El Secreto de Jacinta
Jorge Benavides tiene éxito porque apela al racismo de muchos peruanos de rasgos andinos
-¿Quiere que lo blanquee? -preguntó el empleado.
Mi amigo historiador, de visita por Lima, se encontraba cerca de RENIEC del centro de Lima y se había acababa de tomar fotos para un trámite.
-¿Cómo dice?
-La gente como usted pide siempre que la blanqueen.
El historiador regresó semanas después y entrevistó al empleado para precisar quiénes eran “la gente como usted”, resultando que eran los clientes trigueños y afroperuanos. Ellos sentían que si su foto del DNI era más clara tendrían más oportunidades laborales y, en general, serían mejor tratados.
Blanquear la fotografía del DNI, del pasaporte o del perfil de Facebook es una de las estrategias de millones de peruanos para enfrentar el racismo. En realidad, no se trata de enfrentarlo, sino mas bien de asumirlo como un criterio de jerarquización inamovible, frente a la cual solo queda buscar parecerse al dominador.
El blanqueamiento se realiza de muchas maneras, desde evitar ponerse al sol u operarse la nariz aguileña hasta procurar que los rasgos físicos pasen a segundo plano, exhibiendo status exitoso (ropa, automóvil u otras muestras de consumo suntuario). Hace un año, acudí a una Primera Comunión y vi como los niños de rasgos más andinos entregaban estampitas con imágenes de niños y ángeles rubios. Los demás niños tenían sus propias fotografías en las estampas.
Sin embargo, probablemente, el mecanismo más terrible de blanqueamiento es comportarse con altivez frente a los demás, inclusive maltratándolos o tratándolos con desdén “para que sepan con quién están hablando”.
Por eso, como me escribió un profesor de Arequipa “cholear es una forma de blanquearse”. Por eso también el racismo puede ser tan fuerte por parte de quienes podrían ser considerados como cholos, hacia quienes parecen “más cholos”. Por eso en ciudades como el Cusco o Huancayo el racismo puede ser tan intenso. Por eso el bullying racista está tan presente en colegios de San Juan de Lurigancho o Ate, hacia los niños recién llegados de la sierra, al punto que ha desencadenado hechos de violencia.
-La mamá se sacrificó por ellos para mandarles al colegio y luego ellos la tratan con desdén -me contaron varias personas sobre los escolares en Apurímac -Inclusive si están con sus amigos, niegan a su propia madre porque ella usa polleras y dicen que es una vecina.
Este panorama del racismo tan extendido es la razón del éxito de personajes como el Negro Mama o La Paisana Jacinta: reflejan la permanente práctica del racismo hacia el más negro o más cholo. El humor racista no ha sido creado por Jorge Benavides, pero es utilizado por él y por los productores de Latina, porque apelan a la necesidad de los televidentes de autoafirmarse despreciando a otro.
A lo largo de estos años, siempre me ha sorprendido cómo defendían a La Paisana Jacinta las mismas víctimas de racismo. Así le ocurrió a la propia Magaly Solier, que declaró que el programa de televisión era inofensivo y divertido… y semanas después, cuando sufrió una agresión sexual en el Metropolitano le tocó vivir el más terrible racismo por parte de muchas personas que precisamente le aplicaban los mismos calificativos que al personaje de Benavides (“chola mentirosa”, “india fea”, “animal”).
El año pasado, después de tres marchas, una campaña de firmas, el retiro de auspiciadores y el pronunciamiento de decenas de lideresas indígenas de toda América, la empresa Latina decidió retirar el programa La Paisana Jacinta. Hace unos meses pretendió retomar las transmisiones, pero la denuncia que presentaron el Instituto de Defensa Legal y diversas asociaciones de mujeres cusqueñas hizo retroceder a la empresa.
Ya sin el apoyo del canal, Benavides optó por presentar a su cuestionado personaje en un circo… y lo ha ubicado en San Juan de Lurigancho, precisamente para apelar a la necesidad de “blanqueamiento” de sus habitantes. La Municipalidad de ese distrito parece que no recuerda la Ordenanza 235 que prohíbe todas las formas de discriminación y sanciona a los locales que la practiquen.
Además, el circo se encuentra en el Parque Huiracocha, un espacio administrado por SERPAR, el Servicio de Parques de la Municipalidad de Lima, a la que tampoco le importa mucho los contenidos racistas que se divulgan.
En ese contexto, se produjo el atentado contra el circo, por parte de un grupo de extorsionadores. Un hecho brutal, que causó once heridos, pero que no motivó a ninguna reflexión por parte de los medios de comunicación sobre el degradante espectáculo que se presentaba.
Dos días después, el circo reabrió y decenas de padres de familia de SJL llevaron a sus hijos. No les importaba que éstos corrieran peligro con tal de pasar un “buen momento”, porque para muchos peruanos ser racista hacia otros es necesario para su autoestima. Los niños aprenderán que una mujer con polleras es ridícula o que el quechua suena como “Ña, ña, ña”. Sí, es difícil sentir orgullo de ser peruano cuando todo eso ocurre.
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JAIME ESPEJO ARCE