jueves, 10 de noviembre de 2011

INVESTIGANDO A GARCIA

En la década de 1990, Alan García terminó librado de las acusaciones de corrupción y violaciones a los derechos humanos que se le imputaban. Dos fueron las razones centrales: el pobre trabajo que las entidades a cargo de las investigaciones realizaron en aquel momento pero, sobre todo, el uso político que el gobierno de Alberto Fujimori dio a estas indagaciones, lo que culminó en vulneraciones al debido proceso.
 
De allí que, caído Fujimori, García se acogió a la prescripción de los casos de corrupción y que, incluso luego del trabajo de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, no se encuentre hasta el momento alguna evidencia que lo involucre más allá de la responsabilidad política en casos de derechos humanos ocurridas durante su gobierno.
 
Culminado el segundo gobierno de AGP, la expectativa de un sector de peruanos es que los actos de corrupción ocurridos entre 2006 y 2011 puedan ser juzgados. Y de allí que se acrecentaran las expectativas por lo que pudiera hacer la comisión investigadora formada en el Congreso de la República.
 
Como conocemos, esta comisión ha terminado debilitada desde su formación. Y no solo por el caso Chehade y por la serie de dimes y diretes que culminaron en la salida de Javier Diez Canseco. Con la excepción de este último parlamentario, las bancadas no escogieron a personas con experiencia, sin posibles vinculaciones al gobierno anterior que pudieran ser sacadas en cara y que tuvieran pocas ansias de figuración.
 
Además, ninguno de los parlamentarios explicó adecuadamente a los ciudadanos que los resultados de la Comisión deben pasar por el Pleno del Congreso para ser aprobados y que las acusaciones constitucionales que pudieran derivarse de los posibles ilícitos encontrados tendrán que ser llevadas a la subcomisión respectiva para el trámite respectivo.
 
Si bien las comisiones investigadoras de los casos vinculados a Alberto Fujimori dieron varios resultados importantes, se ha hecho poca referencia en estas semanas al importante papel que tuvo la Procuraduría ad hoc para los casos Fujimori – Montesinos para ordenar información, repatriar fondos y tener un trabajo serio y profesional que condujo a las condenas conocidas por todos.
 
Por ello, el papel principal para investigar los actos de corrupción ocurridos durante el quinquenio anterior le deberá corresponder a dos entidades: el Ministerio Público y la Procuraduría Anticorrupción. Esta última, asumiendo el rol de su predecesora a inicios de la década pasada. (DIARIO 16)

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JAIME ESPEJO ARCE