Ricardo Vásquez Kunze
Todo parece indicar que es inminente el indulto presidencial a Alberto Fujimori, quien lleva recluido once de los veinticinco años a los que fue condenado por los crímenes de Barrios Altos y La Cantuta, entre otros. La decisión es de exclusiva responsabilidad del presidente de la república, pues se trata de una prerrogativa constitucional absoluta del jefe del Estado más allá de los procedimientos normativos reglamentarios con los que se ha tratado en los últimos años de delimitar su poder de gracia.
Así las cosas y dado lo controvertido de la medida —tal como lo demuestran las encuestas—, el presidente deberá responder solo ante su conciencia al momento de estampar su firma en el indulto. De hacerlo habrá que reconocerle al presidente Kuczynski el valor de su decisión política, pues estar en sus zapatos es difícil para cualquiera. Es evidente que la medida será celebrada y denostada, y habrá que poner en la balanza el peso de cada reacción.
Para el presidente es importante considerar que sus críticos más rabiosos estarán, como es obvio, entre los activistas y ONG de derechos humanos cuya telaraña mundial de presión es terrible. Sin embargo, después de que los principales capitostes de estas ONG en el Perú reconocieron que avalaron la candidatura presidencial del "capitán Carlos" en el 2011 a sabiendas de quién se trataba, su credibilidad y legitimidad están por el suelo. Esto significa que sus críticas y manifiestos contra la medida estarán signadas por el descrédito, el fariseísmo y la hipocresía. Y, en efecto, no deja de ser el mejor momento para el presidente tomar esa medida teniendo a sus principales opositores y críticos en su peor momento.
Resulta evidente que en el otro platillo de la balanza está más de la mayoría del país, que apoyará la medida por distintas razones, ya sea porque percibe que Alberto Fujimori ya pagó por sus delitos o simplemente por razones humanitarias. Más importante aún es que la mayoría absoluta que tiene Fuerza Popular en el Congreso tendrá necesariamente que bajar los decibeles del control político para no pasar por malagradecidos, lo que siempre es un muy mal negocio en la política. Y en eso parece que hay bastante consenso en los Pasos Perdidos.
En cuanto a los hermanos Fujimori, saldrán ganando a su padre. Políticamente, habrá que ver cómo se recompone el fujimorismo con la libertad del "líder histórico", pero me aventuro a asegurar que el liderazgo de Keiko Fujimori sobre su bancada quedará incólume, pues esta es hechura de ella, no de su papá. Con relación a la imagen de ambos hermanos frente a la opinión pública, Kenji quedará como el hijo que siempre estuvo batallando por la libertad de su padre (una suerte de papá de Ciro, cuyos afanes políticos posteriores a la tragedia tuvieron un estrepitoso fracaso), mientras que Keiko aparecerá como la estadista que cumplió su palabra de campaña electoral, a saber, no usar su inmenso poder político para liberarlo.
Cabe destacar que, desde que el presidente Kuczynski asumió su mandato el 28 de julio de 2016, el tema de la libertad de Alberto Fujimori nunca fue puesto en agenda por Fuerza Popular y que incluso la bancada mayoritaria votó contra una ley que pretendía favorecerlo con una prisión domiciliaria por ancianidad. Es decir, nadie podrá achacarle a Fuerza Popular ni a Keiko Fujimori arte ni parte en el indulto de Alberto Fujimori.
Finalmente solo cabe esperar, por el bien del país, que cuando se produzca la medida el presidente Kuczynski aproveche al máximo el respiro político que tendrá en el Congreso y en la calle, y que tome la iniciativa gubernamental para proporcionar a su mandato de la estabilidad necesaria para los próximos cuatro años.