Escribe: Alberto Massa
Desde que apareció Raymond Manco como figura, en un campeonato de fútbol sub diecisiete, dio muestras de carácter díscolo. Resultaba peligroso mantenerlo en grupo, pues podía reeditar el papel de la manzana podrida, dentro de un tonel de frutas de la misma especie.
Hoy en la selección de mayores, después de haber sido devuelto al Perú por un club extranjero, viajó a Panamá con el pre seleccionado peruano, para sostener un encuentro amistoso con el homólogo del istmo, donde ciertamente perdieron. Eso que en Panamá, los futbolistas son excelentes como boxeadores y pitchers.
Tres jugadores peruanos, para celebrar la derrota, escaparon de sus dormitorios y a través de un pasadizo reservado llegaron, a las cuatro de la madrugada a una discoteca que a su vez, oficia de burdel. El trópico tiene códigos distintos. Un peruano reconoció a Manco y a Galliquio, al último, felizmente, no lo conozco ni por fotografía. Hubo otro pelotero que nuestro connacional no supo identificar, sólo manifestó que se quitó la camiseta de la selección peruana y la suplió por una caribeña, impresa con palmeras y piñas. Aparentemente, el informante no quiso seguir colaborando, pues uno de los indisciplinados le habría manifestado que el Presidente de la República era riguroso con los acusetas.
Las dificultades que puede ofrecer un hotel en el extranjero, fueron superadas con mucha facilidad por este trió de granujas. Imaginémonos lo que pueda suceder en Lima, rodeados de amistades que cuentan con jóvenes parientes del género femenino, deseosas de frecuentar a estos gladiadores, con ganas de distracción, en la flor de la edad, conscientes de que seis u ocho copas de ron con coca cola son sólo estimulantes que desinhiben para bailar el perreo, aparte del futuro que se les presenta si estrechan vínculos con jóvenes de mucho futuro. Estos, por el contrario, están deseando ampliar “el círculo” de sus amistades.
Hay quienes pretender compadecerse de los jóvenes en falta. Alegan que los pobres se han pasado la vida acarreando agua para su casa, cruzando sin zapatos un arenal, y ganándose la vida vendiendo chocolates dentro de una combi.
Entiendo que pueden ser producto de un Perú injusto, pero varios de sus compañeros de equipo, pueden haber pasado las mismas vicisitudes, sin embargo no pretenden ahogar el pasado con bebidas alcohólicas, ciertamente son ellos los que merecen el galardón de vestir los colores del Perú (como les gusta decir).
Valeriano y Barbadillo fueron precursores de la indisciplina deportiva, estoy hablando de la década del cincuenta del siglo anterior. Llegaban hechos unas cubas a las cinco de la mañana, después de haber pasado la noche en el lenocinio de Nané, una proxeneta francesa de sesenta abriles, quien se negaba a colgar los hábitos.
Mi padre, que en paz descanse, le gustaba escandalizar al auditorio familiar o amical que tuviese por delante, ante brotes de permanente indisciplina futbolística, que iba de la mano con reveses en la cancha. Él encontraba responsabilidad en los dirigentes: “Estos incapaces no conocen la idiosincrasia de los peruanos alfabeto funcionales, a quienes no pueden encerrarlos, hay que dejarlos que chupen, fumen y bailen pegados, total han crecido al lado de esas chicas y posiblemente tengan, con ellas, lazos familiares. No se puede obligarlos a que se bañen, afeiten, se hagan la pedicura, usen desodorante y se cepillen los dientes. Imagínense, durmiendo en colchones con resortes, tomando de desayuno jugo de frutas, café con leche, tostadas con mermelada de naranja y omelette de jamón inglés. Eso resulta una mariconada. Hay que llevarlos temprano al mercado más cercano, para que coman caucau, y si sobra, que cada uno lleve a la concentración una buena ración, envuelta en una hoja del diario “La Crónica”. A la gente primitiva no se le civiliza en seis meses, pregúntenles a los dominicos que son expertos en estos menesteres”
Mi viejo, igual que Borges, no hubiese ganado ningún premio. Hasta ahora no se si estaba convencido de su discurso, o si lo hacía para entretener a sus oyentes, que a veces éramos solamente sus hijos.
Quiero pedirle al “mago” Markarian, a quien presumo de ascendencia armenia, que sea inflexible con estos jugadores, a los que no voy a calificar, para no repetir exabruptos paternos. Que la Federación los castigue con multa, suspensión, o guillotina, es un tema que al armenio no le interesa y mejor que no repita a la prensa sus futuras decisiones, para que Burga no pretenda encontrar conflicto de competencias. Usted, señor Markarian es el seleccionador, entrenador, responsable de la clasificación al próximo mundial. Usted no puede pedir que en cada puerta de las habitaciones del hotel, se designe un centinela de vista, entre otras razones porque no tiene conocimiento del nivel ético de un guardia panameño, cuando viene siendo abanicado por un billete de cincuenta dólares. Recuerde que el “Cara de Piña” fue presidente de la Guardia Nacional, antes de coger el control de país. Infórmese del comportamiento histórico de los parientes de los jugadores seleccionados peruanos, quienes se sienten privilegiados y piensan que a la estrella familiar hay que concederle todos los caprichos.
Este es el país de Broncano y de Delgado Parker, debe tener usted mucho cuidado, caminar con cautela. Mucha gente, no yo, cree que el prestigio de nuestro país radica en la efectividad de los botines de nuestros seleccionados. Le deseo mucha suerte.
Acabo de enterarme que Farfán, del fútbol alemán, es el tercero delos indisciplinados y vino negando su participación, con la misma desenvoltura con que Alan García trató el tema del cachetadón. Algún día enmendará rumbo este individuo, a quien juerguitas, de esta naturaleza, le han venido costando dinero y disgustos. Se sospecha que tenga por divisa, en el escudo familiar, el lema aprista “Billetera mata Galán” .