¿Es coincidencia que en un mismo día renuncie el rostro más visible del fujimorismo en buena cantidad de años, como es Carlos Raffo, y se ponga a derecho Juan Carlos Hurtado Miller –ex premier de Fujimori- generando una ola de recuerdos, que, más allá de la persona misma en mención, resucitarán temas de corrupción o expectativas de impunidad si se diera el caso de un triunfo de Keiko?
Quizás pequemos de hipersensibles o hasta de paranoicos, pero no creemos que sea pura casualidad. La política tiene trastiendas impensables que muchas veces los ciudadanos comunes no perciben, pero a las que los periodistas –por la información que manejamos- sí tenemos acceso.
Para decirlo sin ambages, todo nos hace pensar que estamos ante una dura negociación entre el gobierno actual, con Alan García a la cabeza, y el fujimorismo.
Durante los últimos cinco años, las relaciones entre el aprismo y el fujimorismo –enemigos enconados durante los 90- han sido por demás cordiales. Sin necesidad de declaraciones explícitas o documentos firmados, lo que ha habido es una alianza, manifestada en el ámbito legislativo, pero crucial para asegurarle a García un ejercicio gubernativo llevadero, a pesar de no tener mayoría congresal, no obstante haber podido reclutar decenas de tránsfugas que coadyuvaron en el mismo sentido.
¿Por qué se rompe esa relación? El síntoma más claro fue el apoyo explícito de García y compañía a la candidatura de Pedro Pablo Kuczynski, con el objeto de facilitarle su pase a la segunda vuelta e impedir que lo haga Keiko Fujimori. Al final, el susodicho endose no se produjo, pero el resentimiento en las filas del fujimorismo debe estar vivo y coleando.
En un principio, pudimos haber pensado que era una jugada genial de García para, lejos de ayudarlo, perjudicar a PPK, congelarlo en su crecimiento y así, indirectamente, ayudar a Keiko. Pero, la verdad sea dicha, García es un político astuto, pero no es precisamente ni genial ni brillante. Es buen candidato, excelente orador y mal gobernante. No más que eso. Es maquiavélico, pero no le da el cuero para haber meditado tan inteligentemente la jugada que señalamos.
Los dos hechos ocurridos este día nos llevan a pensar, más bien, que estamos frente a un manazo alanista, una señal de advertencia al fujimorismo, respecto de lo que podría llegar a hacerse si Keiko y sus allegados no se allanan a algunas condiciones que el líder aprista pueda estarles planteando bajo la mesa.
¿Están resentidos y no quieren hacerme caso? Pues tomen a ver si les gusta, parece ser el mensaje entre líneas. Y recordemos que está por verse una eventual liberación de Alberto Fujimori, o vía el Tribunal Constitucional o vía un indulto presidencial que, de producirse, afectaría, sin duda, la candidatura de Keiko Fujimori. Basta conocer algo los enredos psicológicos que afectan a nuestro actual Presidente para saber que lo que suena a ciencia ficción puede ser realidad. (Diario 16)
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JAIME ESPEJO ARCE