nos referimos a los trámites administrativos, que en un caso se necesitarán 400,000 firmas para lograr la revocatoria y en el otro bastará con una sóla la presidencial, aunque sea por fax. Sin embargo en ambos casos se requerirá del mismo ejercicio previo, el de la destrucción de imagen desde un sector de los medios de comunicación y de los formadores de opinión. Por otro lado se sabe que lo peor de un pedido de revocatoria no estriba en el tiempo en que se hace ni en la cantidad de firmas, sino en el daño que causa al prestigio, que deslegitima y quita autoridad.
Si el presidente o la alcaldesa cometen errores o se descubren indicios de corrupción, pues adelante con la denuncia, que ese es el papel que necesitamos de la prensa. Pero la denuncia de ineficiencia en plazos apretados, pues nos parece una exageración.
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JAIME ESPEJO ARCE