Ya desde la campaña electoral un sector allegado a la candidata presidencial de Fuerza 2011 manifestaba sus sospechas de que los exabruptos de Martha Chávez no eran producto de su conocida vehemencia o de que creyese que poner de manifiesto la línea dura del fujimorismo iba a endosarle votos a Keiko Fujimori.
Las suspicacias iban, más bien, por el lado de que ella no veía con desagrado que Keiko Fujimori fuese derrotada y que ocurrido eso –dada la mayoría novata que conforma la bancada fujimorista en el Congreso- podría convertirse no solo en la cabeza visible de la oposición sino, sobre todo, en el rostro más potable para ser la candidata presidencial el 2016.
Recordemos, además, que fue Martha Chávez quien cuestionó que se designase a Keiko Fujimori candidata presidencial a dedo y que no hubiese mayor discusión interna para hacerlo.
Para quienes así pensaban, el escándalo armado durante la juramentación presidencial, la enorme exposición mediática de la congresista (que ni siquiera pudo ser opacada por las apariciones de la propia Keiko Fujimori, las que, sin duda, obedecían al intento fallido de mostrar un liderazgo mayor), corroborarían tales prevenciones.
Cabe subrayar que el 28 de julio Martha Chávez no solo se zurró en el protocolo o en la sindéresis correspondiente a la fecha, sino en los propios esfuerzos de algunos miembros de su bancada –como Luisa María Cuculiza- por reconvenirla respecto de lo que estaba haciendo.
Y los embates no quedaron allí. Fernán Altuve, cercanísimo a Keiko Fujimori fue agraviado de mala manera. Un comentario irónico fue respondido con una clara bajeza. Y ya antes, Carlos Raffo también ha sufrido de duras expresiones por parte de la hoy suspendida congresista.
No nos parece, pues, que estemos ante un desborde emocional de Martha Chávez o ante el desfleme de tantos años sentidos por ella como humillantes. Chávez es una persona inteligente y políticamente sabe lo que hace. Creemos, más bien, que estamos ante un esfuerzo personal (solo el tiempo dirá si su estrategia radical es la correcta o, por el contrario, la desubica), de crearse un liderazgo opositor con fines ulteriores.
Estaría acopiando méritos para ganarse de a pocos la adhesión de un amplio sector ciudadano fujimorista que podría pensar que, en la próxima contienda presidencial, debe ser alguien como ella y no como la ponderada Keiko Fujimori quien lo represente (en sus cálculos debe estar, además, que de acá a cinco años Keiko Fujimori probablemente ya no cuente con su padre como referente decisorio). (Diario 16)
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JAIME ESPEJO ARCE