Una de las noticias más comentadas de la semana ha sido la decisión del Gobierno chino de impulsar, a partir de esta semana, una zona de libre comercio en Shangai con una serie de prerrogativas impensadas en el gigante comunista hasta ahora. Shangai, así, podría ser un laboratorio de pruebas de impredecibles consecuencias para el gigante asiático y para el mundo. Recordemos que China, país de más de 1,300 millones de habitantes, se ha consolidado como el primer socio comercial del Perú y es, en gran parte, una locomotora de la economía mundial. Lo que sucede allí no puede entonces ser ajeno a los peruanos y a todo el planeta.
La zona de libre comercio ha sido diseñada para probar la convertibilidad de la moneda china, el yuan, e impulsar una mayor liberalización de los tipos de interés y reformas de inversión directa extranjera e impuestos. Pero también incluye algo más: el acceso a Facebook, Twitter y otras empresas de Internet bloqueadas.
El objetivo anunciado es fomentar la competitividad, en momentos de desaceleración de la economía mundial. Mas, por lo que se ve, las repercusiones podrían sobrepasar el ámbito meramente económico. Como se sabe, el régimen chino comunista (pero capitalista en lo económico) tiene una política muy restrictiva y represiva en cuanto al uso de Internet, en el que mantiene una censura y vigilancia constante, sobre todo en las redes sociales.
La idea, según un responsable gubernamental citado por el South China Morning Post, de desbloquear los sitios de Internet en la zona, es asegurar que los extranjeros “se sientan como en casa”. Pero, siendo Shangai una de las ciudades más pobladas e importantes de China, será interesante ver cómo asumirán los propios ciudadanos chinos y el gobierno está novedosa apertura.
Como se recuerda, Facebook y Twitter fueron bloqueados en el 2009 tras serios disturbios en la provincia occidental de Xinjiang, que causaron numerosos muertos, y que las autoridades atribuyeron a las redes sociales. Igualmente, el portal del diario The New York Times sigue bloqueado desde que informó de que la familia del entonces primer ministro Wen Jiabao tenía una inmensa fortuna.
Será interesante, e importante, ver cómo las libertades económicas se vinculan con las libertades políticas en un país que ha tenido como férrea política una tajante división entre las mismas: apertura económica, por un lado, y represión política por el otro. ¿Será esta una señal de los nuevos tiempos? ¿Habrán reparado los jerarcas chinos en que esta dicotomía es imposible de mantener? ¿Será esto simplemente una válvula de desfogue para los más de mil millones de ciudadanos chinos? ¿Se repetirá esta experiencia en otras ciudades?
En suma: ¿Triunfará finalmente la libertad o tendremos nuevos y espantosos Tiananmen? Esperamos que sea lo primero y que prevalezca un valor fundamental e inherente a la dignidad y naturaleza humanas, indispensable para la realización plena del hombre y la mujer. Veremos.
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JAIME ESPEJO ARCE