¿Qué clase de desadaptados agarran a un muchacho “como un paquete” y lo arrojan desde un palco, en nombre de una pasión? ¿Qué clase de fiesta es esa que termina en muerte? ¿Qué clase de cobarde dirigencia es la que no asume su responsabilidad? ¿Qué clase de policía es la que se intimida por una barra bravucona y deja escapar a un asesino? ¿Qué clase de país es este en el que se repite cíclicamente la insania?
A cada encuentro lo llaman ‘El Clásico’, aunque le queda grande la camiseta. Porque de un tiempo a esta parte lo único clásico en ellos es la violencia. Y buscamos a los responsables y jugamos al Gran Bonetón. ¿Y el fútbol de verdad? ¡Ay, siguió muriendo!
¿Quién es el responsable del asesinato de Walter Oyarce, el muchacho de 23 años, última víctima del “clásico” desbande? El ministerio del Interior dice tener ya a 8 sujetos identificados, gracias a los testimonios y las cámaras de seguridad. Pero no nos equivocamos. No son 8 barristas los culpables, son muchos más. Quizás, los 23 millones de peruanos.
En primer lugar, el club Universitario de Deportes, que no puede desmarcarse alegremente, aduciendo que los palcos no son su responsabilidad porque son propiedad privada. Como locales, son ellos los organizadores del evento y como tales tienen la obligación de darle la garantía del caso a cada uno de los asistentes. Son ellos, además, los encargados de contratar a la empresa privada que controla, ya sabemos que negligentemente, el ingreso de los asistentes, junto a la policía. Las fotos de ese día han mostrado a barristas chaira en mano, testigos bebiendo licor, y todo lo que “clásicamente” se mete por lo bajo en estos encuentros. Se sabe que la compañía de seguridad contratada es la empresa BEST, de propiedad, justamente, del tesorero de la “U”, Enrique Sánchez.
La Junta de Propietarios de los Palcos, cuyo presidente es Marco Paredes, es también responsable. Tenemos que acostumbrarnos a ser organizados como sociedad para garantizar nuestra propia seguridad. Algunos dueños de palcos llevan bebidas alcohólicas con 48 horas de anticipación, amparados en que, al ser cada espacio privado nadie puede irrumpir en él, a menos que tenga una orden judicial. Y eso todos lo saben. Estoy segura que también su presidente. ¿Por qué entonces los propietarios no se regulan y fiscalizan a través de su propia junta? ¿Por qué no se revisan entre ellos antes de iniciarse un partido?
Los policías también tienen parte de culpa. Más de una vez he ido al estadio y he visto a los uniformados más concentrados en lo que ocurre en la cancha que en lo que pasa en las tribunas. Y las autoridades municipales no se quedan atrás. No es la primera vez que un hecho de este tipo ocurre en el Monumental. Pero tuvieron que esperar a un muerto en el estadio mismo para clausurarlo. Vamos a ver por cuánto tiempo soportan la presión de la hinchada y, sobre todo, la de los empresarios.
Estamos también los medios que mostramos nuestro mayor grado de indignación, hasta que aparece el siguiente muerto de carretera o el violador de menores, y entonces hablamos de sanciones a los conductores y pena de muerte a los violadores. Y el hincha muerto queda en el olvido.
Finalmente, estamos los aficionados que somos capaces de todo por nuestra camiseta, menos de no lucirla en un Estadio. Que los torneos se hagan sin público hasta que aprendamos, se ha dicho, y hemos gritado en coro: “calla cagón” ‘o “muere gallina”. Mientras el futbol se caga y la muerte nos cacarea.
No basta con clausurar un estadio. Bien por la iniciativa, pero no basta. Hasta que cambie el sistema. (Maribel Toledo Ocampo)