Doble derrota la de Lourdes Flores. La de las urnas y la de las mesas. La primera, lamentable, pero digna. La segunda, triste y sin gloria alguna. Porque el anuncio tardío de admitir su derrota no se expresa como un gesto hidalgo, sino como una reacción amarga al frustrado intento de ver la manera de ganar subalternamente.
Las patéticas apariciones de sus allegados en estos últimos días han sembrado ese camino. Ni por asomo se nos ocurre atribuirles un intento de fraude. Ninguna prueba avalaría semejante hipótesis. Pero sí han generado la percepción de que se quería acudir a cuanto mecanismo o subterfugio legal hubiese, para lograr en mesa lo que en las ánforas no se obtuvo.
El destino político de Lourdes Flores no es el cementerio. Su historial de fracasos es significativo, qué duda cabe, pero no la invalida a perpetuidad. Sí la obliga, sin embargo, a no insistir en ese inexplicable afán por labrar ella misma su fracaso.
Por lo pronto, sería un desatino mayúsculo que quiera aspirar a las ligas presidenciales. Solo la obtusa e interesada presión de sus congresistas por repetir a como dé lugar su respectiva gestión congresal la puede estar animando a semejante suicidio. Necesitan una locomotora que les permita meter cinco o seis congresistas y si es necesario quemar a su lideresa pues no parece preocuparles mucho.
Retroceder no siempre es signo de cobardía y saltar hacia delante no siempre lo es de arrojo. En este caso, corresponde cautela y humildad. De por sí, resulta bastante difícil que alguno de los candidatos protagónicos –Luis Castañeda, Keiko Fujimori o Alejandro Toledo- se allanen a una alianza con el PPC, que no los beneficiaría en nada y más bien les generaría un lastre perdedor que, encima, los derechizaría, a contrapelo de la tendencia que parece ser la fórmula del triunfo el 2011.
El PPC debe reafirmarse en el Congreso. Ese es su destino. Y eventualmente, con la propia Lourdes Flores encabezando la lista. Sin alianzas ni allegados, que ya deberían haber aprendido que esas conjunciones hechizas terminan por disolverse más temprano que tarde.
Es infinitamente mejor meter diez congresistas propios, que colocar veinte, de los cuales la mitad sea independiente y que al poco tiempo terminen por jugar con su propia agenda (como le ha sucedido con la bancada de Unidad Nacional).
El horizonte presidencial de Lourdes Flores no está vetado. Tiene la edad y la capacidad para insistir en aquél. Pero no ahora. El 2016 es su fecha propicia. Pero si lo empieza a construir agravando los errores que suele cometer con fruición, ni siquiera ese momento lejano le será amigable. (JC Tafur - Diario 16)
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JAIME ESPEJO ARCE